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Sapnap y George se habían reunido después de mucho tiempo. Se sentaron a tomar un café. Hablaron de varias cosas de su pasado, de su juventud, hasta que a Sapnap se le ocurrió preguntar:
—¿Y tú esposo?
—Ah, Quackity y yo nos divorciamos.
—Seguro te dejó por ser infiel. ¿Recuerdas que yo le mandaba rosas? Pero tú lograste conquistarlo.
—Así es.
Ambos le llevaban serenatas al chico del beanie, quién los miraba desde lo alto del balcón. Sapnap llevaba la guitarra y George maracas. Quackity tenía quince y ellos dieciséis. Era el chico más deseado del colegio y ellos decidieron arriesgarse a conquistarlo. Finalmente el británico fue quien tuvo esa suerte y tan pronto como Quackity alcanzó los 18 años, tras tres años de noviazgo, se casaron en el registro civil más cercano. Tras eso, el menor empezó a estudiar la carrera de abogacía.
El matrimonio fue bastante idílico durante los primeros tres años, seis años desde que George lo conquistó por primera vez. Luego empezaron los problemas que Quackity, como abogado, resolvió con el divorcio.
—Solo por ser mi amigo, Sap, te digo que me divorcié pero nunca lo olvidé. Creo que lo amo más que cuando me casé.
—¡Vamos a llevarle serenata! —exclamó Sapnap—. Esto lo tiene que saber.
—No, no tiene caso, Sap.
—Vamos, yo la guitarra y tú maracas, tienes que reconquistarlo, tiene que saber que lo alas... cómo cuando teníamos dieciséis.
Después de un buen rato discutiendo, Sapnap logró convencer a George de volver a llevarle una serenata a Quackity, una vez más, como cuando tenían dieciséis.
