En muchos problemas

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Arista

El territorio de Dereck Rodriguez era muy amplio y estaba cubierto de naturaleza, aunque el cambiante era el dueño de todas las demás manadas, también tenía a la suya propia en este lugar junto con Mavis.

Sus hijos ya habían crecido desde aquella ocasión en el torneo y Sil ya rebasaba la altura de su padre, la fuerza que comenzaba a demostrar el cambiante subía mucho las expectativas acerca del poder del futuro rey de los cambiantes. Dánae era sobreprotegida por su hermano, apenas y la dejaba respirar unas cuantas veces fuera de su vista, lo cual era por el momento buena idea con el caos que se extendía.

Dereck había conseguido a un médico que refrenó la muerte de más cambiantes femeninas, se había internado por mucho tiempo en su propio espacio tratando a las enfermas y creando una vacuna en tiempo reducido, a mi me parecía muy joven para ser un genio así y además, extrañamente compartimos el mismo apellido, su nombre era Carel Schevert, pero descarté de inmediato cualquier relación sanguínea cuando Mavis mencionó que era un brujo. Él tenía el cabello negro pero tenía algunos hilos de cabello pelirrojos, era delgado y hasta cierto punto parecía frágil pero no sabía porque al verlo no dejaba de pensar en Cedrick Arscorth y era una idea que probablemente solo se relacionaba con que ambos eran brujos, pero la expresión amable de Carel y sus modales impecables eran algo que distaba mucho de parecerse a Cedrick.

Me acomodé aún más en contra del cuerpo de Max y suspiré al sentir el calor de su piel, entrelacé mi mano con la suya sin perder de vista la visión de su anillo y agradecí enormemente ese bendito objeto que le había regalado Leonel Eckhart el día de nuestro matrimonio. Max a pesar de estar dormido profundamente reaccionó a mi cuerpo y me pegó más a él antes de dejar su mano libre en mi abdomen con gesto protector. Max no era del tipo que solía verter sus sentimientos muy libremente, pero yo veía la preocupación en sus ojos ante mis malestares y trataba de ayudar siempre que podía, no me dejaba hacer nada por mi misma, escuchaba pacientemente mis momentos de lloriqueos emocionales o aguantaba mis rabietas.

No había restricciones y no estaba preocupaba viviendo en un lugar oscuro si iba a sobrevivir para dar a luz a mis hijos...

Cerré los ojos, no tenía sentido pensar en ello ahora.

Max era controlador y autoritario pero veía que trataba de ser suave conmigo, no darme cuenta de la oscuridad que estaba detrás de sus ojos sería muy estúpido de mi parte y desde nuestro vínculo conocí toda la historia sobre él, parte la había soñado y parte me la había contado Maxwell sobre su infancia y su tiempo como principe heredero. Había estado solo, completamente y sin ningún apoyo ni alguién en quien confiar.

- Pero yo quería estar contigo, yo debía hacerlo.- Lloré contra su pecho, no podía soportar haber visto una de las torturas de Braxton, le había abierto la piel completamente a latigazos y le había quemado la piel restante con fuego. Los gritos de Max con solo seis años resonaban en mis oídos todavía y me dolía tanto el pecho que apenas podía respirar. Yo había tenido una vida feliz con padres normales y hermanos, sin poder ni preocupaciones reales, pero él, de nuevo, no tuvo nada más que dolor.

- No.- Maxwell me hizo mirarlo.- Mi pasado no me persigue, Cal. Lo viviría de nuevo sin una sola queja con tal de reunirme contigo en cada ocasión.

Me di la vuelta y lo miré. Después de haber crecido dentro de una familia unida y cariñosa mi manera de ver el mundo era mucho más suave que cuando era Caliope, tenía más esperanza en la gente que me rodeaba y no me protegía como debería hacerlo. Al convertirme en reina de las hadas por segunda ocasión eso me hizo ser decepcionada y amenazada una cuantas veces por la nobleza. Cayden se molestaba porque decidía no tomar represalias.

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