Julia
Ahora estaba autorizada lo suficiente como para saber dónde vivía Lucius Maxwell. Sostuve los papeles entre mis manos viendo impresionada a Malek entrenar con su espada y moviendo la tierra a su alrededor.
Kaamisha lo observaba con aburrimiento varios metros alejada.
Nunca dejaban de impresionarme ambos niños, ahora que tenían nueve años Malek llevaba una educación especial por su padre y una hada de nombre Nyria, ella venía a enseñarle a Malek desde que cumplió seis años, pero a los siete el pelirrojo se veía más apagado y muchas cosas le daban igual, solo su familia lo hacía reaccionar, pero Kaamisha cada vez tenía más energía solo que se negaba a usar armas, decía que quería dedicarse a una vida fácil, solo bailar y vivir, que su hermano y su padre la protegerían de todo.
Estaba tan consentida y protegida que para ella todos eran buenos, su falta de malicia le causaría mucho daño y alguién podía aprovecharse de ella. Esa era la principal preocupación de Arista, había querido entrenar a su hija para que pudiera defenderse sola pero la niña se negaba rotundamente.
Lucius se acercó y tomó los papeles para revisarlos.
Arista se acercó y me dió una taza de chocolate caliente. La acepté con gusto porque el tiempo de invierno siempre me congelaba las manos.
Le di unos cuantos tragos antes de que comenzara el malestar que tenía desde hacía una semana. Hice una mueca tratando de ahogar las náuseas que ella observó.
- ¿Todo bien? - Preguntó.
- Ugh, si.- Murmuré.- Solo me cayó algo mal en el almuerzo.
- Puedes llegar tarde mañana, tomate el tiempo de ver un médico.- Dijo Lucius escuchando la conversación pero sin levantar la cabeza del trabajo. Ahogué una sonrisa y acepté. Mi jefe me mandaba al médico por cualquier cosa, ya que pensaba que al ser humana me moriría en cualquier momento. Era arrogante de su parte pero siendo un vampiro no estaba tan alejado de la realidad.
Arista se acercó a mi y usó su nariz para oler mi cuello, luego se alejó con una expresión extraña.
- ¿Huelo mal? - Cuestioné.
- No, nada.- Sonrió e hizo una barrera de hielo repentinamente a lado nuestro, momentos después grandes rocas se estrellaron en su barrera. Arista giró la cabeza hacía Malek.
- Perdiste la concentración.- Le dijo a su hijo.
- Lo siento, mamá.- Dijo el pelirrojo.- No termino de entender la tierra, es todo, es nada y hace mucho ruido, sufre, llora y grita, ríe, canta, se desliza y se comprime. Va y viene, la vida se arrastra sobre ella, crece, muere, sueña y lo siento todo, lo escucho.- Se cubrió los oídos.- Me abruma.
Arista se acercó a él y se arrodilló, hizo que Malek también lo hiciera y puso las manos del pequeño en el suelo, ella puso las suyas encima de las de él.
- La tierra es lo que te sostiene en el mundo, venimos de ella y terminaremos en ella. Caminamos sintiendola bajo nuestros pies, cada paso, cada energía nueva y vieja que va y viene.- Ella decía.- Sientelo, dale de ti y permite que ella te lo de a ti. No la fuerces, pídeselo, escúchala y piérdete en ella. Si no le das una parte de ti a la vida, te será arrebatado. Ese es el equilibrio que debemos mantener. Escucha con atención y deja que tu cuerpo sea una extención de la tierra.- Ella pegó su frente a la de su hijo, desvíe la mirada para ver a mi jefe completamente absorto en cada movimiento que ella hacía y lo que decía.- La tierra significa estabilidad, firmeza y seguridad. Es lo que ella te va a ofrecer y es el reflejo de lo que debes representar con ella. Debes de ser paciente porque todo tiene un tiempo y eso lo delimita la tierra. Incluso aunque tú cuerpo está hecho para durar lo que la naturaleza puede hacer, debes de aceptar que al final, aquí es donde vas a yacer. La tierra te permite ponerte sobre ella porque al final serás parte de ella.
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Nuestro legado
RomanceArista En mi vida solo había una verdad absoluta: Sus ojos eran mi mundo. Arista pensaba que Max y ella serían mejores amigos hasta el final, ella lo daría todo por él y él por ella, pero sus vidas tomaron caminos diferentes hasta que llegó el día d...