JUNGKOOK
Al día siguiente estoy recostado en nuestro sofá, estudiando el techo. Llevo un rato aquí. Jimin está en la práctica y el apartamento está tan malditamente silencioso que cada pensamiento que tengo hace eco con fuerza en mi cabeza.
Hace un par de horas miré algunos vuelos a California. Pero depende de si el equipo de Jimin llega o no a la otra ronda y para eso todavía faltan unos dos o tres meses. Simplemente no puedo verle el punto a planear un viaje ahora.
Es como si hubiera olvidado como emocionarme. O como si la fiebre hubiera quemado toda la felicidad de mí. Incluso el subidón que conseguí ayer por el sexo con Jimin se desvaneció con rapidez.
El día se extiende frente a mí. No tengo nada que hacer y nadie con quién hablar. La hora del almuerzo viene y se va, pero ni tengo hambre. No se necesita energía para ser un completo holgazán, así que mi estómago ha olvidado cómo ansiar comida.
El disgusto me hace levantarme y arrastrar los pies hacia nuestra pared de ventanas que mira hacia el litoral. El lago es de un color oscuro y frío, y me da un escalofrío de sólo mirarlo. Pero abajo, puedo ver a la gente amontonándose y corriendo a través de la tarde de marzo. Los autos se detienen y avanzan por Lakeshore.
Todo el mundo está ocupado menos yo.
Mi teléfono vibra en el mostrador de la cocina. Hace mucho eso. Camino hasta allá y reviso el mensaje entrante, pero sólo es un mensaje automático recordándome que mi equipo tiene un partido que comienza en media hora. Incluso aunque estoy de baja, esos mensajes siguen llegando sólo para recordarme todo lo que estaba extrañando.
Voy hacia la cocina, escojo un envase de yogurt y me lo como. Cocinar parece un problema últimamente. Con eso hecho, tiro el envase y confronto las horas vacías por delante. Por una vez mi locura por el encierro supera a mi apatía. Si no voy a algún lado ahora mismo, perderé la cabeza.
Tomando mi teléfono, lo meto en mi bolsillo. Luego encuentro mi abrigo, añadiendo un sombrero y una bufanda sólo para que Jimin no se enfade si me ve fuera en el frío.
Ni siquiera sé a dónde voy hasta que entro en el ascensor. Pero entonces me doy cuenta; tengo prohibido trabajar, pero no se me prohibió ir a la pista de hielo. Puedo ver a mis chicos jugar, ¿verdad? Es un país libre.
Me toma media hora llegar allí, entre el subterráneo y una caminata bastante larga. Mi pecho está golpeteando cuando finalmente veo el edifico delante de mí. Me detengo y toso, porque no quiero estar tosiendo como un idiota en las gradas. Odio el sonido de ésta y la forma en que los músculos de mi estómago duelen por la sesión de ejercicios, ahora familiar, para limpiar mis pulmones.
Reírse duele más que todo. Qué bueno que no hago eso muy seguido.
Cuando finalmente llego a la pista, el juego ya está en progreso. Pero está bien, porque eso me permite escabullirme sin ser visto. Mis chicos se ven fuertes ahí fuera también. Subo las gradas y tomo asiento en la fila superior. La pista no es enorme; sólo recibe a un par de cientos de personas. Pero es extraño estar tan lejos de mis chicos durante un juego. Debería estar ahí abajo detrás del banco, donde la cabeza puntiaguda de Danton está moviéndose de un lado a otro mientras habla con el equipo y mientras llama a las filas.
Extraño estar involucrado. Me siento como un extraño aquí. E inútil. Otro entrenador ha tomado mi lugar. Gilles está trabajando con Danton, entrenando a mis defensas.
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US (HIM 2)
Fanfiction¿Pueden tus jugadores de hockey favoritos acabar juntos su primera temporada invicta? Cinco meses en la NHL, Park Jimin está teniendo una temporada de novato rompe récords. Está viviendo su sueño jugando al hockey profesional y volviendo a casa cada...