Capítulo 15

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No puedo salvarnos, mi Atlantis, caemos

–Seafret

Toqué el claxon dos veces, esperando a que Andrea saliera de su casa. 
Unos dos minutos después, salió con un jean bastante apretado, y un bralette negro.

—Hola, guapo —dijo, entrando al auto.
—Hola —me sostuvo el rostro y me dio un beso. Pude sentir su lengua buscar la mía. La verdad me interesaba tan poco, que no me molestó seguirle el juego.

Después de un rato llegamos al lugar. Parecía que mi antigua vida volvía a mí. Fiestas, Andrea, aventuras con otras chicas... Y nada que valiera la pena.
Entramos al lugar, y Andrea me tomó de la mano. A veces no la entendía, pero ni un poquito.

—¡Daniel! —escuché a Mercy por detrás nuestro. Volteé inmediatamente. Una sonrisa ya se había formado en mi rostro.
—Hola, Mercy —sus ojos se posaron rápidamente en los míos, para después mirar a mi acompañante.
—Eh, creo que no las presenté correctamente —Andrea llevaba cara de palo—. Mercy, esta es mi... novia, Andrea.
—Un gusto —dijo ella, y Andrea solamente le sonrió, apenas intentando verse amable—. Bueno... Los dejo. Búscame más tarde.

Busqué a Max y en cuanto lo encontré, Andrea decidió desaparecer con alguien más. Jamás podría lograr que esos dos se llevasen bien. De todas formas, yo tampoco me llevaba bien con ella. Simplemente era una más. Y una amenaza que tenía que evitar.

—Hey, ¿Cómo has estado? —me preguntó, ofreciéndome una lata de soda.
—Supongo que bien.
—¿Cómo han estado las cosas en el nuevo trabajo?
—La verdad va mejor de lo que esperaba.

Estuvimos conversando por unos minutos, hasta que sentí a alguien tocarme el hombro. Cuando volteé, pude ver a Alejandra con una sonrisa en el rostro.

—Hola —me saludó entusiasta. Max arrugó el entrecejo.
—Supongo que recuerdas a Alejandra, ¿no? La invité, espero no te moleste.
—Uh, no, claro que no. ¿Cómo estás? —le dijo.
—Bien, gracias. Es un gusto verte de nuevo —realmente parecía que Alejandra había cambiado. Toda ella irradiaba un aura de calma muy distinta a la de antes.

Los tres conversamos y nos unimos al grupo de Max. Algunos eran amigos que yo ya conocía, y que no había visto en mucho tiempo. Ángela conversaba con Alejandra y mientras hablábamos, yo buscaba con la mirada a Mercy. Una vez que la encontré, fui a buscarla.

—Hey —ella estaba sirviéndose ponche.
—Daniel —sonrió, derritiéndome con ese gesto—. ¿Qué tal?
—Todo bien —ambos forzamos una sonrisa. Por alguna razón, el ambiente estaba incómodo.
—Viniste con tu novia —señaló.
—Oh, sí. Mmh, me pidió que la trajera —me rasqué la parte trasera de la cabeza.
—Es bonita.
—¿Tú crees?
—Sí, bastante —dijo, y le dio un largo sorbo a su vaso.
—Wow, con calma —reí.
—Oh, ¿esto? —levantó el vaso—. No te preocupes. Ya tomé como cinco vasos y estoy bien.
—Ajá, no lo creo —le arrebaté el vaso de las manos—. ¿Por qué tomas?
—Umh... ¿porque me gusta? —rió. Ciertamente estaba un poco ebria.
—No te gusta el alcohol, Mercy.
—Ya, no empieces. Me pones nerviosa cuando dices cosas sobre mí que ni yo misma sé —ambos reímos suavemente, pero la pregunta seguía en el aire.
—Entonces, ¿por qué tomas?

Ella bufó y yo dejé el vaso en la mesa. Comenzó a buscar algo con la mirada, y cuando lo encontró, me apuntó hacia Diego y, quien supuse, era Elisa.

—Llevan más de media hora charlando.
—Ya veo.
—La odio.
—Bueno, si te sirve de algo, eres mil veces más hermosa que ella —carcajeó con lo que parecía ironía.
—Ni siquiera empecemos con las apariencias —me miró de reojo.
—¿Por qué no?
—Ni de lejos, Daniel. Mírala. Toda curvilínea y con esos ojos azules tan brillantes. Justo como tu novia —dijo, pero luego abrió los ojos como si esa última oración se le hubiese escapado.
—Pues yo pienso que eres más bonita. Punto —esta vez me miró de frente.
—¿Ah, sí? —dio dos pasos tambaleantes hacia mí— entonces, ¿por qué estás con ella?

Te amé, coma, te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora