☄CAPÍTULO 12☄

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Cuando Fedora entró en su casa no le sorprendió la figura que estaba sentada en uno de los muebles de la esquina esperando. Samuel lucía desvelado, su camisa estaba arrugada y traía algunas ojeras debajo de sus ojos y al verla se puso de pie, la oscuridad en su mirada asustó a la mujer y por un momento se preguntó si debió dejar que Gonzalo la acompañara.

—¿Dónde estabas?—su voz era fría, controlada.

Ella mantuvo su cabeza en alto.

—Fui a tomar un helado.

Él la ojea de pies a cabeza.

—¿Fuiste sola?

Se acerca hasta quedar frente a frente a la mujer.

—Samuel tengo muchas cosas que hacer, creo que es mejor que vuelvas más tarde.

—¡Respóndeme!—su grito la hace saltar—Estabas con el escuincle ¿verdad?

—Samuel por favor tranquilízate. Gonzalo está pasando por un mal momento y necesitaba compañía...solamente fuimos a tomar un helado y luego él se ofreció a traerme.

—Escúchame bien Fedora—la agarró del brazo—Que sea la última vez que te veo cerca de Gonzalo, si tanta compañía necesita para eso está su familia y si no le basta con eso pues que se compre un perro pero mi mujer no le va a servir de acompañante a ningún hombre ¿me entendiste?

—¿Que diablos te pasa?—se soltó furiosa de su agarre.—Ya estoy bastante grandecita para tener que aguantar estas escenas que nisiquiera a mis ex les permití y esta no va a ser la excepción.

La expresión del hombre cambió radicalmente de enojo a una sonrisa de esas que a veces lograban asustar a la mujer.

—Tienes toda la razón mi amor—presionó sus labios fríos contra las mejillas de la ojiverde—Solamente estoy algo nervioso porque ya se acerca la exposición de mis cuadros—aseguró—sabes que eres mi musa ¿no?—acarició lentamente su cuello y por un momento ella sintió que lo apretaba más de lo debido—y lo vas a seguir siendo, solo mía y de nadie más—prometió, más que algo romántico, parecía amenaza. Fedora lo observó directo a los ojos tratando de descifrarlo y Samuel la empujó alejándola de él para luego salir por la puerta grande, no sin antes lanzarle un beso.

***
Para las seis de la tarde ya la mansión Carranza estaba impecable y lista de pies a cabeza. Habían flores, cintas, meseros con sus bandejas plateadas pasando por cada rincón ofreciendo bocadillos y copas de champagne.

El patio trasero estaba todo iluminado, estaba un DJ al que Sergio le había exigido que pusiera música acorde a un evento lleno de personas serias y prestigiosas.

La gente era ancestral y aburrida, hombres en trajes que representaban empresas y sociedades acompañados de sus esposas.

Gonzalo estaba apartado en una esquina como solía hacerlo en todos esos eventos, se sentía inquieto y algo obstinado, para él ese festejo era una semejante farsa, se sentía tan abrumado que hasta se le antojó una copa, detuvo a uno de los meseros pero antes de coger la bebida de la bandeja una mano de uñas pintadas color coral se le enganchó en la muñeca. Lorena apareció ante él y le hizo señas al mesero para que continuara su camino.

—¿Qué se supone que haces?—regañó al joven—últimamente te la pasas refugiándote en el alcohol y tú no eres así.

Gonzalo puso cara de ligero desconcierto.

—No creí que vinieras, no me he podido comunicar contigo desde..

—Si, desde que me dejaste sola en el club—cortó enojada.

—Lore no fue mi intención y te pido perdón por eso pero no me sentía bien—se disculpó honestamente—con todo lo que está pasando tengo mi cabeza en otro lado.

Lorena cambió su postura de enojo a una más pacífica de comprensión y le sobó el brazo tiernamente.

—Perdóname tú a mi Gonzo, sé que no estás en un buen momento y lo menos que quiero es estar enojada contigo—aseguró con su tono suave de voz—Pero si me gustaría saber con quién te fuiste esa noche porque Miguel regresó conmigo—ella necesitaba saberlo.

Gonzalo estaba a punto de decir algo cuando levantó la mirada y se congeló.

Fedora había llegado y es que su porte, su presencia, su mirada, era tan imposible de pasar por alto. Ella tenía algo llamativo, algo fascinante. Quizás sus ojos, quizás su cabello, quizás su piel cremosa o quizás era simplemente ella. Gonzalo no lo sabía con exactitud pero había algo desconocido que predominaba en el sitio donde ella se encontrase, no podía ignorar que ella estaba allí y resultaba magnético de una manera inquietante.

—¿Gonzalo?—la voz de Lorena lo sacó de sus pensamientos.

—¿Eh?—Lorena pasó la mano adelante de sus ojos.

—¡Te estoy hablando!

—Lo siento—dice mirándola—decías...

—No importa.

—Vamos, no te enojes de nuevo, yo solo estaba...

—¿Admirando a Fedora?—dijo cruzando los brazos sobre el pecho.

—¡No!—negó con la cabeza—Por supuesto que no.

—¿Sabes qué?, la verdad no sé ni que hago aquí, te las pasas ignorándome—resopló furiosa.

—Lore...—la llamó el joven pero ella ya se había marchado.

—Buenas noches—esa voz lo hizo voltear nuevamente.

Durante un momento, el tiempo transcurrió lento. Él solo fue capaz de detallarla de pies a cabeza. Su vestido era color crema que se le ajustaba a la perfección en las partes correctas. Llevaba el cabello suelto como de costumbre, su maquillaje era sencillo pero sus ojos se le destacaban más que nunca, el brillo de ellos era atrayente.

A Gonzalo le costaba tanto respirar cuando la tenía tan cerca, estaba totalmente embelesado por su belleza. Sintió el mismo asombro, la misma fascinación que la primera vez que la vio y junto a eso le faltó el aire e incluso le cosquilleó el estómago.

—Fedora, te ves...—susurró todavía embelesado.—Hermosa—exhaló todo el aire que estaba conteniendo porque ya su corazón era un mar de sentimientos.

A través del Tiempo, porque hay amores que no caben en una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora