El Esclavo de Dolores

285 42 2
                                    

¿Dónde estaba?

Se sentía helada, adormecida.

Hermione despegó los labios para tragar saliva y entre abrió los ojos lo más que pudo. Un dolor agudo se acentuó en su cara.

¿Qué le había pasado? ¿Por qué no podía mover la mandíbula?

Respiró agitadamente y logró levantar la cabeza del suelo.

—Te doy autorización para que duermas un rato más, si lo necesitas—dijo Bellatrix, al otro lado de la habitación, al notar que ya había despertado.

Estaba en la alcoba de Bella.

¿Cuánto tiempo había pasado? Lo último que recordaba era estar en esa horrenda camilla de tortura, junto a Narcissa. ¿Se habría desmayado? Seguramente sí. ¿Por qué tampoco sentía sus piernas? ¿Qué le había hecho?

Un nervio le recorrió el estomago. Sentía unas nauseas espantosas. La punta de la nariz se le adormeció. La presión seguramente la tendría por el piso. Con toda la fuerza de voluntad, trató de no vomitar allí. Su ama la castigaría sin dudar. Se arqueó un momento y logró que su estomago no se contrajera más de lo debido.

No pudo evitar un quejido. La cara la sentía gigante. Palpó con sus dedos la superficie y se horrorizó. Parecía deforme.

—Descuida. Se te quitará en unas horas—le informó, despreocupada y revisando unos informes, sentada en un simple sillón a unos tres metros de ella—. Te he dado un frasco entero de rehabilitante—contó sin mirarla.

Definitivamente, prefería estar mil veces allí que en la habitación de su otra ama.

Bellatrix era una asesina psicópata, pero por lo menos no la estaba azotando. Y le hablaba, eso ya era mucho.

Se acomodó en los diarios sobre el fino piso de mármol y se hizo un ovillo. Estaba helada a pesar de tener el camisón beige que había creído olvidado.

—Esta noche tendremos una fiesta—habló la azabache, levantándose de su asiento para dirigirse al closet y abrirlo de par en par—. Nuestro señor, anunciará las nuevas secciones del ministerio. Menos mal que no trabajo allí. No podría—confesó, haciendo una mueca—. Lo mío siempre fue la acción...llego, acorralo, decido que hacer, y la mayoría de las veces termino matándolos en el lugar. No me gusta entregarlos a Azkabán. En definitiva, somos los magos de sangre pura los que pagamos por su confinamiento—dijo molesta, arrojando unos cuantos vestidos sobre la cama.

Se dio vuelta para mirarla un momento y aclaró:

—No te he castigado por el simple motivo de que quiero mostrarte en público. Mi hermana se ensaño contigo anoche. No esperaba menos—expresó con una sonrisa.

Hermione no emitió sonido alguno. Acurrucada y con los ojos abiertos, escuchó cada palabra.

—Cada detalle se está preparando en este momento. Vendrán invitados importantes. Familias de apellidos renombrados...mi sobrino llegará con su prometida para el evento—contó acercándose, haciendo sonar sus botas—. Está de más decir que exijo un comportamiento impoluto. Un mísero error y te costará la vida. ¡Lo sabes!, ¿no?—le habló, hincándose a su lado y sin despegar sus ojos de los suyos.

Hermione asintió despacio con gesto de pánico.

—Así me gusta—felicitó, palmeándole la cabeza como un dueño lo haría con su perro—. Satisfáceme y te recompensaré...por supuesto que el premio no será grande, pero te servirá para vivir un tiempo más.

No tenían que preguntárselo dos veces, prefería estar ahí en el piso, helada y muerta de hambre...que en la habitación de Narcissa Malfoy.

—Dos pasos detrás de mí—ordenó Bella, bajando las escaleras, arrastrando su hermoso vestido de encaje negro.

Esclava Corazón en cautiverio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora