Prólogo

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Dedicatoria

Para todos los lectores que sienten su mundo venirse abajo, para
esas personas que suelen batallar
con cada obstáculo que se atraviesa en el momento menos indicado,
Tú que miras y te detienes ante
cada muro que se alza cara a
cara frente a ti, para aquellos
que buscan paz y la encuentran
entre páginas que hacen
volar su imaginación,
Para tí,
que cada día te cuesta distinguir
la realidad de la vida
o de un sueño,
Para tí que te mantuviste en vela
por muchas noches
a causa de tus
pesadillas,
Para tí que sigues de pie, pero
con muchas cicatrices de las
cuales solo tu eres
consciente.

"Nos prometieron que los sueños podrían volverse realidad,
pero se les olvidó mencionar
que las pesadillas también
son sueños".

Oscar Wilde

Prólogo 🔻

Corro nuevamente por los pasillos del hospital, el penetrante olor antiséptico se cuela en mi nariz, mientras la oscuridad se propaga cada vez más rápido detrás de mí, como una sombra amenazante. Miro todo a mi alrededor sin detenerme, buscando una puerta que me ofrezca una salida. Pero solo hay un interminable corredor, débilmente iluminado, que parece entenderse a un abismo sin fin. Las luces titilan, como si estuvieran a punto de apagarse, y una creciente ansiedad me empuja a seguir corriendo, aunque el aire se vuelve más denso y pesado.

El olor a metal me invade, un aroma familiar me hace fruncir el ceño, tocó mi nariz, pero el olor a metal no viene de ahí o de mí, mis pasos se detienen por si solos, las paredes blancas del hospital ahora están salpicadas de sangre y un charco oscuro se extiende por el suelo, guiándome hacía una habitación, que hasta ahora no había visto, hace un momento no habia nada ahí, hace momento no era más que un pasillo muy largo, intento decirle a mi mente que nada de esto está pasando que nada es real, pero me estoy mintiendo a mi misma, todo es real, estoy aquí, y solo se que debo seguir avanzando.

Mis pasos se vuelven cautelosos, temerosos, como si tuvieran vida propia, mientras la oscuridad está detrás de mí, pisandome los talones, mi cuerpo tiembla, soy consciente de lo que sucede una vez que la oscuridad se cierne por completo sobre mi. Tomo una bocanada de aire, sostengo la manilla de la puerta y, está cede ante mí, dejando al descubierto una habitación, entro, al fondo solo hay una camilla y sobre ella una vez más el cuerpo de Él, ahí, inerte sin vida, los aparatos medicos están esparcidos por el suelo el cual está cubierto de sangre, pero lo que llama mi atención es que la sangre no proviene de Él.

Sigo el rastro de carmesí con la mirada y en el otro extremo de la habitación, veo a una niña como de unos 7 u 8 años al parecer, sentada en un sillón, los brazos le cuelgan a los costados. Camino hacía ella, en mi pecho se forma un nudo, mi corazón desde hace mucho dejo de tener un ritmo normal, Cuando estoy frente a ella, un grito se escapa de mis labios, sollozo ante lo que veo, cubro mi boca con mis manos ¡Soy yo! ¡La niña soy yo! Y está muerta de una manera en la cual me he imaginado muchas veces.

Los brazos de la niña están llenos de cortes profundos, hay cicatrices recientes y cicatrices viejas ya casi imperceptibles, la sangre, ya escasa en la heridas, yace ya en el suelo, no puedo desviar la mirada de la escena, estoy inmóvil en mi sitio.

Esto no puede ser verdad.

El ambiente se vuelve pesado, oscuro e inquietante.

Debo salir de aquí.

Dejo escapar unos sollozos, intento moverme, pero mi cuerpo se niega a obedecerme, intento gritar, pedir ayuda, pero es en vano; nadie me escuchará. Siento una fría respiración en mi nuca que me eriza la piel, mi cuerpo reacciona, doy la vuelta, pero no hay nada ni nadie a mi alrededor. La oscuridad se apodera por completo del cuarto llevándose poco a poco la luz que había dentro, y aún no veo a nadie pero soy consciente de estar siendo observada.

Estoy por avanzar, decidida a no dejar que la oscuridad me consuma, pero nuevamente me encuentro inmóvil, quiero correr, quiero gritar, pero solo lágrimas brotan de mis ojos. De repente, siento un agarre muy fuerte en mi cabello.

El aire se vuelve gélido.

Mi cuerpo tiembla, y lo que sea que me sostiene tira de mí, hacia el suelo, no veo más que una silueta a centímetros de mí, sus manos son largas al igual que su extremidades, su peso recae sobre mí, y la carga en mis hombros se siente aún mayor.

El aire deja mis pulmones, y el olor a metal mezclado con antisépticos es lo último que percibo antes que la oscuridad me envuelva por completo. El frío se cuela en mi cuerpo apoderándose de él, por completo, y un escalofríos recorre toda mi espalda.

Sin esperarlo, una voz escalofriante susurra a centímetros de mi oído, dejandome sin aliento y quitándome mi último suspiro de vida.

-Te estoy esperando de esté lado de la oscuridad, Lucí.

Esta vez Cuento Mi HistoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora