Peeta

271 20 1
                                        

Estaba pasando por la abstinencia de Katniss. Después de quedarse conmigo toda la noche del viernes, despertaba cada mañana para buscarla. Apestaba que nunca estuviera allí. No fuimos capaces de
vernos durante las siguientes cuatro noches por su trabajo, mi trabajo, y las tareas escolares de mierda que llegaron oportunamente. Así no solo la quería aquí, sino que también me empecé a poner caliente. Cuando el miércoles la vi sentada debajo de un árbol en el campus, quitando el cabello de su cara mientras leía algo en su teléfono, de ninguna manera me mantendría alejado.

—Justo la mujer en la que pensaba —dije en cuanto me acerqué.
Su cabeza se sacudió, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Después de mirar alrededor a todas las personas que pasaban para ir a clases, se volvió para mirarme.

—La gente puede vernos.

—Maldita sea. —Chasqueé mis dedos e hice una mueca de dolor
mientras me dejaba caer a su lado—. Pensé que hoy mi capa de invisibilidad funcionaba. Puso los ojos en blanco. —Tristón. Pero en serio, ¿qué estás haciendo hablándome en público? Fruncí el ceño. —¿Hablar contigo en público no está permitido? —Para evitar acercarme a ella como necesitaba, abrí mi mochila y busqué dentro antes de sacar una caja llena de mentas.

—Yo solo... Supuse que no esperé que tú... ya sabes... fueras a hablar
conmigo en público. Después de abrir mis mentas, silenciosamente le ofrecí un puñado. Una sonrisa iluminó su rostro antes de que tendiera la mano. —Gracias.

—Esparcí un montón en su mano y luego tiré algunas directamente en mi boca.

—Hablo contigo en público todo el tiempo —dije con la boca llena.
Pareció considerarlo por un momento antes de encogerse de hombros y masticar. —Supongo que tienes razón.

—Sé que la tengo. —Tragué saliva y me metí más pastillas de menta en la boca—. Ahora dime, ¿qué te está molestando? Su mirada se encontró con la mía. —¿Por qué crees que algo me está molestando? Le hice señas a mis propios flequillos.

—Estás haciendo la cosa del cabello.
—¿Cosa del cabello? —Sacudió la cabeza, diciéndome que no tenía ni
idea de lo que hablaba.

—Sí, ya sabes. —Hice un gesto con la mano de nuevo—. Siempre haces
esa cosa con tu cabello cuando algo te molesta. Parpadeando, se inclinó hacia mí. —Yo hago... ¿qué?

—No importa. Solo dime qué traseros tengo que patear.

—Tú... —Puso su mano sobre la boca y solo me miró con asombro. Luego se aclaró la garganta y dejó caer su mano mientras negó—. No debes patear ningún trasero. Solo me fijaba si la nota de mi filmografía final fue publicada.

—Miró de nuevo abajo y actualizó su pantalla—. ¿Te acuerdas de lo que te dije? Teníamos que hacer un proyecto en grupo y convertirlo en una pequeña obra de teatro. ¿Cómo mi grupo me nombró la maldita directora, básicamente tuve que asumir la responsabilidad de asegurarme de que todo se hiciera?
Diablos, sí, la recordé contándome sobre ello. Era la razón por la que no pudo venir en la noche más veces de las que me gustaría. Asentí y le hice señas para que continuara.
Dejó escapar un suspiro.

—Bueno, lo entregué ayer. —Con un gruñido suave, continuó—: Y estoy malditamente preocupada sobre nuestra calificación. Todavía quiero matar a Blaze por dejarme toda la responsabilidad. Terminé
escribiendo todo el guion porque se enojó conmigo por llamarla perdedora. Levanté una mano.

—Espera. ¿Has dicho Blaze? ¿Una chica de hermandad Alpha Delta Pi? Que en realidad se llama Jan, o algo así, pero se hace llamar a sí misma...

—Sí —gimió, poniendo los ojos en blanco—. ¿La conoces? Mordí el interior de mi labio, deteniéndome para no dejar escapar lo bien que conocí a Blaze una vez. Con un encogimiento de hombros, murmuré—: La llamaste bien. Es una especie de zorra.

Perfecto Y Casual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora