Te amé, coma, te amo

Capítulo 23

Ya había pasado casi una semana desde que Daniel se había mudado con nosotros, y apenas me lo había cruzado dos veces. ¿Me estaba evitando?, ¿Acaso tan poco le agradaba?
Con él invadiendo mi mente de una forma en la que no podía controlar, casi no había visto a Diego. Tenía un horrible sentimiento de culpa cada vez que lo veía a los ojos.
Daniel se estaba apoderando de cada uno de mis pensamientos, y por mucho que quisiera acallarlos, no podía. Demonios, realmente me gustaba. Me gustaba mucho.

Pero, ¿eso en qué posición me ponía con mi novio? A Diego también lo quería. Es más, hasta hace un par de meses podría haber jurado que lo amaba incluso con locura, pero ahora... Todo parecía haber dado un giro de noventa grados. Los quería mucho, a ambos. Pero, ¿a quién amaba en verdad?

Un jueves por la noche, estaba en mi cama, a punto de irme a dormir pues tenía trabajo al día siguiente, y estaba escribiendo en un cuaderno. Hace años solía escribir en un diario, estaba segura de eso, pero en algún momento en el lapso de cuatro años que mi memoria se negaba a recordar, perdí aquél diario.
Cada vez que pensaba en eso, sentía un pinchazo en el pecho. Ahí tenía escritas cosas muy importantes. Cosas sobre Daniel, estoy segura.
¿Cómo era posible que todo pensamiento me llevase a él?
Daría lo que fuera por leer ese diario de nuevo. ¿Cuándo lo habré perdido? ¿Habría documentado mi vida hasta hace dos años que fue cuando el accidente sucedió? Con eso en mi poder podría saber cómo fueron esos cuatro años de los que no tengo noción alguna.

Suspiré, tragándome las lágrimas. De todas formas, como ya había mencionado, estaba muy segura de que Daniel dominaba completamente ese diario. Me gustaba desde que era pequeña, y mientras más crecíamos, más crecía también mi atracción hacia él.
Si en ese entonces el accidente sucedió hace dos años, y fue ahí que perdí la memoria de los últimos cuatro años, los últimos recuerdos que tenía de mi vida pasada eran de cuando tenía catorce años. Y a veces incluso menos, apenas podía saber desde cuándo tenía recuerdos.
Evitaba pensar en eso porque realmente me generaba un espantoso dolor de cabeza, pero a veces me era imposible. Pensaba en eso durante horas.

¿Cómo podía ser mi mente tan frágil? Todos mis recuerdos, mis experiencias, todo lo que había vivido durante esos cuatro años se esfumó, como si nunca hubiese sucedido.
Y ahí, en ese lapso, mi diario se perdió.
Desde hace un par de meses lo que más intriga me causaba era saber todo lo que había hecho desde mis catorce hasta los dieciocho años, pero entonces, lo que más quería saber, era el tiempo que había pasado con Daniel.

Cuando tenía catorce, apenas y nos hablábamos. Sin embargo, cuando éramos niños, éramos muy unidos.
Y por mucho que a veces me lo quiera negar, la razón por la que me comencé a alejar de él es porque empecé a verlo con otros ojos. Me gustaba, y mientras más tiempo pasaba con él, más comenzaba a gustarme.
Entonces, él también se alejó de mí, y nos volvimos dos desconocidos, después de haber sido antes muy unidos.

Suspiré una vez más. La curiosidad me mataba, me carcomía.
Él dijo que antes del accidente nos volvimos muy unidos, como mejores amigos. ¿Cómo podría haber pasado eso? Yo no podía estar a un metro de Daniel sin sonrojarme.
Además, Max me había dicho que Diego era mi mejor amigo.
Había muchas cosas que no tenían sentido.

—¡Agh! —exclamé, golpeando el cuaderno con mi puño. Me eché hacia atrás en la cama, y traté de calmarme. Tenía que descubrir qué demonios fue lo que pasó con Daniel. Porque cada que lo miraba a los ojos, sentía algo tan inexplicable como mi misma pérdida de memoria. Estaba tan profundamente enamorada de él que ni siquiera tuve que esforzarme para darme cuenta... O incluso recordarlo... Estaba ahí, como la memoria muscular. Durante esos cuatro años, en especial los últimos dos, me había terminado de enamorar de él. Pero necesitaba saber cómo y por qué.