Virgin

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—Light angst (?

—Falta de comunicación

—Smut implícito

—Fondo Sapnap/Karl Jacobs

Quackity era el único de sus amigos que aún era virgen

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Quackity era el único de sus amigos que aún era virgen. O al menos eso creía él. Dos de sus mejores amigos, Karl y Sapnap, habían confesado que habían tenido relaciones entre ellos. A lo que siguieron el resto de sus amigos contando sus experiencias. Cuando llegó su turno, hizo como que tenía una llamada urgente y se tenía que retirar.

Dios, sabía que no tenía nada de malo ser virgen, pero lo avergonzaba. Y un día decidió dejar de serlo. Intentó en sitios de citas en internet pero una vez que llegaban al punto de avanzar más,se asustaba y su cita decidía que no lo valía lo suficiente, por lo que le dejaban. Se preguntó si alguna vez no lo asustaría.

Un día, su amigo Sapnap decidió invitarlo a una fiesta, por lo cual accedió. Tan pronto llegó, ya había sido puesta en su mano una cerveza y la música retumbando en sus oídos.

—¡Quackity! —exclamó alguien detrás suyo.

—¡George! —se volteó y abrazó al otro chico.

George lo llevó a un rincón apartado para conversar más tranquilamente. En una esquina pudo divisar a Karl sobre las piernas de Sapnap, mientras se besaban como si se quisieran comer. Bebió un trago de su cerveza, mientras sentía que la mirada de George lo recorría de arriba a abajo.

—¿Y cómo has estado, George? —trató de sacar conversación, sintiéndose ¿nervioso?  ¿Por qué se sentía nervioso al lado de George, con quién había convivido durante bastante tiempo.

—Muy bien, ¿y tú?

La plática empezó normal, acerca de lo que habían hecho en el tiempo en el no se habían visto. La verdad, ninguno tomó mucho, pero aún así, el mayor tomó aquello como ‘coraje’ para decirle al del beanie lo que ya llevaba en su mente un tiempo.

—Quackity, me siento atraído por ti... —se acercó y susurró a su oído. —A veces me pregunto qué se sentirá tener tus muslos en mis manos, si son tan suaves como parecen... ¿qué opinas, Quackity?

Tragó saliva, esa podía ser su única oportunidad para sacarse lo virgen de encima. Además, George era su amigo, confiaba en él y era bastante apuesto. No sería malo hacerlo con él...

—Llévame, George...

A la mañana siguiente, Quackity se despertó, pasándose la mano por el cabello. Volteó a su lado y ahí estaba George. Trató de levantarse, paniqueado, pero el dolor en sus caderas le hizo evidente lo que pasaba.

Ya había logrado su objetivo, dejar de ser virgen, pensó. Se levantó con muchísimo cuidado, tratando de no soltar alguna grosería o despertar a George. A pesar de que él no había estado borracho, tal vez el mayor sí, se dijo. Tomó su ropa desperdigada por el piso de la habitación y se la puso tan rápido como pudo. Mientras salía de la habitación, se puso rojo cuando su mirada divisó un condón en la basura.

Salió de ahí, rumbo a su departamento, sin atreverse a hablarle a George. Llegó a su hogar y se dio una ducha, aún sintiendo las manos de George por su cuerpo, lo cual le hacía sentir algo extraño, extraño pero no malo. Cuando salió, mientras se secaba, bloqueó el número de George y sus contactos por todas las demás redes sociales.

Por el momento no se atrevía ni a mirarlo a los ojos. Y en otro lado, George se despertaba, bastante alegre. Desde hace un tiempo estaba sintiendo cosas por Quackity. Pero la decepción no tardó en llegar cuando vio que en la cama solo estaba él.

¿Había hecho algo mal para que el otro se fuera? O quizás el otro no lo quería en la forma en la que él sí. Desbloqueó su teléfono e intentó llamarlo. No obtuvo resultados. En ese momento, Sapnap tocó la puerta.

—Hey, ¿estás bien? —preguntó, abriendo la puerta y yendo a sentarse en la cama.

—Quackity se fue —dijo George, angustiado. —No sé si hice algo mal o... —Sapnap puso una mano en su brazo, su mirada se suavizó.

—Mira, primero salgamos de aquí y luego podremos arreglar lo que pasó, ¿si?

Pasaron varias semanas en las que George trató de comunicarse con Quackity, quién estaba muy seguro de que había arruinado su amistad con el mayor y se rehusaba a encontrarse con él.

Pero parecía que el destino estaba a de favor de George, quién pronto consiguió su dirección. George no quería ser molesto, pero quería explicarle a Quackity varias cosas; en tanto, Quackity no quería ni saber de él.

Después de mucho pensarlo, se dio cuenta que estaba enamorado de George. Pero desgraciadamente, el otro no devolvería sus sentimientos, solamente había sido una noche como la tenían muchas otras personas, se dijo.

Quackity llevaba varios días sin salir de su casa, demasiado triste como para hacerlo. Entonces alguien tocó a su puerta, interrumpiendo su tristeza.

—Hola, ¿quién e- —había abierto la puerta sin pensarlo y ahí estaba él, el causante de ese lío en su cabeza.

—Hola, Quackity, ¿podemos hablar?

—¡No! —estuvo a punto de cerrarla en las narices del mayor, pero este se lo impidió y entró al hogar del menor. —¡Fuera, George! Esto es allanamiento de morada...

—Por favor, Quackity, tenemos que hablar.

—¿De qué? Tú y yo no tenemos nada de que hablar —dijo, medio enojado y avergonzado.

—Tal vez tú no lo sientes como yo, pero para mí sí hubo atracción —empezó y Quackity supo que se refería a la noche que pasaron juntos.

—Tal vez lo nuestro era solo para divertirse, pero lo que pasa es que este tonto suele confundirse —dijo, refiriéndose a sí mismo. George negó con la cabeza.

—Te aseguro que no era solo por diversión, ¿por qué querría arruinar nuestra amistad por un rato de diversión?

—Entonces, tú... —George asintió lentamente. —¿Sientes lo mismo que yo? —preguntó con precaución. Su pobre corazón no podría soportar otro golpe bajo.

—Sí.

Éstas palabras, en otra ocasión, podrían haber ocasionado que Quackity saltara de inmediato a los brazos de George, pero no lo hizo.

—Quizás... quizás deberíamos tener una cita primero —dijo George, viendo la indecisión del otro. Quackity asintió, estando de acuerdo con el mayor.

Aún así, seguía teniendo algo de miedo. Enamorarte de tus amigos duele terminar mal y la verdad, él no quería eso.

—¿Quieres quedarte a desayunar?

—Me encantaría.

𝐓𝐇𝐎𝐔𝐒𝐀𝐍𝐃 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora