Cuando Peeta se deslizó de su silla y se alejó, lo miré, preguntándome
qué había pasado. Su alegre silbido resonó a mis espaldas antes de doblar en una esquina y desaparecer de la vista. Giré hacia Zwinn, apuntándolo. —¿Qué fue eso? Mientras Zoey se encogió de hombros, Quinn dijo—: Él debe saber. Relucí mis dientes.—No lo sabe.
No podía saber, sin embargo, no hacía falta un genio para darse cuenta de quién era yo. Lo único que tendría que hacer era encender la luz. Tal vez me siguió anoche después de que me fui. Tal vez finalmente reconoció mi voz. O tal vez Quinn solo ponía pensamientos en mi cabeza.
Peeta no le dejó saber a la Visitante Nocturna que sabía algo cuando le envió un mensaje. Y, de todos modos, ¿qué pasaba con eso, los mensajes de texto y viniendo a verme después de que él le envió un mensaje? A menos que... no, no creo que supiera.
A menos que sí lo supiera.
Mierda, no sabía qué pensar. Odiaba estar confundida. Odiaba la facilidad con que la Visitante Nocturna también aceptó esa invitación. Pero eso quizá tuvo algo más que ver con la manera sucia, oscura y pecaminosa en que prometió tomarme. Dios, era demasiado fácil para dejar que
el sexo dominara mi sentido común. Pero no eran solo mis hormonas gimiendo por él; mi tonto y estúpido corazón también era pro-Peeta. Negárselo era francamente imposible, sin importar lo mucho que tratara de animarme a mí
misma de que algo bueno y sano no era el camino a seguir.—Me tengo que ir —le dije a Zwinn cuando cerré mi libro. Jamás podría
estudiar ahora. Tenía una noche con Peeta que esperar.Una noche de placeres oscuros.
Oscuro. Umm, de repente me pregunté por qué me permitió dejar las luces apagadas. Sé que dijo que le gustaba el juego de no saber quién era, pero fue su idea de mantenerlo oscuro la primera noche que fui, estropeando sus
planes con Kelly. Tal vez ese rumor era cierto. Él solo lo hacía de esa manera. Pero... ¿por qué?
Uno pensaría que trataba de ocultar algo; una deformidad o una cicatriz
o algo así. Excepto que Peeta Mellark no era un hombre modesto. Le vi sin camisa en numerosas ocasiones... todos momentos gloriosos que te dejaban sin
aliento. Lo vi en pantalones cortos; tan cortos que dejaban ver el músculo y bronceado dorado de sus muslos tonificados. Él no tenía ningún problema con exponer su esculpido cuerpo atlético. Las únicas cosas que no vi era su polla... o su trasero. Sin embargo, dudaba que tuviera algo malo en su trasero, también lo vi perfectamente moldeado en la parte posterior de sus mallas de fútbol. Sin duda no tenía ninguna deformidad existente. Eso solo dejaba su polla. Con el ceño fruncido, sacudí la cabeza. No. Esa parte de él no se sintió extraña ni deformada. Y tampoco se sintió demasiado
pequeño, en caso de que estuviera preocupado de que su tamaño no esté a la altura de su enorme ego. La forma en que me tuvo que estirar para entrar, sabía que tenía que ser fácilmente dos veces más grande que Sander. Me sonrojé y miré a mi alrededor, esperando que nadie supiera lo mojada que me encontraba, o lo muy duros que estaban mis pezones. Pero, aahhg, esto era tan embarazoso. ¿Cómo podría Peeta Mellark excitarme de esta manera totalmente sin siquiera estar cerca? Me aclaré la garganta y me dirigí hacia mi siguiente clase, a pesar de que era demasiado pronto para ello. Necesitaba algún tipo de destino porque mi mente se perdía demasiado. Sin embargo, ¿qué ocultaba? Si su polla está perfectamente formada y grande, entonces, ¿era de un color extraño, cubierto de manchas, rayas de cebra? Solté un bufido. Tenía que dejar de soñar despierta con la polla de Peeta.De todos modos, seguro que su preferencia por el sexo con luces apagadas tenía más que ver con razones emocionales que físicas, como un bicho raro.
Tal vez... ooh, tal vez le gustaba fingir que se hallaba con alguien más —como, ejem, yo— así no se esforzaba para no ver la cara de su pareja. Ya admitió que no le gustaba saber quién era yo por lo que el escenario tenía sentido ahora.
Sonreí, me gustaba la idea. Sí, yo era la razón de su extraño fetiche a la
oscuridad.
