Peeta

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Empecé con buenas intenciones. Lo digo en serio.

Eso es jodidamente loco de escuchar, lo sé. Esas dos palabras conectadas y yo, como que simplemente no nos mezclamos. Pero en este caso, en realidad
quería hacer lo mejor.

Era probable que tuviera algo que ver con algún desvarío fraternal que permanecía desde hacía mucho tiempo atrás. Sigo sintiéndome extraño cuando descubro que una chica con la que estoy es la hermana de alguien. Si no sé nada
al respecto, estoy bien; puedo continuar con mi actitud típica de idiota. Pero si ella llega a mencionarlo, comienzo con el respeto y esa mierda, lo que arruina
las intenciones malvadas que tengo por lo general. Por lo que saber que ella era una hermanita antes de ponerle los ojos
encima, condenó todo desde el primer momento. Lo que es peor, no era solo la hermana pequeña de cualquiera. Tenía que ser su hermana pequeña. Pero conocerla cuando él la llevaba desde un cuarto de baño, donde había estado
gravemente enferma durante toda la noche fue lo que lo dejó claro para mí. Se veía muy mal con su piel tan pálida y translúcida, mechones de pelo castaño y
húmedo cayendo de una cola de caballo, y sus brazos delgados sin fuerza por el agotamiento mientras los envolvía alrededor del cuello de su hermano. Después de verla así y escuchar lo que ella le dijo que le ocurrió, tuve todas estas reacciones locas y estúpidas. La más fuerte fue... ¿cuál es esa palabra? Esa que nunca se aplica a mí. Oh sí. Protección. Me volví protector.
Quería sacarla de un tirón de sus brazos y llevarla a los míos, y patearle los huevos a cualquier persona que estuviera cerca de nosotros.
Me hallaba dispuesto a asesinar por esta chica. Y eso fue antes de que levantara la cara de su hombro y me mirara.

Hablando de un golpe en el culo. No esperaba experimentar ni una maldita cosa por simplemente hacer contacto visual con una chica. Pero me pasó, y mucho más. Sus inolvidables ojos grises se encontraban rojos por el insomnio,
sus pómulos perfectamente formados estaban teñidos con un enfermizo tono grisáceo, y tenía los labios cortados hasta que la sangre seca descascarara su deliciosa boca. Sin embargo, era tan condenadamente hermosa en una de esas maneras inquietantemente etéreas que te deja sin aliento.

Sí, sí, estoy siendo cursi y dramático y un idiota, pero es jodidamente
cierto, así que basta.

Ya sé qué otra cosa estás pensando. Soy Peeta Mellark; considero que
muchas de las mujeres son preciosas. ¿Qué hay de nuevo? No puedo salir de mi apartamento sin enlistar los atributos que aprecio.

Le echo un vistazo a su culo.
Me encantan las tetas de esa.
Oye, déjame pasar mi lengua por ese labio para ti, cariño.

Ah, sí, se lo haría en un instante.
Esa es tan sexy que incluso se lo haría de nuevo.

Pero para mí es raro cuando la aparición de una chica en particular me da un puñetazo tan fuerte que me deja un agujero en el estómago y permanece en mi mente.

Katniss Everdeen dejó un gigantesco agujero ardiendo en el centro de mi estómago. El lugar sigue chamuscando cuando la veo, o cuando alguien habla de ella, o cuando pienso e incluso sueño con ella. Mierda, he invertido en
suministros de antiácidos porque todo mi aparato digestivo es una desastre constante y sofocante.
Nunca debí haber sido amable con ella. Eso es lo que en verdad me
arruinó. Me doy cuenta ahora... ahora que es malditamente tarde.

Mira, yo siempre —siempre— me comportaba bien cuando se encontraba cerca. Me cuidaba con lo que decía. La trataba con cortesía, todas las cosas que
no son normales para mí, sí, pero no quería que ella supiera el pervertido espeluznante que era realmente. Quería que pensara que era un buen tipo. Además de que su hermano me hubiera pateado el culo si no me comportaba
perfectamente con ella.

Pero, joder, ser amable resultó contraproducente.

La maldita chica intentó besarme. Dos veces. Lo sé. Qué descaro.

Perfecto Y Casual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora