Julia
Ya tenía unos días con el coche descompuesto caminando hacia mi casa.
Después de llegar ayer completamente agotada me pensé seriamente en pedirle a Lucius prestada la llave de su coche de repuesto en la empresa, pero siempre se me olvidaba y me acordaba tan tarde que me apenaba molestarlo en la noche.
Aunque era un vampiro creía que se había acostumbrado a la vida diurna por sus hijos y su esposa.
Al final dejé el teléfono y suspiré, me prometí a mi misma que mañana le llamaría para preguntar desde temprano.
Tomé mis cosas y me dirigí al elevador, ya no quedaba nadie en el edificio a excepción de los guardias de seguridad. El pequeño número que mostraba los pisos fue disminuyendo hasta que llegué a la planta baja y después de un sonido el ascensor se abrió.
Salí y me abrigué más cuando el primer aire del exterior me dio de lleno. Mis tacones bajos resonaron por el pavimento y apresuré mi paso al ver las calles tan vacías.
Mi departamento estaba solo a cuatro cuadras, así que solo por eso me arriesgué. Las primeras tres estaban más iluminadas pero la última siempre me llenaba de miedo, estaba oscura, así que casi corrí cuando estaba ahí aferrándome a mi gas pimienta pero una figura oscura me cerró el paso.
Me detuve al ver a un hombre de aspecto descuidado sonreírme y me di la vuelta pero detrás de mí había otro demasiado cerca que me tomó con brusquedad del brazo.
Le rocíe el gas en el rostro y me soltó, pero el otro ya estaba encima de mí, olía rancio y a alcohol. Puso una de sus manos en mi blusa y jaló rompiendo los botones, grité sacudiéndome pero solo perdí los lentes.
- ¡No! - Grité antes de dejar de sentir al hombre sujetándome y después solo un crujido de huesos.
Caí sobre mis rodillas temblando antes de levantar la mirada justo para ver a Aaron tomar al otro hombre que seguía maldiciendo por el gas pimienta y romperle el cuello frente a mi. Lo tiró como si fuera un muñeco y se acercó a mí, sus ojos violeta estaban oscuros.
- No grites y no te muevas.- Ordenó haciendo que mi cuerpo obedeciera. Él se quitó su abrigo y lo puso encima de mi cuerpo antes de levantarme. Olía bien y como no podía hablar ni moverme lloré en silencio todo el camino.
Aaron había tomado mis cosas y pensé que me llevaría a mi departamento pero en vez de eso caminó de regreso a la empresa y me subió a su automóvil que estaba estacionado afuera.
Era claro que me estaba secuestrando.
Cerré los ojos resignada, al menos no estaba con esos hombres. Tenía que pensar en positivo.
Escuché movimientos de parte del vampiro y tuvo cierta consideración al ponerme la calefacción.
Si él no hubiera llegado, esos dos me habrían hecho mucho daño y muy seguramente al final me hubieran matado, así que no podía sentir nada por sus muertes, pero si por el hecho de verlos morir frente a mí.
La facilidad con la que el hombre de traje y maneras elegantes les había roto el cuello fue demasiado. Además, ¿Cuántas veces más lo había hecho? ¿Era un asesino? ¿Era un monstruo? Una parte de mi sabía que era así, pero no podía comprender la magnitud o lo profundamente dañado que estaba él.
El crujido del hueso se repetía varias veces en mi cabeza haciéndome imposible pensar en algo más. Debía calmarme, estaba bien, estaba viva y si Aaron hubiera querido matarme los habría dejado dañarme. No debía tener miedo.
Si no me adaptaba a lo que se había convertido mi vida desde que descubrí que mi jefe era un vampiro, entonces me volvería loca. Debía de tranquilizarme, así que en eso me concentré hasta que escuché que el motor se detuvo.
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Nuestro legado
RomanceArista En mi vida solo había una verdad absoluta: Sus ojos eran mi mundo. Arista pensaba que Max y ella serían mejores amigos hasta el final, ella lo daría todo por él y él por ella, pero sus vidas tomaron caminos diferentes hasta que llegó el día d...