Capítulo 20

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Abrí la puerta principal y lo invité a pasar, sonriéndole.
Él tenía una expresión en el rostro que no podía terminar de descifrar, pero traté de ignorarlo.

—Um, ¿Me esperas un momento? Tengo que ir al baño... —Daniel no dijo nada, solamente asintió y tomó asiento en el sofá. Lo miré extrañada, pero sus ojos estaban perdidos en algún otro lugar de la sala.

Una vez que entré a mi habitación, me encerré en el baño.
Abrí el grifo y me empapé el rostro. No pude evitar quedarme frente al espejo, preguntándome qué demonios era lo que acababa de hacer. Poco a poco comenzaba a darme cuenta de la magnitud de lo que le había dicho a Daniel, y especialmente de lo que había pensando en ese momento.

—¡Mierda! —grité, dándole un golpe al lavabo. No solía maldecir o usar ese tipo de lenguaje, pero esta vez lo ameritaba.

Daniel me gustaba, me gustaba mucho, y no quería tenerlo lejos de mí; esa fue la razón por la que le dije que se podía quedar en mi casa. Honestamente, no hubiese podido mantenerme alejada de él. No sintiendo lo que sentía.
No sólo me gustaba, había estado enamorada de él desde que tenía memoria. Irónicamente.

Pero Diego... Diego también me gustaba, y hasta hace un tiempo estaba segura de que también lo amaba.

Quería convencerme de que Diego me gustaba más que Daniel.
En ese momento fuí ingenua, y creí que podría resistirme a lo que sentía por Daniel, con la excusa de que Diego era mi pareja y Daniel no podría gustarme más que él.

Me miré en el espejo una vez más, y me lo repetí: Daniel era un enamoramiento de la adolescencia. Diego era mi novio. A Diego lo amaba más. A Diego lo amaba más.

Me lo repetí hasta el cansancio, pero cuando me miraba los ojos en el reflejo del espejo, tenía que obligarme a aplastar mis verdaderos sentimientos.
Me mojé el rostro una vez más, y traté de serenarme. Ya lo hecho, estaba hecho. Además, enamorada o no, jamás hubiese dejado que Daniel pasase por ese tipo de humillación.
Por un momento pensé que Max me regañaría por no consultárselo antes, pero pronto supe que realmente no le molestaría.

Salí del baño respirando hondo. Ahora tendría que enfrentarme a Daniel sabiéndome completamente perdida en él.
Sacudí la cabeza.
«No, no.» pensé. Lo que sentía por él era ya lejano. Podía olvidarlo. Diego era mi novio. Diego era mi verdadero amor.

—Hey —llamé su atención, una vez que estuve en la sala. Él me miró. Tenía los ojos ligeramente irritados. ¿Había llorado? No podría saberlo con certeza.
—Hey...
—Bueno, em, ¿en qué cuarto quisieras quedarte?
—Yo...
—Creo que antes te quedaste en el que está justo al lado del mío, ¿no? —le interrumpí. No supe por qué. Quizá lo quería tener más cerca de lo que me sentía capaz de admitir.

Él asintió con suavidad. Fue una de las primeras y pocas veces en las que pude ver sutileza en su rostro. Pude verlo lleno de emociones, y por más de que quizá no podía saber cuáles, sí sabía que él estaba lleno de ellas. Me sentí imposiblemente triste.
Me acerqué lentamente, como si de una bomba se tratase.
Entonces me senté a su lado, y él me miró, claramente con algo más en la mente. Me miraba, pero no me prestaba atención. Abrí la boca para decir algo, pero entonces sus pupilas chocaron con las mías.
El estómago se me revolvió como nunca.

Si me acercaba unos milímetros más, podía sentir su aroma. Cerré los ojos por unos segundos, llenando mis pulmones de él.
Pude sentir su mano sobre la mía, y abrí los ojos de golpe.
Lo tenía peligrosamente cerca.
«Mierda» pensé, de nuevo.
Quería besarlo.
Tenía unas ganas inmensas de besarlo.
Sus ojos bajaron.
¿Estaría pensando lo mismo?

Tuve que dar una gran bocanada de aire al darme cuenta que había estado conteniendo la respiración.
Nos acercamos un poco más.

Él sonrió, descolocándome, y entonces se alejó.
Pestañeé varias veces, volviendo a la realidad. Por alguna razón, me sentí incluso más triste que antes. Me mordí la lengua.

Te amé, coma, te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora