Mirame a los Ojos

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—Necesito que prepares ese té que tú le haces, pero cárgalo el doble—pidió Bellatrix, mirando la puerta una y otra vez, con gesto ansioso.

—¿El doble, ama?—preguntó Silvia, frunciendo las cejas.

—Sí, quiero mantenerla dormida hasta que termine mi reunión—habló, claramente inquieta.

—Por supuesto.

—Ve a prepararlo—apuró, sin mirarla—. La maldita arpía no demora en llegar—murmuró, tensando la mandíbula—. Ah, y limítate a la cocina—le recordó, señalándola—. No te asomes para ofrecer nada, ni para interrumpir. Sea cual sea la emergencia, tendrá que esperar—finalizó.

Un chirrido exasperante retumbó por cada habitación de la mansión, anunciando la llegada de la tan indeseable visita.

Bellatrix se tomó un instante para calmarse. Debía concentrarse y estar lo más serena posible. Solo así no levantaría sospecha.

Caminó hasta la puerta de entrada, abriéndola con una enorme y falsa sonrisa plasmada en su rostro.

—Puntual—elogió, permitiéndole ingresar.

—Por supuesto—dijo Dolores, caminando por el recibidor.

—Te ofrecería algo para beber, pero solo tengo agua de la canilla—se excusó con una sonrisa perversa e intencional—. Si estás muy sedienta, le diré a Silvia que te traiga una jarra—dijo, amagando a ir en dirección a la cocina para hacer el pedido.

—Descuida, querida—detuvo, negando—. No pretendo quedarme demasiado—avisó, quitándose el saco de franela rosa. Sosteniéndolo en su regordete brazo.

—Fantástico—expresó, abriendo la puerta del estudio. Dejándola pasar primero.

Bella, rodeó el amplio espacio y corriendo su silla, detrás del escritorio, se sentó, indicándole con un gesto que hiciera lo mismo.

—Bien...suelta todo lo que tengas para decir. Tengo un sinfín de actividades que no puedo aplazar—mintió, apurando el tramite.

La quería fuera de su mansión lo antes posible.

—De acuerdo...Veamos...—dijo, sacando de su saco una copia del acta que había traído en una horrible carpeta violeta—. Tenemos que acordar el traslado.

—No conectaré mi red Flu con la tuya—decretó, inamovible.

—Lo entiendo...—habló, cantarina—. Tendré que enviar a alguien por ella.

—Tampoco—negó, sonriendo por dentro. Complicado y repleto de obstáculos. Si quería llevársela, tendría que acatar sus negativas—. No le entregaré nada que me pertenezca a un tercero. Si ahora tú también eres su dueña...Bueno, ocúpate. Tendrás que venir por ella los días que te correspondan. Si no es así, dejaré constancia de tu falta de responsabilidad e interés.

—Inteligente, Bellatrix...muy astuta—elogió, chasqueando la lengua, pero sin dejarse amedrentar—. Aceptaré tus pautas. Vendré en persona a retirarla.

—Bien—asintió con gesto endurecido—. ¿Qué más?—preguntó, agitando la mano para que se apurara.

—Narcissa me dijo que la muchacha poseé una marca en el pecho. Una mariposa, precisamente—habló, revisando la página número dos.

—Sí, una mariposa. Aunque no sé para qué preguntas si ya lo sabes—se encogió de hombros.

—Solo repaso detalles, querida. No me gustan las sorpresas. Siempre trato de ser lo más meticulosa posible—explicó, alzando una ceja.

Esclava Corazón en cautiverio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora