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Camina por la calle con sus audífonos puestos, con su uniforme de la escuela, no asistirá a clases por ir a buscar trabajo.

—Sooyoung.

Joy voltea, se quita los audífonos. Se sorprende al ver de quién se trata.

—Papá.

—Odio que me digas así, puse la semilla pero sigo siendo mujer.

—Lo siento. No sabía que habías regresado.

—¿Podemos hablar en otro lugar? Te invito a un café.

Van a un local en un segundo piso, no hay más clientes por lo que pueden hablar con privacidad. Las dos con un café en la mesa.

—¿Cómo te está yendo en la escuela?

—Me va mejor atando mis cordones.

La mayor ríe.

—De niña siempre te ponías los zapatos al revés.

—Siempre fui torpe.

—Una linda torpe. ¿Cómo está tu madre?

—Supongo que bien.—No mencionará que prácticamente vive con la vecina—¿cómo vas tú?

—Tengo un puesto como profesora de matemáticas, logré dejar el cigarrillo, gano bastante bien.

—Si eres profesora ¿qué haces aquí?

—Quiero que vengas a vivir conmigo.

Es una buena oferta, se alejaría de los problemas.

—Yuri, yo

—Tranquila, doy clases en un colegio privado, en esta misma ciudad.

Es un alivio escuchar eso, ya estaba pensando en lo malo que sería alejarse de Irene.

—Está bien, aceptaré irme contigo.

—Es un departamento pequeño mientras consigo otro, aún debo terminar de pagar el auto, puedo comprarte uno en un futuro, te ayudaré en lo que pueda.

—Mamá, gracias por volver.—Un nudo se forma en su garganta.—eres un ejemplo de que la superación es posible.

—Oh cariño.—Se levanta de su silla para abrazarla.—gracias a ti por ser la mejor hija del mundo.

—Pero si soy la única que tienes.

—Sobre eso...

—Mamá, ¿es en serio?—Es celosa.

—Estoy bromeando.

La alivia. Joy conoce el pasado oscuro de su madre, siempre fue una mujeriega, en eso ambas se parecen.

En otra parte de la ciudad, en prisión, el panorama era distinto. Padre e hija están sentados frente a frente, con una vitrina transparente que los separa.

—Papá.—Irene hace lo posible para no atacarse a llorar.

—Bebé, has crecido, mirate, ya casi eres una adulta, ¿cuántos son ya?

—Dieciocho.

—La última vez que te vi apenas tenías trece.—Le había prohibido visitarlo, ahora se arrepiente de ello—¿ya comiste? Dime que no te saltaste clases por venir a verme.

—Ya comí, y no, tuvimos la mañana libre.—Miente.

—¿Y de la nada decidiste visitarme?

—Te extrañaba, necesitaba hablar con alguien —Siente que su madre ya no la escucha.

EMBARAZO [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora