Esclava Corazón en cautiverio

Tres Inevitables Actos

—¡Ve a juntar naranjas!—ordenó Bellatrix, haciendo un cabeceó osco, señalando la puerta.

—Aquí no hay naranjas, jefa—dijo Luca, levantándose de la silla y dejando en la mesa su taza, recién servida.

—Entonces lo que sea que exista en este asqueroso bosque... ¡Vete y demora!—exigió, sentándose en la cama con dificultad.

—De acuerdo—asintió, saliendo de la cabaña.

Hermione se quedó inmóvil, sentada en la silla más alejada de la habitación, esperando el motivo de la repentina petición.

—Usaste mi varita—dijo la azabache por fin—. Vendiste mi capa y botas—siseó, respirando sonoramente.

—Yo...yo lo siento mucho, era para comer, ama—quiso explicar, pegando su mentón al pecho para evitar mirarla.

—Lo sientes mucho—recitó, torciendo la boca, conteniendo las ganas de arrancarle los pelos de un solo cinchón. Y si no fuera por su estado, de seguro ya hubiera caminado hasta ella para zarandearla, sin contemplaciones...su preciada capa. Las botas le importaban un cuerno, tenía desenas de ellas, pero su amada capa era irremplazable.—. Hoy nos vamos—informó.

—Pero usted todavía no se encuentra en condiciones...—quiso protestar, pero sin atreverse a elevar demasiado la voz.

—¡Hoy nos vamos!—repitió más lento y amenazante.

—Por supuesto—asintió en su sitio.

Bellatrix se acomodó en el borde de la cama y masajeó su nuca, haciendo pequeños círculos. Su cabeza le estallaba, pero en general, su estado era bastante bueno...soportaría sin problemas el traslado.

—¿Quiere que le alcance un vaso con agua?—se animó a preguntar.

—No, estoy bien—dijo, posando sus ojos nuevamente en ella.

¿Por qué lo había hecho? No existían motivos y aun así, les salvo el trasero...¿por qué?

—Tuviste la oportunidad de escapar y no lo hiciste—formuló lo que estaba pensando desde que había recobrado el sentido.

—Sí—contestó Hermione, estrujándose las manos.

—Eres consciente de que no te debo nada—quiso dejar en claro—. Eres mi esclava y yo tu ama. Tus acciones no modifican los títulos y mucho menos mi posición de autoridad—habló inexpresiva, analizando cada micro gesto de la chica, frente a ella.

—Por supuesto que lo sé—aseguró, después de varios segundos en silencio —. No actué para ganarme su favor.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste?—inquirió con curiosidad.

—No podía permitir que esas personas hicieran una carnicería sin un juicio previo. No era justo, ni para usted, ni para nadie—dijo sincera.

—Desde luego, mi pequeña esclava moralista—carcajeó, pero con cuidado de no moverse demasiado —. Eso no explica porque no escapaste después. Nos trasladaste hasta aquí, podrías haberte ido, pero no fue así—siguió, exigiendo una explicación.

Hermione no dijo nada, ¿y cómo decirlo? Era claro su lugar en el mundo. Mordió su mejilla interior y rogó para que no volviera a interrogarla.

Bellatrix ladeó la cabeza y después de comprobar que su pregunta no iba a ser contestada, inexplicablemente suspiró y dio el tema por terminado. De todos modos ya sabía la respuesta.

—Cuando anochezca, nos iremos—informó, volviendo a recostarse.

—Sí, ama—aceptó, apretando con fuerza los parpados para que ninguna lágrima caprichosa se le escapara.