Me acabé la botella entera de vodka con sabor a limón que estaba agarrando después de haber visto que Mercy se iba con Diego.
Me metí al baño en cuanto sentí el suelo moverse debajo de mis pies. Cerré la puerta con seguro y traté de respirar un poco.
«Así que así es como se siente tener el corazón roto», pensé, y me reí de mí mismo. Solamente Mercy podría hacerme esto. Era la única mujer a la que he amado con tanta intensidad.
La única mujer a la que había amado, en realidad.La amaba tanto, que deseaba arrebatarla de los brazos de Diego, y besarla hasta que me duelan los labios.
Sin darme cuenta, todas las noches le pedía al cielo que Mercy recuperase la memoria para poder estar con ella nuevamente. Pero a su vez, me asustaba eso.
¿Qué me aseguraba que quisiera volver conmigo? De hecho, ni siquiera estuvimos juntos en primer lugar. Destrocé su corazón, la hice huir de mí y gracias a eso pasó lo que pasó. Me odiaría.Me aferraba a las palabras que estaban escritas en aquella carta que me dio antes de marcharse. Que siempre me amaría. Y que nada podría hacer que deje de hacerlo.
Sollocé al recordar las palabras. Aunque no quiso, me mintió. Ya no me amaba. Y probablemente jamás volvería a hacerlo.Sequé las dos lágrimas rebeldes que habían escapado de mis ojos, y salí del baño. Buscaría algo de agua y me iría a casa. Odiaba estar ebrio.
Atravesé la sala y me topé con Andrea.—Aquí estás —me dijo—. Te pasaste de copas —su risa solamente hacía que me duela la cabeza—. Vamos a mi casa.
—No puedo.
—¿Por qué?
—Tengo cosas que hacer —Andrea levantó una ceja y chasqueó la lengua.
—Bien. Como quieras. Nos vemos el lunes.Me extrañó que lo hubiera dejado pasar, pero al verla irse con un chico, lo entendí.
Rápidamente salí de la casa y me subí al coche.
Revisé mi celular en busca de nuevos mensajes. Tenía uno de Emmeline.Si quieres hablar, tendrás que venir. No pienso discutir contigo por mensajes.
Revisé la ubicación adjunta y entonces me dirigí a su nuevo departamento. Me sentía hecho pedazos. Y estar ebrio empeoraba las cosas. Sabía que tenía que terminar con ella, pero por el tiempo que pasamos juntos, era inevitable haberme encariñado con ella. Rompería su corazón.
Llegué al lugar y toqué el timbre que indicaba.
Ella salió envuelta en una bata de dormir y con los ojos entrecerrados, tratando de ajustarse al cambio de luz.—¿Daniel? —se frotó los ojos—. ¿Qué haces aquí?
—Dijiste que venga para hablar contigo.
—Ya, pero no a las dos de la madrugada —no dije nada—. ¿Estás borracho?
—Necesito que hablemos —entré sin permiso.
—Cuando estés sobrio y sea de día —me sostuvo del brazo y trató de guiarme hasta la puerta.
—¡No! Tiene que ser ahora.Emmeline bufó y cerró la puerta, aceptando que no me iría. Me dirigió hasta la sala donde se sentó en el sofá, y me hizo un gesto, indicando que empiece a hablar.
—Esto... Ya no está funcionando.
—¿Qué?
—Ya no creo que podamos estar juntos, Emmeline.
—¿Por qué dices eso? Creí que querías hablar de vivir juntos...
—No. Quiero terminar —dije con valor.
—Pero... ¿Por qué? —parecía más enojada que triste—. ¿Por qué no me amas, Daniel?
—Meli... No hagas las cosas más difíciles.
—¡Dímelo! —sus ojos se cristalizaron—. Dime la verdad, Daniel —se levantó del sofá y se acercó a mí— No hagas que todo esto sea en vano. Dime por qué no me amas. Dime por qué me trajiste hasta aquí, por qué siquiera aceptaste salir conmigo en primer lugar. ¡Dímelo!
—Yo... —Andrea y su amenaza se me vino a la mente, pero pronto otro pensamiento se puso por encima. Mercy.
—Y no te atrevas a mentirme.
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Te amé, coma, te amo
Romance[Segunda Parte De ENAMÓRATE DE MÍ y de la trilogía "Amarte"] ❗Aviso de spoiler del primer libro❗ Se recomienda encarecidamente leer la primera parte antes de continuar. Después del fallecimiento de Mercy, Daniel decide marcharse a otra ciudad para o...