“En otra vida, haré que te quedes, para no tener que decir, que tú fuiste aquella que se me escapó.”
−Katy Perry
—No sé si lo mejor es que nos sigamos viendo —pude sentir un ácido subir por mi garganta. Mercy lucía tan seria, como si una capa de hielo se hubiese interpuesto entre ambos. No, no podía hacer eso. No ahora.
—Mercy... —iba a rogarle que no me hiciera eso. Estaba dispuesto a perderlo todo, a decirle lo mucho que la amaba. Pues si la perdía a ella, era equivalente a perderlo todo. Me sentí lleno de miedo. Quise continuar, pero no pude, pues mi madre apareció.
—¡Daniel! —la miré, desorbitado. Me sentía en medio del océano, luchando por salir a la superficie— ¿Y Mercy? Oh por Dios, niña, estás tan crecida, y tan hermosa.Mi madre la rodeó en sus brazos y ella hizo lo mismo, por inercia, pude ver. Su rostro mantenía esa seriedad que me dolía en el alma.
—Daniel, tengo estupendas noticias —se acercó a mí y puso su mano en mi hombro—. Gané la custodia de Thiago —sonreí sin poder evitarlo. Sabía lo mucho que significaba esto para ella, así que su alegría me alegró a mí por unos instantes.
—Eso es maravilloso, mamá.Le ofrecí mi más sincera sonrisa, pero al ver que ella no me devolvió el gesto, supe que algo andaba mal. Su mirada se dirigió a Mercy. Supe que quería decirme algo, y le molestaba que ella estuviese ahí, pero eso no la detuvo. Me miró nuevamente, y no pude descifrar lo que sentía en esa helada mirada que me ofreció.
—Necesito que te vayas, Daniel —la sonrisa se me descompuso. ¿Qué estaba pasando? Este día parecía una muy mala pesadilla... No entendía nada.
—¿Qué?
—Sí, la verdad sólo necesitaba que me ayudaras en el juicio, y ahora que ya tengo lo que necesitaba, debo pedirte que te vayas —no daba crédito a lo que estaba escuchando. ¿Cómo era posible? Yo había confiado en ella. Le había concedido el beneficio de la duda, ¿y así me lo pagaba?
—No puedes hacer eso, mamá.
—De hecho, sí puedo. Así que toma tus cosas y vete, Daniel. Mi trabajo no me alcanza para mantenerte aquí.
—¡Eso es mentira! Desde que llegué aquí jamás mencionaste nada del dinero, y sé que no tienes problemas con él.
—Bueno, ahora sí. Así que vete, Daniel. Tú ya tienes un trabajo, encuéntrate un departamento, que yo ya no te necesito aquí.La miré, más que con rabia, con mucha tristeza. Era mi madre. Y por mucho daño que me hubiese causado en el pasado, yo la amaba. Y me destrozaba el corazón saber que ese amor no era correspondido.
Parecía que nadie correspondía mi amor.
Quizá mi amor no era suficiente para nadie.—¿Daniel? —dijo Mercy.
—No te metas en esto, Mercy bonita —le respondió mi madre. Esta vez la miré casi con odio.
—¡No puedes hacer esto! —grité, entonces— me hiciste abandonar toda mi vida solamente para venir a ayudarte, ¿y ahora me echas como a un perro? —agradecía que me hubiese hecho volver, pues de esa forma pude reencontrarme con Mercy y darle sentido a mi vida nuevamente, pero de no haber sido así, lo arriesgué todo por ella. Todo.
—Ay, no seas dramático, Daniel. No es como que no tengas un trabajo, ni una carrera, ni seas un adulto hecho y derecho.Sentí ganas de llorar. De pronto me sentí de diez años, llorando porque mi madre me echaba la culpa de todos sus problemas. Me picaban los ojos. Demonios, lloraría. Lloraría una vez más, de las miles que lo había hecho por su culpa.
De pronto sentí una mano sostener la mía. Volteé para ver a Mercy. Veía enojo en sus ojos, pero no dirigido hacia mí. Sus dedos se entrelazaron con los míos, y sentí algo revolotear en mi estómago.
—Luego vendremos por tus cosas, Daniel, vámonos.
No me dio tiempo a replicar, pues por poco y me arrastró hacia la puerta, saliendo de la casa.
Entonces me abrazó fuertemente.
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Te amé, coma, te amo
Romans[Segunda Parte De ENAMÓRATE DE MÍ y de la trilogía "Amarte"] ❗Aviso de spoiler del primer libro❗ Se recomienda encarecidamente leer la primera parte antes de continuar. Después del fallecimiento de Mercy, Daniel decide marcharse a otra ciudad para o...