Desgracia con Suerte

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El bosque era asfixiantemente denso, húmedo y congelado.

Hermione observó a su alrededor y a pesar de llevar consigo ropa abrigada, no pudo evitar tiritar. Sopló por inercia y por sus labios salió un fino vaho blanquecino.

Quince Mortífagos habían aparecido junto con ellas en ese pequeño claro rodeado de denso follaje.

—No perdamos tiempo—apuró Scabior, sacando su varita de su largo tapado negro—. Pongamos las protecciones. Ya está anocheciendo y será mejor comenzar en la mañana.

—¿Desde cuándo te han nombrado jefe del grupo?—preguntó Bellatrix, con una sonrisa torcida y levantando su ceja—. Sabes que me gusta trabajar en la madrugada...—dijo acercándose a él, peligrosamente lento.

—Lo sé, yo sólo...fue una sugerencia, Madame Lestrange—se atajó, dando dos pasos hacia tras.

—Hazlo, coloca las protecciones—animó, haciendo un gesto con su mano, pasando por alto su atrevimiento, pero sólo por esta vez—. Esta noche descansaremos. Mañana comenzaremos con nuestro trabajo—habló claro para que todos la escucharan.

No había dudas de quién era la que estaba a cargo.

—Sí, señora—asintieron al unisonó.

Todos abrieron sus bolsos, aliviados y con sus varitas desplegaron tiendas individuales, una pegada a la otra.

Bellatrix escogió el lugar más apartado y con un giro de muñeca alzó la suya.

—¿Qué haré contigo?—dijo en voz alta, mirando de arriba abajo a su joven esclava—. No sé si fue buena idea traerte—se recriminó, torciendo la mandíbula.

Hermione pegó su mentón al pecho y aguardó asustada. Si la regresaba a la mansión, de seguro moriría a manos de Narcissa y de Draco. Apretó sus ojos con fuerza y rogó para que su ama le permitiera quedarse. Era descabellado, pero se sentía más protegida rodeada de mortifagos asesinos y en ese alejado bosque, que con su otra ama y su hijo desquiciado.

—No sé por qué accedí a traerte—siguió hablando como sopesando si debía devolverla.

Será una molestia, pensó

—No tengo tiempo para cuidarte como una niñera. Esto fue muy mala idea.

Hermione levantó su rostro suplicante. Estaba a punto de regresarla.

Tenía que decir algo. Por lo menos intentarlo. Si volvía a esa casa, para cuando su ama regresara de la misión, ella ya sería historia.

—No tendrá que cuidarme—aseguró con un hilo de voz—. Yo la cuidaré a usted, ama.

—¿Tú me cuidarás a mí?—preguntó, riendo abiertamente.

Bella volvió la vista atrás y vio como sus compañeros ya habían ingresado a sus tiendas. Era ridículo seguir de pie ahí afuera con el frío que hacía por mantener una conversación con su esclava...ahora sí que lo había comprobado, "estaba más loca de lo que había pensado".

—¿Y eso como sería?—quiso saber con curiosidad, chuzándose de brazos y esperando el disparate.

—Sé cocinar. Puedo prepararle lo que guste, si es que ha traído suministros—se apresuró a decir sin mirarla a los ojos, pero con su cabeza lo suficientemente alta para que su ama la viera.

Bellatrix suspiró hondo y tomándose un segundo para pensar, la tomó del brazo con rudeza y la ingresó en la tienda a los empujones.

A pesar del maltrato físico, la castaña se sentía aliviada. Había logrado que no la trasladara y por lo que estaba entendiendo, no la dejaría dormir en la intemperie.

Esclava Corazón en cautiverio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora