Katniss

254 21 0
                                        

Cuando Peeta quedó sin fuerzas apoyado contra mí y supe que se había quedado dormido, suspiré profundamente y, de a poco, detuve el movimiento de mis dedos acariciando su cabello.
De repente, tenía demasiado que procesar. Pero, ¿se iba? Sabía que era el paso lógico para alguien que se graduaba de la universidad, pero, mierda... ni siquiera había considerado la posibilidad. Porque, obviamente, era una idiota.
O tal vez, porque Peeta nunca actuó como alguien que anhelaba madurar y mudarse.
Pero lo más perturbador era el hecho que gritó mi nombre cuando tuvo su orgasmo. No creo que siquiera se hubiera dado cuenta que lo hizo. Después de ello, no había dicho nada ni actuado raro tampoco. Con el paso de los segundos, llegué a la conclusión que ni siquiera se dio cuenta de lo que había hecho.

Mis manos comenzaron a temblar y las lágrimas inundaron mis ojos.
Bueno, sucedió. El sueño que me deseara tanto como yo lo deseaba se hizo realidad, pero simplemente quería llorar porque era mucho que procesar. Fue muy hermoso, muy irreal, muy... ¡Cielos! Y dos segundos después, ¿soltó la bomba sobre mudarse a un lugar tan lejos como California? ¿En qué demonios me estaba metiendo? Arriesgaba la ira y confianza de mi hermano por un mujeriego estúpido e inmaduro, que tal vez se iría y rompería mi corazón. Y lo hacía con plena conciencia porque, sin importar
todas las veces que me decía que huyera, no podía dejarlo así como así, todavía no. Bajé mi mejilla a su hombro y recorrí su pecho con mis dedos.

—Te amo —susurré, agradecida de al menos tener este momento de paz con él, un recuerdo que atesoraría una vez que se fuera. Pero aun así, tuve que agregar la silenciosa súplica—. Por favor, no te vayas.

Cuando no respondió, y ni siquiera se movió, suspiré con tristeza y me
alejé de su cálido abrazo.

Cuando salí de la cama, rodó en mi dirección como si me buscara en su sueño. El dolor me atravesó, pero continué y encontré mis pertenencias en la oscuridad.
Estuve tentada a prender la lámpara así podría tener un vistazo de él dormido y desnudo en su cama, pero no quería arriesgarme a que despertara y me viera, así que me dirigí hacia la puerta y me apresuré por el pasillo hacia la
puerta principal. Mientras caminaba por la vereda camino a casa, dieciocho cuadras desde la casa de Aspen, decidí que sería lo mejor si la Visitante Nocturna hubiera acabado de hacer su última incursión en la habitación de Peeta.

Peeta.

Cuando desperté en la mañana, me encontraba solo. En ese mismo
instante, la eché de menos y llevé mi mano a su lado de la cama. La hendidura de una cabeza en la almohada junto a la mía me hizo sonreír. Al menos, tenía una prueba que era real.

El dolor punzante en mi espalda mientras tomaba una ducha era otra prueba más.

—¿Qué demonios? —murmuré, volteándome e intentando sentir esa parte de mi espalda para saber qué pasaba conmigo. No fue hasta cuando salí de la ducha y me secaba que vi un destello de marcas de rasguños en mis omoplatos, y me di cuenta cuál era el dolor. Debió haber dejado su marca cuando la saboreé anoche. Me agarró bastante fuerte. Mierda, eso me agrado. Sonriendo, silbé mientras volvía a mi habitación en nada más que una toalla. Comencé a hacer mi cama, sintiéndome como un tonto cuando me detuve y me incliné para oler su aroma en mis sábanas.
Cuando sentí su perfume único, suspiré e inhalé más profundo. Cielos, olía genial. Me encontraba a punto de volver a la cama y masturbarme pensando en ella cuando me frené. ¿Qué demonios hacía? ¿En serio estaba tan loco por esta chica sin conocer nada más cómo se sentía, olía, y sabía.... ah, y que tenía una anormal obsesión conmigo? Había perdido mi maldita cabeza. Infiernos, ya estaba loco
por alguien; no necesitaba añadir a otra mujer a la lista. Anoche, le permití saber con mucha facilidad y le di algo de charla de mierda que quería. ¿Por qué lo hice? No necesitábamos hablar. Entre nosotros era solo físico. Y eso era todo de lo que se trataba, me ordené con un poco más de firmeza. De hecho, la próxima vez que me enviara un mensaje, la ignoraría.
Debería encontrar otra chica que no tuviera ningún problema sobre que fuera todo físico, y mi vida volvería a la normalidad. No más estrés acechando, no más sueños perturbadores como el que tuve anoche sobre mi hermana, y no
más de esta mierda de "sentimientos". No para mí.
Junté un puñado de sábanas, y saqué con fuerzas las mantas de mi cama con la intención de sacar su olor de ellas, pero luego me di cuenta que, en realidad, le haría caso sobre lavar mis sábanas.

Perfecto Y Casual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora