«Voy a morir en una motocicleta con un desconocido», eso es lo que se repite en mi cabeza una tras otra vez buscando mantener la compostura de mi cuerpo, pese a los latidos desbocados de mi corazón. Papá siempre me aconsejó jamás irme con desconocidos a ningún lugar, ahora veo el porqué.
Jacob es un mentiroso de mierda, eso es lo que acabo de descubrir de él. Va conduciendo a una velocidad que mi pobre corazón no puede soportar, va tan rápido que ya puedo imaginar mi cuerpo volando en el aire cuando colisionemos con cualquier cosa que nos encontremos en el camino.
—¡Baja la velocidad! —grito sobre la estrepitosa brisa que choca contra el casco que me cubre toda la cabeza. No me escucha en lo absoluto. —¡BAJA LA VELOCIDAD! —insisto en un tono más alto, pero nada. La velocidad aumenta y con ella mi pulso.
Sin tener otra alternativa presiono mis manos en su abdomen y me sujeto con todas mis fuerzas a la tela de su camisa, esto parece ayudar ya que la velocidad va reduciendo. Un suspiro de alivio me abandona. Si no estuviese tan concentrada en no morir seguramente estaría dejando salir uno que otro insulto para él.
Lo que más deseo justo ahora es que ya lleguemos a donde sea que estemos yendo, que esta máquina andante se detenga y yo pueda salir corriendo muy lejos de este chico loco por la velocidad y la adrenalina. Para apaciguar un poco las palpitar que siento en mi pecho acomodo el casco que me arropa la cabeza en la espalda de Jacob y cierro mis ojos lo más fuerte que puedo.
Vas a salir victoriosa de esto. Confió en ti.
Debo darme palabras de aliento para mí misma así no me las crean en lo más mínimo.
El tiempo se me hace eterno, puede que solo hayamos tardado pocos minutos en llegar, mas para mí es como si un siglo acabara de pasar mientras yo estoy encima de está moto. Por fin siento que se estaciona y el motor es apagado. Sin dudarlo un solo segundo se zafo del pesado objeto que se me ajusta a la cabeza para así poder respirar sin obstrucción. Una vez mi rostro queda libre aspiro una ráfaga de aire y de un solo movimiento me bajo del vehículo.
—¡Estas jodidamente loco! —Sin percatarme mi mundo entero da vueltas en cuanto mis pies tocan el piso. Estoy a punto de besar el piso cuando la mano de Jacob se alarga y la enrosca en mi muñeca; es el que me ayuda a estabilizar mi cuerpo. —Mierda... —susurro con el estómago revuelto.
Su mano me suelta.
—Oye, ¿estás bien? —se burla de mi estado.
Trago saliva un par de veces antes de poder alzar el rostro y escrutarlo con la mirada.
—Eres un mentiroso.
Se echa a reír y el timbre de su risa no hace más que hervirme la sangre.
—¿Y según tú por qué soy un mentiroso? —Me mira y yo lo miro a él.
—Dijiste que ibas a conducir a poca velocidad.
—Y lo hice —replica.
Me paso una mano por el rostro por la frustración. Él quiere hacerme pasar por loca, cuando él es el único loco aquí.
—No, no lo hiciste.
—Iba a 80 kilómetros por hora. —Sus palabras se escuchan calmadas.
No tengo idea si eso es mucho o poco, pero para mí fue más que mucho.
—Eso es mucho.
Reprime una sonrisa, lo puedo ver cuando sus labios se contraen.
—Si para ti es mucho no es mi culpa.
Dicho esto, baja la pata del automóvil y desciende de ella sin perder la postura erguida de su cuerpo. El estridente sonido que hace un auto siendo acelerado me alerta de una manera tan violenta que giro en mis talones, encontrándome con un panorama muy distinto a lo que esperaba. El lugar en el que nos hallamos es como un enorme club nocturno, con muchos jóvenes caminado de un lado a otro. Tan pronto sigo con mi examen visual me doy cuenta de que hay varias pistas donde autos y motos se preparan para ser conducidos. Me llama la atención que una de las tantas pistas se encuentra delimitada por conos en un naranja fosforescente, es está pista se puede distinguir un túnel bastante largo, ver tal túnel me provoca un miedo cada vez mayor.
Jacob se planta a mi lado y de refilón veo como se saca los guantes.
—¿Dónde estamos? —pregunto enfrascando toda mi atención en el imponente pasadizo.
—En Etate Etreet.
—¿Qué es esto?
—El lugar más emblemático de Windsor. Aquí es donde se realizan las carreras de autos y motos más emocionantes que verás.
«No, no, no. Esto tiene que ser una broma de mal gusto»
—Pensé que iríamos al castillo —confieso con un extraño sentimiento en mi interior.
Una carcajada escala en su garganta y la deja salir libre y ruidosa. Para él soy un chiste andante, pero en vez de agradarme lo que hace, es todo lo contrario, me irrita.
—¿El castillo? Creo que tenemos gustos muy diferentes.
Ladeo mi cabeza por encima de mi hombro sin poder creer que me ha hecho subir a una moto, que casi muero de un paro cardiaco para esto, para traerme a un lugar que ni siquiera sabía que existía. Aguzo mis ojos sobre su cara y su ceño se hunde.
—¿Es en serio?
—¿Qué? —Se guarda los guantes en el bolsillo trasero de su pantalón.
En su pequeño cerebro él pensó que esto sería buena idea, que me encantaría visitar un lugar donde autos y motos tienen una disputa de velocidad. Le dije, le dije que odio la velocidad y, ¿de verdad él creyó que esto sería una idea estupenda? Algo está mal en el raciocinio de este sujeto.
—Te dije que odio la velocidad.
Me dedica un atisbo de sonrisa y se encoje de hombros.
—Por eso mismo te traje, tal vez si ves las carreras ya no la odies tanto.
Su cerebro no es pequeño, es diminuto.
Las personas siguen arribando al lugar, la mayoría con algunas bebidas en sus manos y otros con cigarrillos a los que le dan prolongadas caladas. Ya casi no hay sitio en el estacionamiento en el estamos.
De mala gana presiono el casco en su antebrazo y él lo agarra.
—Me voy —suelto. Pongo a andar mis pasos, pero después de dar un par de ellos me freno en seco, recordando que no sé nada de esta ciudad y no tengo ni un solo euro para volver a donde sea que quede la casa. Derrotada, retorno a su cercanía. Su expresión es de diversión total. —¿Puedes prestarme dinero para un taxi?
Guarda silencio. Solo quiere que sienta más y más estúpida.
—Después de que veas una de las carreras.
«Imbécil, engreído y estúpido», los insultos se oyen en mi cabeza y debo poner un candado en mis labios para que no salgan disparados de mi boca.
—Por favor —agrego, apretando los puños a mis costados.
—Después de que veas una de las carreras —repite y comienza a caminar a la multitud que hay en el sitio.
Le temo a las multitudes. Y este chico es todo a lo que le temo en un ser humano.
❖ ── ✦ ── ❖
Capítulo dedicado a: DonajiMartnez gracias por estar apoyando esta historia. 💜
ESTÁS LEYENDO
Siete Semanas| Completa ✔️
Novela JuvenilPara Isabella Davies, la vida no ha sido nada fácil, a la corta edad de diecisiete años la han acompañado más desgracias que fortunas. Su madre la abandonó cuando era tan solo una niña de diez años. A pesar de las adversidades se aferró al amor de s...