Capítulo siete. Eres otoño

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-Hola Jerry -saludé al pequeño y adorable empleado de los Cutberth.

-Señorita, que sorpresa su visita, pase.

-Gracias, Jerry, busco a Anne, ¿Está aquí?

-Si claro, llegó muy triste, la señora Cuthbert dice que no quiere nisiquiera comer, es una pena lo que está pasando.

-¡Querida Danielle! ¡Cuanto tiempo! -dijo la señora Cuthbert mientras salía de su casa-. ¿Cómo has estado querida?

-Oh muy bien señorita Cuthbert, muchas gracias.

-Puedes llamarme Marilla, me da mucho gusto que estés bien, debes estar muy feliz de haber vuelto... y supongo que vienes a ver a Anne.

-Si, vengo a verla, la vi muy desanimada hoy.

-Lo está, agradezco mucho que hayas venido, ha pasado momentos muy díficiles, de por si toda su vida ha estado siendo desdichada y ahora esto, aunque ella se lo buscó pero de cierto modo la entiendo, ya ella te contará todo lo sucedido, pasa, pasa.

Me dirigí a la habitación de Anne una vez que la señora Marilla me indicó hacía donde era, toqué la puerta una vez con nerviosismo.

-¡Ya te dije que no quiero comer nada Marilla! -gritó Anne entre sollozos.

-Soy yo, Danielle -dije mientras abría la puerta.

Anne estaba en su cama hecha un ovillo, con la cabeza debajo de la almohada y las botas aun puestas. Me senté en el borde de la cama y comencé a desatar sus agujetas para poder quitarle las botas.

-Disculpa el atrevimiento, pero es lo que hago cuando mi madre regaña a Minnie May y esta se tira con todo y botas en la cama -dije despacio.

-No deberías hacer eso por mí, nadie debería hacer nada por mí, soy patética -dijo sin quitarse la almohada de la cara.

-Yo podría hacer cualquier cosa por ti, Anne, lo que sea, si me lo permites... es más -comencé a sacar los objetos de mi bolsa-. Estoy haciendo algo para ti, un obsequio que te va a encantar.

Anne se quitó la almohada de la cabeza y pude ver sus ojos hinchados de tanto llorar, me acerqué a limpiarle las lágrimas con un pañuelo (que había elegido cuidadosa y específicamente para este momento) y la cercanía de su cuerpo me dió un escalofrío, estaba agradecida de poder ser su amiga o de otro modo no podría tocarle, aún así decidí siempre respetar su espacio cuando no me quisiera cerca.

-¿Un obsequio? -preguntó por fin con curiosidad.

-Si, mira -dije mientras sacaba las cosas de la bolsa que había traído conmigo-. En realidad, aún no lo termino, quería pasar tiempo contigo y que me vieras pintar.

Le puse el pequeño lienzo a Anne en sus delicadas manos y pude notar como en sus ojos se leía un gesto de sorpresa.

-Es... es... delicado, glorioso, perfecto, es la obra mas hermosa que he tenido la dicha de tocar y solo cabe en mis manos, no puedo entender como tanta belleza puede caber en un espacio tan reducido, eso lo hace infinitamente mas especial.

Una sonrisa se iba dibujando en su rostro a medida que decía cada palabra, era la secuencia mas hermosa de imágenes capturadas por mis ojos que alguna vez tendría la dicha de ver así de cerca. Sus ojos seguían mojados, hinchados y de un tono rojizo, pero era ese conjunto -la tristeza que había sido combatida por la felicidad- lo que hacía el cuadro perfecto de la musa perfecta.

-Oh Anne, estoy tan feliz de que aprecies cada detalle, pero esto es solo el boceto con solo unos rastros de pintura y...

-No puedo imaginar lo hermoso que será una vez terminado -me interrumpió-, si ya es perfecto como está.

No pude decir nada, estaba tan aturdida con cada movimiento y palabra que brotaba de ella que solo tomé suavemente el lienzo de sus manos y me dirigí a la pequeña mesa de trabajo de Anne, le hice una seña para que viniera a mi lado, acomodé mis herramientas y comencé a pintar.

Había esperado sentir nerviosismo al tener a alguien viéndome pintar, de hecho jamás se lo había permitido a Gertrude o a tía Josephine, quería que Anne fuera la única con ese permiso aunque el costo seria el nerviosismo, pero este no apareció, solamente sentía un frenesí en mi mano cada que daba una pincelada, podía sentir los colores en mis ojos y muy dentro de mí, sentía la mezcla de colores cálidos o fríos en el corazón, la inspiración que me daba Anne había tomado otro significado, no eran sus palabras, era ella, su presencia calmaba todo y hacía de mi una mejor artista, me sentía capaz de ganar reconocimiento si en cada pintura realizada ella estaría presente.

Terminé de pintar el lago, solo me faltaba el árbol de cerezo que estaba en el primer plano, comencé pintando el tronco y sus ramas, Anne comprendió de que se trataba y empezó a relatar pequeñas anécdotas con su reina de hielo, luego recordó que estamos en invierno y su árbol está sin flores y entristeció.

-Anne, una vez te dije que eres como el otoño ¿recuerdas?

-Por supuesto que lo recuerdo, nunca nadie me había dicho algo tan bonito en toda mi vida... Pero lo dijiste por mi cabello... y ahora mi cabello está...

-Corto... si, pero Anne, no lo dije por tu cabello solamente, lo dije por ti, tu eres mi otoño porque... yo amo el otoño; en estos momentos tu te sientes en tu interior como invierno... ¿aún amas a tu árbol sabiendo que se quedó sin hojas por qué el invierno llegó? -Anne asintió-. Bueno, tú también te quedaste sin hojas, pero crecerán en primavera y serán las mas lindas de todas, aun así yo no te dejo de querer, ni Diana, ni tu familia, como tu no dejas de querer a la reina de hielo.

Anne no dijo nada, solamente me miró unos segundos y enseguida se echó a mis brazos, comenzó a llorar desconsoladamente y cuando se calmó dijo:

-Tú eres la persona que mas me hace sentir bien conmigo misma, tú eres quien estaba esperando.

Su rostro estaba tan cerca del mío que puse a trabajar a todas mis fuerzas para resistir la tentación de besarle.

-¿Qué me dirías Anne... si te digo que quiero darte un beso ahora?

Danielle with an E | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora