Capítulo 19

194 23 13
                                    

Porque incluso después de todo este tiempo, me sigues gustando.

–Paramore

A la mañana siguiente pude sentir unas manos frías deslizarse debajo de mi pijama. Se me puso la piel de gallina, despertándome a medias. Me sentí balbucear entre sueños. Solía hacer eso muy seguido, al menos desde el accidente, pues no recordaba hacerlo desde siempre.
Las manos acariciaban mi abdomen. Sonreí, aún adormilada.

—Daniel... —marmullé. En ese instante abrí los ojos como dos platos. Mierda. Doble mierda. Volteé lentamente, asustada de la reacción de Diego, pero él estaba aún con los ojos cerrados. Dejé salir el aire retenido. No me había escuchado. Su respiración era calmada. Definitivamente sus manos actuaban por cuenta propia, pues él seguía dormido.

Sin embargo, me maldecí. ¿Por qué su nombre se me había escapado? ¿Estaba soñando con él? No lo recordaba. Suspiré con el corazón aún en la garganta. Si algo así volvía a suceder, y Diego lo escuchaba, sería probablemente el fin. Me quedé pensando en eso por más tiempo del que debería.
Nuevamente suspiré, y estiré mi mano hacia la mesa de noche, tomando mi celular. Eran las nueve. Tenía un mensaje de un número desconocido.

Hola! Nos vemos en la plaza de las rosas a las 11. No puedo esperar.

Supe que era Alejandra.
Me levanté bufando. Diego tenía el sueño bastante pesado, no se inmutó.
Me metí a la ducha y repasé lo que haría. Iría, tomaría ese maldito helado y entonces me enfrentaría a Daniel. Pero tenía que hacerlo en privado. No podría hacerlo con alguien más ahí. Apenas me salían las palabras en frente suyo, sería aún más difícil con un espectador.

Después de salir de la ducha, me vestí y me peiné con una cola de caballo, pues no tenía ganas de secar mi cabello.
Salí del baño y me encontré a Diego leyendo un libro.

—Hola, linda —me dijo—. Ando un poco apresurado, me llamaron para cubrir un turno el día de hoy.
—No te preocupes —le sonreí mientras me acercaba para darle un beso—. De todas formas yo también saldré —él levantó una ceja, confundido.
—Me halaga ese gesto —dije sarcástica—. Sé que no soy de salir, pero hoy tengo que verme con... —lo pensé dos veces— Con una amiga.
—¿Una amiga? —rodé los ojos. ¿Tan difícil era creer que yo tenía amigos?
—Sí, una antigua amiga. De la escuela.

Diego pareció cambiar ese gesto de confusión a un gesto de preocupación.

—¿La conozco? —me puse un poco de perfume y le dejé comida a Polaris.
—No lo creo.

Decidí no decir más, pues revelar ciertos detalles sería ponerme en una situación incómoda, en especial con Diego.

—Okay... Háblame cuando puedas —me volteó para dejar un beso en mis labios. Ese gesto de preocupación no abandonaba su rostro, pero yo tenía mis propias preocupaciones como para prestarle más atención de la que lo hice en ese momento.

Después de que Diego se marchó, comí un poco de sandía. No tenía mucho apetito. Sentía un nudo en el estómago. No me sentía capaz de poder hacer lo que iba a hacer hoy. Pero como ya lo había dicho antes, era necesario.

Salí de la casa con las manos temblorosas. Decidí ir caminando pues nuestro lugar de encuentro no me quedaba muy lejos, y así me daría tiempo de pensar una vez más lo que le diría a Daniel.

Una vez que estuve cerca, pude ver a Alejandra sentada en una banca, hablando con Daniel.
Desde ayer tenía un pensamiento estancado en mi cabeza: ¿Cómo rayos eran amigos esos dos? Por alguna razón me hacía hervir la sangre.

—¡Mercy! —chilló Alejandra al verme. Se levantó y me rodeó con sus brazos. No la entendía. ¿Acaso habíamos sido amigas antes de que yo perdiese la memoria?
—Hola... —dije, sin mucha emoción. Daniel se levantó de la banca y me sonrió, sin decir nada. Sus oscuros ojos eran indescifrables para mí.
—Vamos a la heladería. Tengo antojo de helado desde hace días —dijo ella con emoción.

Te amé, coma, te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora