Capítulo 8

11 6 7
                                    

Hoy es el gran día, mamá está cocinando la comida favorita de mi hermano y aunque intente ayudarle me prohibió hacerlo.

Que delicada solo porque la última vez que le ayude a hacer el arroz se me quemo. Todo se me quema, espero un día no incendiar la casa.

Así que mientras ella cocina; yo estoy en mi habitación en compañía de Valeria quien me está ayudando a peinarme. Mi cabello es extremadamente lacio, por lo que con la pinza me está haciendo unos rulos, para que Damián cuando llegue me vea diferente.

—Vale se llegó el día, por fin volveré a verlo —digo con gran emoción.

—Lo sé amiga, te he visto llorar por él durante meses cuando lo recordabas. Me da gusto verte feliz de nuevo, como cuando patinabas con él, aunque hayas dejado de patinar.

No he cambiado tanto físicamente, si crecí unos cuantos centímetros y mi cuerpo creció en las zonas indicadas.

—Chicas apúrenle, Lalo y Damián no tardan en llegar —gritan desde el pasillo.

Me veo al espejo y me gusta como luzco. Tengo puesto un bonito vestido rojo con escote en forma de corazón y unas sandalias negras; me maquille un poco, sólo rímel y labial rojo.

Valeria también se puso bonita, luce un vestido azul cielo sin mangas y ya no se peina con sus ridículas dos coletas, ahora tiene el pelo suelto con una diadema.

—Lista, vamos a la sala —le digo a Vale quien se está pintando los labios del mismo tono rosa que apenas se nota.

Mi madre está sentada en el sofá, aunque se le nota lo nerviosa que está, ya que no deja de mover la pierna.

—¡Qué guapas niñas! Hasta parece que van a ver a sus novios, no a Lalo y a Damián.

—Gracias Isa —responde sonriendo Valeria acomodando su pelo.

Ay mami si supieras... no es mi novio, pero como me gusta.

—Queremos vernos lindas y ya no parecer niñas de secundaria, como cuando ellos se fueron.

Estamos a punto de sentarnos en el sillón cuando tocan el timbre, siento que estoy a punto de desmayarme a causa de las miles de sensaciones que siento dentro de mí; las manos me empiezan a sudar mucho, tanto que temo inundar mi casa.

Mi madre da un salto y se apresura a abrir la puerta.

—Ya están aquí —murmuro.

—¡No lo puedo creer! Después de tanto tiempo. Hola hijo mío —escucho la voz de mi madre.

Me da miedo que mi corazón explote cuando veo entrar a mi hermano, pero no veo que Damián entre después de él. Tal vez no pudo venir.

—Pero mira nada más que chicas tan hermosas, que cambiadas están, ya no parecen esas niñas mocosas; han de tener muchos galanes —dice Lalo cuando suelta a mi mamá y camina hacia nosotras.

—Que tonto eres —lo abrazo.

—No más que tú, enana.

Mamá se limpia las lagrimas que derrama.

—Es la verdad están muy guapas hermanita, y tú también Valeria te ves muy bien —nos guiña el ojo.

—Muchas gracias —contestamos las dos al unisono.

Yo sigo con la curiosidad de dónde está Damián, tal vez mi madre se confundió y él no vino.

—¿Dónde está Damián? Pensé que vendría contigo hijo —pregunta mamá mis,parece que leyó mi mente.

Rosas para MarinelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora