Angels like you

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—Song drabble

—Basado en la canción “Angels like you” de Miley Cyrus

—Light angst

Su relación con George era más que perfecta

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Su relación con George era más que perfecta. Divina, sería calificada por gente ajena a ellos. Y es que el británico era el prototipo del novio soñado de cualquier chica, era un romántico  total y aquello no era lo que más le encantaba, tratando de lograr que le gustara esa faceta del mayor.

Cada fin de semana, aparecía en la puerta de Alexis, esperando por él, con flores en mano y cada palabra sonando tan poética. No había “Alex” ni “Quackity”, sólo cariño, mi cielo, mi amor y ese tipo de apodos melosos. Y él se sentía tan hijo de puta porque George tenía muchísimo que ofrecer y él apenas necesitaba —y soportaba— lo mínimo.

Sabía que George no era el indicado para él. Era mucho más. Y cuando Alex finalmente lo dejara, desearía que no se hubieran conocido, porque George era un rayo de sol mientras que él era como la lluvia de medianoche.

Decían que la miseria amaba la compañía y él era la prueba de eso.

—No es tu culpa que yo arruine todo, George. Y no es tu culpa que no pueda ser lo que tú necesitas.

Porque ángeles como George no podían volar al infierno con Quackity. Llegó el día que más trataron de aplazar. El día de decirse ‘adiós, amor’.

—Una vez más —suplicó el mexicano, abrazando a George por detrás, después de que este abandonara la cama. —Quítate la ropa y hazme el amor... Una vez más no te matará —susurra.

Y George es débil ante el chico que ama y cede a la tentación, dedicándose exclusivamente a adorarlo el resto de la noche. Esa será la última vez que duerman juntos y compartan una sola cama. Temprano en la mañana, antes de que Quackity se despertara, George se volvió a vestir, y tras asegurarse de que Quackity estaba bien, depositó un beso casto en sus labios entreabiertos y se dispuso a salir de ahí.

—No te ves bien, cariño —le recibió su madre—. ¿Pasó algo?

—Alex —respondió secamente. Cerró sus ojos.

Cuando Alex despertó, suspiró y dejó que las lágrimas salieran. Él tenía la culpa, sí, pero su George merecía a alguien mucho mejor. Él no era el indicado para el mayor.

Y deseó que nunca se hubieran conocido porque dolía como sal en una herida. Quackity había puesto de rodillas a George, porque decían que la miseria amaba la compañía.

No había sido culpa de George que él arruinara todo y tampoco era su culpa que él no pudiera ser lo que el británico necesitaba.

Porque ángeles como George no podían volar al infierno con Quackity.

𝐓𝐇𝐎𝐔𝐒𝐀𝐍𝐃 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora