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En las fiestas nunca faltaba la música a todo volumen, la gente gritando y bailando y la gente que se ahogaba en el alcohol. Él era uno de esos últimos. Según George, él había estado demasiado borracho.
—Oye, George...
—¿Hm?
—Me gustas.
—Estás borracho.
¿Pero por qué mentiría? Borracho o sobrio, Alex pensó que había sido muy obvio. Estaba enamorado de George.
Unos días más tarde, una tensa conversación entre este par de amigos. A George le gustaba alguien más.
—Si te espero, ¿eso podría ayudar? —preguntó Alex, con lágrimas en los ojos. George negó con la cabeza.
—La paciencia no cambiará cómo me siento por ti. Lo siento, Quackity.
Así que dejaría de ser pretencioso y odiar su amistad con George. Éste le había enseñado una lección: el amor no es precioso, no había ‘Orgullo y Prejuicio’ en eso.
Solo dejaría una nota al pie de página en el libro que era la vida de George. Y éste podría tomar de su cuerpo cualquier línea. Escribiría por él páginas y páginas en su propia vida, pero en la de George, bastaba y sobraba con un pie de página.
Era un día especial, el cumpleaños de George. Juntos fueron a un restaurante, cortesía de Alex. El que los recibió dijo que eran lindos juntos.
Pensaban que eran una pareja y les invitaron un vino. Ambos lo compartieron el Moscato y rieron porque eso era verdad... para Alex.
—Estaría muy avergonzado de decirles la verdad... —le susurró Quackity y George sonrió, negando con la cabeza. Deja a los demás ver lo que tú no ves, George: somos perfectos juntos, pero nunca seré el indicado.
Así que dejaría de ser pretencioso y odiar su amistad con George. Le enseñó una valiosa lección: los sentimientos eran imprudentes. Era justo como las novelas: los personajes secundarios terminaban solos.
Así que sólo se convertiría en un pie de página en la vida de George, aunque éste abarcara capítulos de la suya.
