☄CAPÍTULO 7☄

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La noche no tardó en llegar rodeándolo con su oscuridad. Con las manos detrás de su cabeza estaba acostado en su cama. Sus ojos observaban el techo distraídamente. La oscuridad en su habitación lo consume como si lo absorbiera dentro de sus propios pensamientos.

La verdad es que se había quedado muy preocupado púes recordó que Fedora antes de despedirse no tenía buena pinta y Miguel incluso le aseguró que podría tener calentura debido al incidente de la alberca.

Gonzalo por más que intentó no preocuparse fue en vano porque de alguna extraña manera sentía que entre él y Fedora había una especie de conexión y eso le decía en su interior que ella no estaba bien en ese momento así que sin pensarlo más tomó la bolsa que tenía a su lado, en su interior traía todo lo necesario según Miguel para estas situaciones. Se colocó una chaqueta y sin más tomó su auto y se dirigió a casa de la rubia.

Al llegar al sitio bajó del coche y dejó que sus piernas tomaran el control hasta que se detuvo a escasos centímetros de la puerta. Una vez allí se dio cuenta de que estaba temblando, los nervios se apoderaron de él, esos nervios que le provocaban cada vez que estaba cerca de la mujer.

Decidió tocar el timbre pero no hubo respuesta, hizo lo mismo par de veces pero todo seguía en silencio absoluto y cuando pensó en irse fue que se fijó que la puerta siempre había estado abierta así que decidió entrar con una preocupación más notable aún.

Cuando entró en la casa encontró a Fedora sumida en una negruna espesa. Encendió la luz y le echó una revisión.

Su cuerpo estaba tirado en el sofá tan inmóvil que se asustó. Él se apresuró en acercarse para examinarla.

—Fedora—la llamó con suavidad dejando la bolsa que traía sobre la mesita pero ella no respondió—Fedora—la llamó más fuerte, no hubo ningún movimiento de su parte, su posición seguía demasiado rígida. Dudoso puso una mano sobre su hombro desnudo para despertarla.

Entonces sintió su piel ardiendo.

—¡Dios mío, estás hirviendo!

Ella se movió por su chillido pero fue un acto débil, minúsculo, lastimero. Entreabrió los ojos e intentó incorporarse pero no lo logró.

—Tranquila, no te muevas—le ordenó—Traje algo por si esto pasaba.

No lo pensó mucho y sacó de la bolsa lo que Miguel le había indicado para la fiebre y luego buscó pañuelos, tomó un bol con hielos y agua del refrigerador de Fedora y luego tomó el termómetro que traía.

En cuanto regresó, empapó un pañuelo y se lo puso en la frente. Ella se estremeció por el frío, luego le colocó el termómetro.

Esperó unos segundos, ella lo miraba débilmente.

Finalmente le sacó el termómetro y checó

39° y medio.

—¡Por dios!—soltó alternando la vista entre su cara y el termómetro—Sabía que la alberca traería estas consecuencias.

Ella parpadeó pesadamente.

—Debo llevarte a un hospital...

—¡No!—bramó con voz ronca-A un hospital no.

Y empezó a alterarse. Intentó levantarse con todas sus fuerzas, pero como eran tan pocas, su cuerpo se tensó.

Fedora repitió una serie de insistentes: 《No,no,no》 y comenzó a ponerlo nervioso.

—¡Pero estás ardiendo en fiebre!—repitió alarmado, ella volvió a agitarse—Está bien, no te llevaré a un hospital pero no me podrás impedir que me quede a cuidar de ti.

A través del Tiempo, porque hay amores que no caben en una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora