Capítulo 3

216 27 7
                                    

Mis ojos trataron de abrirse lentamente. Un dolor punzante me atacaba la cabeza y mi respiración parecía estar agitada.

—¿Daniel?, ¿Amor? —escuché la voz de Meli. Y entonces lo recordé. Acababa de verla. Acababa de ver a Mercy. ¿Qué estaba mal conmigo? Esto ya era alarmante. La idea de ver a un psiquiatra cruzó por mi mente.

Me levanté y me di cuenta de que estaba tendido en una cama. Tardé unos segundos en incorporarme, pero entonces me di cuenta de que estaba en la habitación de Maximiliano. Me senté y ahí lo ví sentado en la silla de su escritorio. Meli estaba a mi lado.

—¡Dios mío! —chilló— ¿Qué pasó ahí abajo Daniel?, ¿Estás bien? Nunca antes te había pasado.
—Yo... —miré a Max, el cual me veía con los ojos muy abiertos y los labios apretados— Maximiliano —dije— no sé qué pasó... Yo...
—Meli —me interrumpió— perdona que sea descortés, pero necesito hablar con Daniel en privado. ¿Me lo prestas por un minuto? Puedes esperar en la sala, siéntete como en tu casa —ella nos miró a ambos con confusión y un poco de molestia, pero finalmente se levantó y salió de la habitación—. Daniel —dijo Max antes de que yo pudiera decir algo.
—¡Acabo de tener una visión! -—lo interrumpí levantándome abruptamente de la cama— ¡Creí que venir arreglaría las cosas, pero me estoy volviendo loco!
—¡Daniel! —me llamó la atención— por favor no grites. Cálmate. Necesito que te sientes.

Entrecerré los ojos mientras lo miraba. No podía ser. Conocía a Maximiliano a la perfección. Tenía algo que decirme. No, no podía ser lo que estaba pensando.

—Max...
—Por favor, sólo escucha —me encaminé hacia la puerta sin decir nada pero él rápidamente se puso en medio.
—Quítate, Maximiliano —dije, tratando de mantener la calma.
—No. Necesito que me escuches.
—¡Y yo necesito verla! ¿¡Tienes alguna idea de cómo me siento ahora!?
—No, pero me lo puedo imaginar. Por favor, Daniel. Necesito que me escuches y que te sientes.
—¿¡Cómo es esto real!? —me sostuve la cabeza sintiéndome mareado nuevamente— No, no lo es, no puede serlo —caí sentado en la cama y comencé a llorar. No pude evitarlo. Las lágrimas salieron con tanta fuerza que mi rostro estaba empapado en menos de un minuto.
—Sí lo es... Lo siento Daniel...
—¿Es verdad? No puede ser verdad... No puede... —sentía que estaba perdiendo la razón.
—Fue toda una equivocación... Pero, no pude decírtelo. Nadie pudo. Desapareciste, Daniel.
—Quiero verla. Ahora.
—No puedes.
—¿¡Qué quieres decir con que no puedo!? ¡Déjame verla!
—Daniel, ¡Deja de gritar!
—¡No!

Max respiró hondo y entonces me abofeteó. ¿A qué diablos vino eso? Me levanté y le di un puñetazo en respuesta.

—¡Mierda, Daniel! —trató de no gritar tanto— Creyeron que tuvo muerte cerebral —dijo entonces, limpiándose la sangre que salía de su nariz— los estúpidos enfermeros de la ambulancia la diagnosticaron clínicamente muerta porque no mostraba signos vitales. Pero Mercy no estaba muerta.

Con esas últimas cinco palabras bastaron para que comience a llorar como un verdadero bebé. Max me abrazó y comenzó a disculparse.

—Mi mamá llamó de inmediato y yo traté de llamarte a ti. No conseguí que me contestaras así que se lo dije a Diego. Yo corrí al hospital con lágrimas en los ojos, casi me accidento yo más... Pero al llegar y ver a Mercy viva quedé en un ligero estado de shock. Todos creímos lo mismo Daniel, pero para cuando tratamos de contactarte más tarde para decirte que ella estaba viva, no había forma de hacerlo. Te habías ido, desapareciste, Daniel —sus ojos se cristalizaron.
—Yo... No pude soportarlo. Además, perdí el celular en la calle pues... Me desmayé ahí mismo. Exactamente como ahora lo hice... —me levanté nuevamente— pero necesito verla, Max. Sé que lo entiendes, necesito verla ahora mismo.
—Escúchame —me sostuvo los brazos para evitar que me mueva, pero ambos sabíamos que yo era más fuerte. Justo antes de que llegue a la puerta para salir, dijo:— no recuerda nada.

Te amé, coma, te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora