Dos Frascos

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Le dolían los pies, los zapatos que había escogido la estaban matando.

Media hora había demorado en librarse de lo que quedaba de la fiesta. Había estado a punto de mandar al cuerno a más de uno, incluida a su hermana.

Bellatrix se apoyó en el barandal y comenzó a subir los escalones, deseando llegar a su dormitorio. Aunque sabía que su día aun no terminaba, estaba ansiosa por poder estirarse en su cama y sentir un momento de relajación...odiaba las reuniones y todo lo que implicaba ser anfitriona.

—¿Sabes todas las mentiras que acabo de inventar por tu culpa?—bufó, ingresando por fin a la habitación y cerrando la puerta con llave.

—Lo...lo siento, ama—dijo Hermione sin poder aguantar las lágrimas, hincada de cara al suelo.

—¡SILVIA!, ¿Y dónde demonios está Silvia?—chilló, girándose en sí misma.

—Aquí, ama—contestó detrás de ella, junto a la puerta.

—Ah, sí...—murmuró. Ni cuenta se había dado de su presencia al ingresar a la alcoba—. ¿Has traído todo lo que ordené?—quiso saber con impaciencia y agitando la mano.

—Sí, ama, aquí está todo lo que me pidió—dijo, acercándose a la cómoda para mostrarle la bandeja.

—¿La bañaste?—inquirió, observándola con fijación.

—Por supuesto—contestó de inmediato.

—De acuerdo, puedes irte, —permitió, abriendo la puerta— pero recuerda...cada rincón debe brillar para mañana en la mañana—ordenó, dejando que saliera para seguidamente volver a asegurarla con tranca.

Silvia se dirigió a la cocina con paso apresurado. Tendría una noche interminable, pensó justo antes de desaparecer por la escalera de servicio.

—Muy bien, acércate—ordenó Bella, al verse a solas con su esclava personal.

Hermione se levantó del suelo con lentitud y con su cabeza gacha, caminó hasta donde su ama se encontraba.

—Te beberás esto,—exigió, tomando de la bandeja una pequeña botella con un liquido verde en su interior—y luego, tomarás esta de aquí—le informó, sosteniendo con la otra mano una muy parecida, pero completamente transparente.

La castaña frunció a penas las cejas, pero de inmediato sostuvo la primera botella entre sus temblorosas manos. Destapó el envase y de un sólo trago la terminó. Sabía horrible, estuvo a punto de hacer una gran arcada, pero apretó sus dientes con tanta fuerza que la sensación de asco se disipó hasta ser soportable.

Bellatrix hizo un gesto de sorpresa. Había apostado que vomitaría al instante, pero no lo había hecho. Esa poción era un verdadero asco, ella misma la había tenido que ingerir en dos o tres ocasiones y recordaba a la perfección que su estomago no la había tolerado. Su pequeña esclava era más fuerte de lo que había supuesto...o tal vez el miedo podía superar cualquier adversidad...sí, eso debía ser, se dijo más convencida.

—Ahora bébete la otra—le habló, extendiéndole la botella restante.

Hermione obedeció y como la primera, la bebió sin respirar. Le entregó a su ama el frasco vacío y aguardo.

—¿Ves ese taburete de allí?—señaló con su dedo—. Quiero que lo traigas, lo coloques junto a la cama y te sientes en el, ¿lo comprendes?

—Sí, ama—contestó, dándose la vuelta con velocidad para acatar lo que le había encomendado.

Puso el taburete donde le había dicho Bellatrix, pero cuando estuvo a punto de sentarse se mordió el labio y se detuvo, precavida.

—Siéntate—autorizó a la vez que se quitaba el vestido y se colocaba una bata de encaje, escandalosamente transparente.

Esclava Corazón en cautiverio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora