Capítulo 5

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—¿Estás bien? —mis ojos estaban pegados en la ventana, y mi mente estaba en cualquier otro lugar, menos donde tenía que estar.
—Hey —dijo, tratando de llamar mi atención.
—¿Uh? Perdón, ¿Qué dijiste?
—Que si estás bien, desde que subimos estás un poco... Rara.
—Lo siento —me froté los ojos y me dirigí a la cama. Diego me sonrió y abrió los brazos para que me recueste en su pecho—. ¿Recuerdas aquella vez que te dije cómo se siente no recordar?
—Algo. ¿Me refrescas la memoria? —dejó un beso en mi frente.
—Es como cuando tienes un deja vu —me acomodé, rodeándolo con los brazos— sientes que algo pasó. Quizá no exactamente lo mismo, pero sientes algo. Como si los recuerdos estuviesen luchando por salir a la luz. Al inicio, cada vez que me pasaba eso, intentaba con todas mis fuerzas sacar aquellos recuerdos de cualquier lugar en el que estuvieran escondidos, pero con el tiempo me acostumbré a dejarlos pasar. Supe que no tendría éxito cuando intentarlo sólo me causaba un agudo dolor de cabeza.
—Y... —carraspeó la garganta, como solía hacer cuando se ponía nervioso— ¿Qué sientes ahora?
—No lo sé. Pero definitivamente tengo recuerdos con Daniel que están estancados en algún lugar de mi memoria. Si es que siguen ahí, claro —lo sentí tensarse— ¿Pasa algo, cielo?
—No —dijo, dando una gran bocanada de aire— solamente estoy muy cansado —levanté la cabeza para mirarlo, y le ofrecí una sonrisa comprensiva.
—Tan sólo puedo imaginarmelo —me acerqué y le dí un besito—. ¿Hoy también tienes que ir al hospital?
—Sabes que sí, hermosa —hice puchero.
—Pero quiero que te quedes conmigo.
—Sabes que yo también quiero eso —me devolvió el beso— pero ya sabes que tengo que ir.
—¿Cuándo terminarán tus turnos nocturnos? Me gustaba más cuando te quedabas y hacíamos pijamadas —Diego rió.
—No lo sé, hermosa.
—Bueno, al menos puedes venir todas las tardes a verme.
—Sabes que para ti siempre me haré tiempo. No me interesa si pasé días sin dormir o si tengo demasiado trabajo. Tú eres mi prioridad número uno, Mercy —sonreí como una estúpida.
—Te amo —le dije. En ese momento, era lo que sentía.

(...)

Desperté de golpe, al sentir que la cama se movía.
—¿Diego? —pregunté sin voltear.
—Sigo aquí —respiré tranquila. Por alguna razón, desde el accidente, había desarrollado una paranoia intensa. Me sentía en constante peligro, como si alguien quisiera hacerme daño. No era raro que tuviera pesadillas en las que me pasaban cosas horribles. Una, en particular. Pero la paranoia no parecía irse nunca.
—¿Ya te vas? —esta vez volteé para mirarlo. Estaba sin camiseta. Sonreí al ver su cuerpo. Diego era bastante guapo.
—No porque quiera —se asomó a la cama y me plantó un beso en los labios.
—Quédate —susurré encima de sus labios.
—Sabes que me gustaría... —respondió de igual forma mientras se ponía suavemente encima mío.
—Entonces hazlo.

El beso comenzó a tomar más fuerza mientras Diego se acomodaba sin dejar de besarme.
Sus brazos empezaron a deslizarse acariciando los míos, y pronto una de sus manos se escabulló debajo de mi sweater. Dejé salir un suspiro.

Diego y yo habíamos estado saliendo hace poco menos de un año, y habíamos hecho... Cosas... Pero nunca habíamos llegado más lejos. No me sentía lista para hacerlo, pero de todas formas, algo había cambiado.
Últimamente mis hormonas habían estado alocadas y cada vez eran más las veces en las que estábamos a nada de llegar hasta ese punto. Pero hoy, se sentía distinto, por alguna razón que desconocía.

—Diego —le dije cuando empecé a sentir su mano debajo de mi falda.
—¿Mmh? —reí con nerviosismo. No era que no quería hacerlo... Simplemente, había algo que me detenía. No estaba segura si quería perder mi virginidad de esta forma.
—Basta... —le dije sin dejar de besarlo.
—No me pidas algo que es imposible, Mercy —me respondió entre suspiros.

El beso continuó y yo coloqué mis manos en su espalda, sintiendo los músculos torneados. Sabía que ganas no me faltaban, pero aún así había algo muy dentro mío que no me dejaba continuar.
Con valentía puse mi mano en su entrepierna, por encima del pantalón, sintiendo cuántas ganas él también tenía.

Te amé, coma, te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora