Capítulo 16

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Capítulo 16

María intentaba descubrir por sí misma quién era esa mujer, pero fue imposible, por el gran detalle que carecía de rostro.

Aún así, necesitaba que su marido le respondiera... Con la verdad...

M: ¿quién es...? Dime la verdad...

E: ya sé que no tiene rostro, pero...

M: ¿quién es, Esteban??

E: eres tú, María...

¿Le sorprendía más su respuesta o que le hubiera dado la que ella imaginaba??

Los celos de las mujeres a veces eran incomprensibles...

M: ¿yo??

E: en realidad es un bosquejo apenas... Pienso pintarte con calma, pero debes posar para mí...

M: Esteban... (Llevándose las 2 manos a la cabeza) Creí que era... Otra mujer...

E: ¿qué otra mujer, mi amor?? Tú sabes que no hay ninguna otra...

M: esto lo pintaste desde hace mucho...

E: el día de la boda, no pude terminarlo... Pero desde ya estabas metida en mi cabeza... Y poco a poco te has ido metiendo en mi piel... Hasta llegar a mi corazón...

Le había tomado el rostro en sus manos y María parecía seguir en shock.

¿De verdad el príncipe Esteban le decía ese tipo de cosas??

El hombre serio, formal y reservado cambiaba con ella.

M: perdóname... No debí... Soy una tonta...

E: lo mejor es que me hayas preguntado... Hazlo siempre... No te quedes con dudas...

M: no puedo creer que me puse celosa de mí misma...

E: no tengo problema con eso...

Esteban la agarró de la cintura y la sentó en una mesa después de apartar con su mano libre lo que había en ella... Y se ubicó entre las piernas de María.

Ella, abrazada a sus hombros lo vio acercarse y acto seguido tenía su boca sobre la suya... Fue un beso hambriento... Y posesivo...

No tardó en invadirla con su lengua y sus manos en subirle el camisón hasta que le tocó la curva del trasero...

M: ¡Esteban!!

E: en la luna de miel tuvimos todo el tiempo del mundo, pero aquí no siempre lo tendremos...

Y mientras decía eso, le quitaba el camisón y él se deshacía de su toalla atada a la cintura.

Agarró la cinturilla de su ropa interior y se la deslizó por las piernas... Se encontraban desnudos y sin ningún tipo de impedimento para amarse... Y él de rodillas frente a ella, justo en la unión de sus piernas...

M: Esteban...

E: quiero poner mi boca aquí... (Sus dedos le acariciaron la piel sensible que tenía a su merced)

M: ¿qué...?

E: shhhh... (Pasando sus dedos por toda la abertura femenina)

Su boca se acercó y le plantó un beso, donde ante estuvieron sus dedos... Y María gimió fuertemente.

Entonces vino una lamida, la primera... Larga y húmeda...

Por obvio instinto, ella cerró las piernas, pero Esteban se lo impidió, las mantuvo separadas con sus manos...

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