Capítulo 16

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-¿Remial?¿te hizo algo?

-en lo absoluto, pero se veía algo...nervioso, alterado...algo está sucediendo con dios y no es nada bueno.

- ¿y confías en él? -pregunto Azael como si no me reconociera

-claro que no. -respondí segura.

-no quiero seguir hablando de esto...es suficiente...al menos por hoy.-seguí hablando.

-me parece bien, salgamos pues me asegurare de que hoy sea un día precioso. -respondió Azael alargando la palabra día logrando que suelte una pequeña risa para luego empezar a hacerme cosquillas

-Azael para. -dije entre risas.-¿Cómo-como sabes que tengo cosquillas?

-oohh mi belladona, se muchas cosas sobre ti, además ya te he hecho cosquillas anteriormente ¿recuerdas? -dijo parando las cosquillas.

-claro que recuerdo, pero, eso no es justo ¿Qué se yo sobre ti? Además de lo obvio.

- ¿quieres que te cuente un secreto?

-claro que si.-dije emocionada-.

-bien...¡carrera hasta el jardín!.-dijo empezando a correr por los anchos pasillos.

- ¡espera!¡¿y el cuadro?! -grite mientras me agarraba mi vestido rosa pastel intentando alcanzarlo.

- ¡pronto tendremos otros con cuales remplazar esos horrorosos cuadros!.-dijo mientras se daba la vuelta para regalarme una sonrisa.

Fue entonces cuando lo alcance en el umbral de la entrada al jardín.

Pero no lo vi.

- ¡aquí arriba! -grito Azael

Y entonces lo vi, volando con unas hermosas alas blancas, llenas de plumas y...un segundo.

- ¡¿esas son las alas de Remial?!

- ¡efectivamente! -dijo y paso volando como si fuera un halcón y me agarro en brazos...y salimos volando.

Entre en pánico.

- ¡auxilio, Ulises! -dije gritándole a la mascota de Azael, de la cual ya me había hecho amiga si se puede decir.

Ulises acostado en la gran casa que le mande a construir para que no dañara mis flores, abrió un ojo, nos miró y me ignoro completamente.

"traidor...".pensé con la barrera activa.

-abre los ojos, belladona.-dijo el muy estúpido de mi esposo.

-no.-dije llena de miedo a las alturas.

-ábrelos o te juro que te suelto.

-ni se te ocurra.-pedí mientras cerraba los ojos con más fuerza.

-bien, tú lo pediste. -dijo y me soltó.

-¡ahhhhhhhhhhhhhh!¡¡¡maldito insolente, mamerto, pedazo de imbécil!!!. -grite toda clase de improperios mientras caía y abria los como platos.

Estaba cayendo tan rápido que pensé que mi inmortalidad se me iría y moriría o de la caída o de un infarto.

Hasta que volvió a agarrarme en brazos.

- ¿ves? No era tan difícil.

-has perdido la cabeza.

Rio el muy imbécil.

-sabes que eso no es posible.

-no... ¡hasta que te la arranqué yo en cuanto me bajes de aquí! -dije y toque suelo.

Mi infierno contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora