14: Un Reencuentro

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En aquella panadería había algunos días difíciles y otros buenos. Haber sido madre soltera con dos hijos que sacar adelante fue muy difícil, hacerse dueña de su propio negocio y que al principio las cosas no salieran como lo pensó, también lo fue. Actualmente su negocio había prosperado, no tanto como lo hubiera deseado, pero día a día había un rayito de luz que siempre la animaba a seguir adelante, trabajar y darle a sus hijos lo más que pudiera. Ese rayito de luz eran sus dos hijos, y ahora también su nieto.

Pero, ¿qué pasa cuando una parte de ese rayito de luz comienza a tintinear amenazante a apagarse?

— Hoy hornee pan de naranja. Tu favorito, mi cielo. Te traje la primera rebanada para que la probaras. — dijo aquella mujer entrando a la habitación de su hijo menor. Su nombre era Kim Sandara, madre de dos hijos, Kim Jisoo y Kim Junkyu, y ahora abuela de Hamada Asahi, cuyo padre también vivía con ellos. Así que todos juntos en esa casita vivían.

— No tengo hambre, mami. — respondió el otro sorbiendo su nariz.

Sandara bajó la charola dejándola en la mesita de al lado, tomó la mano de su hijo y se sentó a su lado.

— Llevas días sin comer casi nada. Cada día te veo más flaquito, corazón, dime, ¿qué es lo que pasa? Renunciaste a tu sueño de ser abogado incluso. Era eso lo que más querías.

— ¿Y de qué me serviría a mí ser un abogado? Nadie nunca va a contratar a un abogado ciego. — respondió soltando la mano de su madre. — Y no me digas que tú lo harías. Claro que lo harías, eres mi madre y te doy lastima.

— Cariñito, no digas eso. No te tengo lastima. Eres un excelente chico. Tal vez haya algunas cosas que no puedas hacer por ti mismo, pero hay otras cosas que si, sólo necesitas un poco de ayuda.

— ¿Un poco? — repitió con la voz quebradiza. — Necesito ayuda siempre. Necesitaré asistencia por el resto de mi vida y ya no quiero hacerte perder más dinero. Lo único que puedo hacer por mí mismo es meter a mis amigos en problemas por defenderme, pedir ayuda a todo el mundo y no poder defenderme por mí mismo. Ya no quiero vivir así...

Sandara lo abrazó mientras limpiaba sus lágrimas. Sobando su espalda y dejando pequeños besos en su cabellera lo consolaba.

— No puedes estar así toda tu vida, cielito. Los dos sabemos que has luchado mucho para salir adelante y me duele que te quieras dar por vencido. No te voy a obligar a asistir a clases si tú no eres feliz allá, pero no voy a dejar que pierdas la esperanza de que algún día todo va a cambiar.

La ceguera de Junkyu era una condición que fue resultado de un accidente cuando tenía 5 años. A lo largo de su niñez y parte de su juventud estuvo bajo varias observaciones y exámenes. Había una posibilidad de que algún día pudiera ver, una posibilidad muy mínima que dependía de una costosa cirugía más el tratamiento a seguir antes de saber si había resultado.

Sandra, como madre soltera no ganaba mucho en su negocio, sumado a la enorme deuda que su esposo le había dejado antes de abandonarlos. Haein, el esposo de su hija mayor, también los ayudaba con los gastos de la casa, para la misma deuda y para ahorrar en la cirugía de Junkyu. Sin embargo, el dinero no era suficiente aún. Tenía mucho por pagar al banco y mucho más que necesitaba para la cirugía.

— Mamá... ¿Algún día voy a volver a ver?

— Te lo prometo... — respondió sintiendo como su corazón se hundía en su pecho. No sabía ni siquiera si tendría el dinero suficiente para cubrir el pago de ese mes que el banco le exigía. — ¿Sabes? Tu hermana salió y me vendría bien un poco de ayuda para la masa. Mis clientes me han dicho que tu tienes un toque para nuestras rosquillas y galletas.

Junkyu asintió con una pequeña sonrisa mientras secaba us lágrimas con la manga de su sudadera.

Sandara lo ayudó a levantarse mientras le decía donde pisar.

— Conozco este lugar, mamá. Está bien, yo puedo. — dijo Junkyu sintiendo a su madre cerca de él miena lo empujaba de la espalda hacia donde tenía que ir.

— Sólo quiero consentir a mi niño, ¿no puedo hacer eso?

El otro asintió, deteniéndose un par de pasos más adelante. Un aroma poco usual, pero conocido, había llegado a él.

— ¿Qué pasa, cariño?

— Es que... Creo que hay alguien aquí... Alguien que yo conozco, pero no me acuerdo...

Pronto empezaron a escucharse pasos que se acercaban. Escuchaba las voces de Minjeong y Mashiho que se acercaban a su cuarto. Pero no eran ellos a quien percibía.

— Es aquí. Tal vez esté dormido, es lo que hace últimamente. — dijo Mashiho antes de aparecer en la puerta. — Hola Sandara, hola Junkyu. Que bueno que estás despierto, trajimos a alguien que...

Mashiho no terminó de hablar cuando su acompañante fue corriendo a abrazar a quien tanto buscaba.

— Estás bien.... De verdad estás bien... No sabes el miedo que tenía de que te hubiera pasado algo, estaba tan preocupado...

— ¿Haruto?

«lindo corazón» - [HaruKyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora