Happy Birthday

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—AU

—Cubitos

—Antes de la traición de Purpled

—Algo corto pero feliz cumpleaños, Licuadora

Las Nevadas estaba resplandeciente, el país del juego y la bebida estaba en su máximo esplendor, pues era nada menos que el cumpleaños de su fundador, Quackity de Las Nevadas

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Las Nevadas estaba resplandeciente, el país del juego y la bebida estaba en su máximo esplendor, pues era nada menos que el cumpleaños de su fundador, Quackity de Las Nevadas.

Charlie estaba muy emocionado, preparando la fiesta de su amigo y mentor, por lo que le pidió ayuda a Foolish.

—¿Sabe? Tenía pensado invitar a los amigos de Quackity de Las Nevadas, y usted debe conocerlos. Porque solo seríamos Fundy, Purpled, usted y yo.

—No deberíamos invitar a nadie, Charlie. Es por el bien de Las Nevadas.

Los antiguos amigos de Quackity ahora se habían convertido en sus enemigos. Dream, de quien fue psicólogo alguna vez, ahora estaba en la cárcel, siendo torturado de vez en cuando por Big Q; Karl y Sapnap habían roto el compromiso y se fueron con George a Kinoko Kingdom.

Y la lista seguía y seguía.

Charlie entendió eso con tristeza. Así que sólo fueron ellos, con un pastel de cumpleaños. Quackity había notado las buenas intenciones de su amigo, por lo que la fiesta había sido en uno de los casinos y trató de mostrarse alegre.

Sin embargo, sentía un vacío en su corazón.

Cuando la fiesta acabó, todos se fueron a sus casas. Tuvo que hacer lo mismo con Charlie, que se negaba a dejarlo solo. Lo convenció de que estaría bien solo y salió a dar un paseo por Las Nevadas.

Cuando llegó a la línea fronteriza, divisó a lo lejos un caballo. Enfocó la vista, pero estaba oscuro, no veía bien. El caballo fue deteniéndose y el jinete lo miró desde arriba. Lo reconoció.

—¿George?

—Quackity.

Ambos sonrieron. George se bajó del caballo; él era un poco más alto que Quackity, así que su mirada tenía que ir hacia abajo para mirarlo a los ojos. Su mirada fue hacia el ojo de este, estaba cristalino y con una gran cicatriz, había quedado completamente ciego de ese lado.

Su mano se dirigió por instinto hacia la mejilla del menor. Ahora que lo veía mejor, su atuendo deportivo e inocente de antaño había cambiado bastante; usaba una camisa con tirantes, junto con un pantalón formal. Sus alas se habían dañado y su pelo, aún dentro del beanie, había crecido mucho.

Quackity también lo miró. Su camisa azul aún estaba, pero sobre sus hombros había un manto real... cubierto de musgo. Tenía puesto un sombrero de hongo y sus ojos aún eran cubiertos por los lentes oscuros.

—¿Por qué viniste? —preguntó, sin apartar la mirada del otro, tratando de verse amenazante.

—Es tu cumpleaños. No podía dejar de venir a verte.

Se acercó nuevamente a su montura y sacó algo de una bolsa. Era un paquete muy bien envuelto. La Navidad había pasado y nadie la había celebrado, pues la guerra no declarada estaba sobre todos ellos. Pero aún así, George quería celebrar el cumpleaños de su amado. La última vez que lo había visto, le había confesado su amor mientras estaba de visita en Kinoko Kingdom.

—Gracias, George.

Le abrazó como no había abrazado a nadie desde... ¿desde cuándo no había abrazado a nadie? Una lágrima traicionera salió de su ojo y cayó sobre su ropa. George, notando esto, lo acercó a sí mismo, hasta que Quackity quedó recargado en su pecho.

—¿Quieres... venir al casino? —preguntó en un susurró, evitando que su voz se quebrara.

—Sería un placer.

Ambos subieron al caballo de George, como en una figura de los cuentos de hadas, Quackity entre los brazos de George. Llegaron al casino y ataron al caballo de George y entraron al casino principal.

No irían a la casa de Quackity, pues no querría darle explicaciones a Charlie. Esa vez, fue el híbrido quien buscó primero los labios del otro. Ambos se besaron por un buen rato; eran besos suaves, con un poco de lengua.

Quackity pensó que George lo amaba de una manera en la que nadie lo había hecho. Jschlatt lo había usado y lo había maltratado, Eret y él nunca formalizaron y Karl y Sapnap lo dejaron a unos pasos del altar.

—Sigo manteniendo lo que te dije, Quackity —le susurró. —Te amo.

—Yo... todavía no sé si te amo, George. Pero quiero hacerlo. Quédate en Las Nevadas, George...

—Lo haré —prometió, dejando un beso en su nariz. —Ahora, ¿por qué no abres mi regalo?

Así lo hizo, desenvolviendo el regalo que le había dado. Dentro de la caja, se encontraba un hermoso beanie rojo, junto con un crucifijo y un reloj de oro, los dos. Lo miró fijamente.

—No podía darte menos, aunque seguramente es algo que ya tienes.

Lo abrazó con fuerza.

—Muchas gracias, George.

No recordaba cuándo había sido la última vez que celebró su cumpleaños desde que llegó a ese lugar, pero sin duda, ese había sido el mejor.

𝐓𝐇𝐎𝐔𝐒𝐀𝐍𝐃 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora