Día de Muertos

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—Basado en el universo de Rick Riordan

—Quackity semidiós hijo de Mictlantecuhtli

—Según el universo de Rick Riordan: dioses griegos en NY, nórdicos en Boston, egipcios en Brooklyn y romanos en California

—Los dioses mexicas estarán en Texas

—Posiblemente le haga un fanfic completo (no)

George era un chico normal con, aparentemente, una vida normal

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George era un chico normal con, aparentemente, una vida normal. O al menos así era hasta que conoció a Quackity. Quackity no era normal ni mucho menos.

Era un semidiós, hijo del dios de los muertos, Mictlantecuhtli. El Mictlán se encontraba en Houston. A pesar de eso, Quackity había nacido en el país de habla hispana, vecino de los Estados Unidos, su hermoso México.

El chico poseía toda la belleza mexicana, aunada a un exquisito uso del inglés. También poseía la valentía de sus ancestros mexicanos, lo había demostrado al salvar a George de las garras de... lo qué fuera esa cosa.

Había sido una mañana normal en California. George había llegado de Reino Unido, dispuesto a tomar unas vacaciones y a alejarse del —para él— monótono, y lleno de humo, ambiente de Londres. Los Ángeles había estado tranquilo esa mañana, hasta que en el centro comercial fue atacado por esa cosa.

Al principio se presentó como un perrito. O al menos así lo veía la gente, pero él podía ver a una serpiente bastante grande, de color rojo y cubierta de fuego. Esa cosa estuvo a punto de devorarlo, de no ser por el chico lindo que colocó su flecha en el arco y le disparó una, dos y tres veces al bicho ese hasta que estuviera muerto.

La gente normal solo vio a un adolescente tirándole piedras a un perro, algunas ya poniéndose de pie para irse contra el chico, por lo que aquel chico de beanie tomó a George de la mano y se lo llevó corriendo, hasta hallarse seguros en un callejón.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó impresionado.

—No. ¿Tú cómo supiste que era una serpiente de fuego y no un perrito? —lo miró de forma acusatoria. Él levantó las manos en señal de rendición.

—Te juro que no lo sé. Soy George —se presentó después de un rato.

—Alex. —Respondió al cabo de unos segundos de silencio. Empezó a caminar y George no supo hacer otra cosa que seguirlo, Alex sacó su billetera y empezó a contar su dinero. —Dime, Jorge, ¿te apetecen unos hot dogs?

Le explicó, mientras compraban comida, que Jorge era básicamente la traducción de George al español. Así supo que Alex era mexicano, pero se había nacionalizado estadounidense hace unos dos años.

𝐓𝐇𝐎𝐔𝐒𝐀𝐍𝐃 𝐖𝐎𝐑𝐃𝐒 | qnfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora