Arista
Miré a Max con los brazos cruzados.
- Yo la quiero.- Le dije de pie en su habitación.
Max sacudió la cabeza.
- Esta es mía.- Dijo.
- No.- Me acosté en la cama.- Yo prefiero la primera vista del sol, tu eres un vampiro.- Señalé la puerta.- Ve hacía la oscuridad.
Se cruzó de brazos y levantó una ceja.
- Es mi habitación Cal, no te la daré.- Se recargó en la puerta.
- No me iré.- Me crucé de brazos obstinadamente.
- Bien.- Se burló.
- Bien.- Le saqué la lengua y observé el techo sin saber qué más hacer. Extendí mis alas después de un rato, Max había sacado un libro para leer e ignorarme mientras yo disfruté de la sensación de mis alas en sus suaves sábanas y luego me acomodé para dormir. Cerré los ojos y el cansancio del día junto con la reunión que habíamos tenido, no tardé en quedarme dormida por agotamiento.
***
Al despertar vi a Max con su espalda en la base de la cama, con la cabeza inclinada recargada sobre una de sus manos, su codo descansaba en su rodilla. Me bajé con cautela y me acerqué a él, acomodé su cabello y vi su rostro. Ya no era rubio dándole un aspecto más angelical, era oscuro y sus ojos rojos, pero de alguna manera le quedaba mucho mejor a su personalidad actual.
Lo miré y quise acercarme más, pero...
Todo era borroso y dolía demasiado, pero a pesar de ello me esforcé al máximo para ganar, apenas podía con la fuerza de Declan y su arma sobre mi. Sin embargo, al girar la mirada y verlo marcharse sin una sola mirada en mi dirección, comprendí.
Max tenía otra prioridad.
Una extraña lágrima se deslizó por mi mejilla antes de que todo se volviera oscuro.
Separé mi mano y me alejé. Me puse de pie y protegiéndome de mis propios pensamientos sobre el pasado tomé una manta y la puse sobre sus hombros antes de salir. Respiré hondo y me acerqué a mi maleta, la tomé y saqué la pulsera que me había colocado Cayden, la misma que había pertenecido a mi cuerpo como si fuera una segunda piel, me aferré a ella en silencio, como si el artefacto me pudiera dar la respuesta a todas mis preguntas.
Me alejé de Max. Porqué era lo correcto, por que él debía dedicarse a su presente, a Idara. Yo me dediqué a Cayden, era lo que debía ser, pero lo extrañé. Lo extrañé tanto que no sabía qué hacer con mis propios sentimientos.
La distancia, el amor, la familia, las responsabilidades... todo había sido una brecha tan larga.
Ahora era tan corta que me aterraba, ¿Por qué? Probablemente porque no me sentía preparada para comenzar a pensar desde qué momento comencé a sentir que lo había perdido.
Sentí a Max cerca.
- ¿En qué momento lo perdimos todo, Max? - Susurré abrazándome a mí misma.- ¿Cuándo perdí a mi hermana? ¿Cuándo perdimos a Malek? ¿Cuándo murió Idara? ¿Cuándo murió Cayden? ¿Cuándo nos perdimos a nosotros?
Me giré y lo miré con una expresión complicada. Max miró la pulsera a la que me aferraba y luego suspiró acercándose.
- ¿Cuándo lo perdimos todo? - Cuestionó.- Eso no importa, Cal. ¿Cómo vamos a recuperarlo? - Sacudió la cabeza. - Lentamente.- Recargó su frente con la mía.- Con calma, Cal.
***
- ¿Cuál es la diferencia? - Preguntó Max haciéndome ver dos tazas de café una al lado de la otra.
- La más llena es tuya.- Lo miré con una sonrisa de esperanza, él sacudió la cabeza.- ¿El mio tiene azúcar?- Volvió a negar.- Ah... No sé.- Me rendí.
- Esta taza fue hecha con una cafetera de filtro de metal, una prensa francesa. Tiene un color más opaco.- Señaló la otra.- Y esta con un filtro de papel, una Hario V60. Tiene un tono más rojizo. Ahora pruébalo.
Tomé una y luego otra.
- Está sabe más fuerte.- Señalé la primera.- Y esta... a más cosas, pero no sé muy bien. ¿Me equivoco? - Me removí las manos nerviosa.
Max sonrió.
- Tienes razón.- Dijo y se rió ante mi pequeño salto de suficiencia. Tomé la taza con el tono de café más rojizo y lo disfruté. Sería mi nuevo favorito.
Max tomó la otra taza y se sentó en la ventana para comenzar a leer. Me puse de pie olvidando el café y me acerqué pero dudé al final, antes de que él se girara hacía mi y me hiciera un gesto de aprobación. Me subí encima de él y recosté mi cabeza en su hombro, suspiré sosteniéndolo de esta manera por primera vez en muchos años y cerré los ojos. No había lugar donde me sintiera más segura de todo daño que en sus brazos y recordar esa sensación me hizo aferrarme más a ese cálido sentimiento. Incluso... a valorarlo aún más.
***
- ¿Cal? - La voz somnolienta de Max sonó antes de que sus ojos se abrieran. Escondí mi cabeza aún más en su cuello y no dije nada, pero él lo supo al sondear mi mente.- ¿Otra pesadilla?
Asentí y él puso su mano en mi cabeza aclarándola.
- Ya no te va a molestar.- Dijo en voz baja momentos después.
- Gracias.- Susurré pero no me moví.
- ¿Quieres hablar al respecto? - Preguntó y yo mordí mis labios.
- Extraño a Malek...- Susurré. Revivir su muerte era de mis peores pesadillas.
- Cal.- Dijo con voz resignada, pero no agregó más.
- ¿Tú no lo haces? - Le pregunté levantando la mirada. Max me miró con expresión triste.
- Lo hago.- Contestó acomodando mi cabello y luego me cubrió con la manta.- Duerme, Cal.
Me escondí de nuevo en él, ya se me comenzaba a hacer costumbre... pero no me alejé. No podía.
***
Lo extrañaba.
Cuando Max se iba para hacerse cargo y vigilar nuestras empresas lo terminaba extrañando. Así que cuando lo escuchaba acercarse me ponía de inmediato de pie y me quedaba en la puerta levandandome y bajando sobre las puntas de mis pies, esperando, pero no habría la puerta antes que él, no quería parecer muy ansiosa.
Ahora que solo estábamos él y yo y que nuestra amistad volvía a ser lo mismo con el tiempo que pasabamos juntos, tenía un miedo terrible a volver a perderlo.
Max entró y frunció el ceño al verme.
- ¿De nuevo descalza? - Preguntó levantandome en sus brazos y llevándome hacía uno de los sofás. Había dejado unas cosas en la puerta y se devolvió por ella, me puso unas bolsas en mi regazo.
Las abrí y me encontré con varios vestidos de diario, pero eran muy bonitos. A Max no le gustaba cuando era Caliope que me escondiera siempre en ropa de hombre para ocultar mis vulnerabilidades e inseguridades, ahora que no me negaba a ellos, no dejaba de darmelos. Sonreí contenta, pero no pude evitar bromear un poco al verlo.
- ¿No es muy controlador de tu parte dominar lo que visto? - Pregunté y él levantó una ceja.
- No, no lo es.- Mintió descaradamente. Me reí y sacudí la cabeza, pero en realidad ambos sabíamos que los usaría sin duda.
Así pasamos nuestros días, recuperando nuestro vínculo y haciendo nuestra amistad cada vez mayor... hasta que Cedrick apareció.
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Aquí empieza este apartado de especiales de Maxwell y Arista, espero les haya gustado.
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Nuestro legado
RomanceArista En mi vida solo había una verdad absoluta: Sus ojos eran mi mundo. Arista pensaba que Max y ella serían mejores amigos hasta el final, ella lo daría todo por él y él por ella, pero sus vidas tomaron caminos diferentes hasta que llegó el día d...