Vampire King

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—Adventure Time AU.

—¡Dulce Príncipe! George/¡Vampiro! Quackity.

—Menor Karlnap: ¡Príncipe Flama! Sapnap/¡Humano! Karl Jacobs.

—Menor Karlnap: ¡Príncipe Flama! Sapnap/¡Humano! Karl Jacobs

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En el Dulce Reino vivía un príncipe. Éste príncipe era adorado por todos sus súbditos, quienes lo tenían en muy alta estima, puesto que el príncipe siempre velaba por sus necesidades y además, era un apasionado por las ciencias.

Se me solía encontrar en su laboratorio, haciendo experimentos para poder llegar a una conclusión. Sus inventos solían ayudar al pueblo.

El príncipe se llamaba George, aunque todos lo conocían como el Dulce Príncipe.

George era reservado y no andaba por ahí jugando el dinero con el dinero de su reino. Tenía dos mejores amigos, el Príncipe Flama, Sapnap, y su consejero, un chico que siempre cubría su rostro con una máscara: Dream

Por el contrario a él, estaba el Príncipe de los vampiros: un chico de cabello castaño y cubierto por un gorro, junto con una vestimenta algo deportiva, de color azul; siempre llevaba su guitarra en su hombro y se le solía ver muy cariñoso con un chico que vivía en una casita del árbol, llamado Karl. Éste se llamaba Quackity.

Quizás estos dos estaban destinados a encontrarse de alguna u otra manera. Sucedió que un día, George fue a visitar a Karl; Karl y Sapnap habían empezado a salir y George decidió ver por sí mismo si ese chico era el indicado para su mejor amigo.

—Traje bollos de fresa —dijo, entrando en la sala de Karl, quién lo miró confundido.

—Okay...

—¿Cuáles son tus intenciones con mi amigo? —preguntó.

—¿Intenciones? Solo me gusta él; lo quiero mucho.

—¿Y lo engañarías? —el interrogatorio era incómodo para Karl, pero no tenía más opción que responder.

—No, jamás.

—¿Ni siquiera con ese chico vampiro?

—¿Quackity? —y empezó a reír; unos cinco segundos después, otra risa más se unió a la de Karl y apareció él.

—Ay, su Alteza, trajo bollos de fresa, no se hubiera molestado —y tomando la bandeja, se los llevó todos, saliendo por una ventana.

—¡Hey, tú! ¡Vuelve acá!

George se lanzó en persecución del vampiro, que en la espalda llevaba su guitarra. Estaba lloviendo y por desgracia, el príncipe se empapó. Sus gafas quedaron empapadas y no veía nada.

—¿Se encuentra bien, su Majestad? —dijo con un toque de burla; George pensó que solo era su imaginación, porque creyó escuchar preocupación por parte del otro.

—Si, si.

—Venga, debería volver adentro...

De algún modo, regresó adentro, mientras Karl le daba una sonrisa a modo de disculpas.

La siguiente vez que lo volvió a encontrar, fue en un pequeño festival. George estaba invitado, asistió, ya que no tenía nada que hacer. Y ahí estaba él, en el escenario. Quackity tenía un cabello castaño oscuro, que le llegaba arriba de los hombros, cubierto por un gorro azul. Tenía un traje deportivo azul, con una camisa gris y su guitarra en una mano.

El contrario pareció no darse cuenta de su presencia. Se aclaró la garganta y empezó a cantar. Lo que cantaba, no lo entendía bien. No entendía ese idioma, y aún así, sólo se le pegó una frase.

Todo lo que hago, lo hago por ti.

Se quedó viéndolo, aún cuando la presentación del castaño vampiro ya había acabado y de repente, sintió ganas de invitarlo a bailar.

Se estaba debatiendo entre hacerlo o no. Al final, no lo hizo, solo se quedó viendo a Quackity sacando a bailar a cualquier persona, pensando en porqué le dio pena.

—Majestad. —Levantó la vista y ahí estaba Quackity, de nuevo. —¿Quiere bailar conmigo?

George, por supuesto, dijo que sí. Se paró y aunque el vampiro flotaba mientras bailaban, pudo notar que si Quackity ponía sus pies en el suelo, era más bajito que el príncipe.

—Cantas muy bonito, Quackity —dijo el de ropas rosadas hacía el chico de azul. De forma casi increíble, el menor se sonrojó.

—Gracias... Majestad.

—Solo llámame George —pidió y se sorprendió a sí mismo haciendo esa petición. ¿Por qué le pediría eso a alguien?

—Oh, de acuerdo... Usted puede llamarme Alex.

Alex, es un nombre bonito, pensó.

El festival iba llegando a su fin, puesto que el sol ya iba a salir y George recordó que la luz era mortal para los vampiros.

—Fue un placer haber estado contigo —le dijo de forma solemne al vampiro—. Bailas muy bien...

—Gracias... tú también, George.

George se quedó pensando un poco en lo siguiente que haría, y volteó a ver al otro cuando ya se iba.

—¡Alex!

—¿Si?

—¿Quieres tener una cita conmigo?

La sonrisa que Alex le dio fue tan hermosa que casi le detiene el corazón.

—Claro que sí, mi Dulce Príncipe.

𝐓𝐇𝐎𝐔𝐒𝐀𝐍𝐃 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora