Capítulo 29

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Capítulo 29

El príncipe Esteban dejó de besar a su esposa y se acostó a un lado.

M: ¿qué pasa...?

E: perdón... Es que han pasado muchos días... Y... Debo controlarme... Que no soy un jovencito...

Ella lo vio con intenciones de levantarse de la cama y lo detuvo, agarrándolo de la mano.

M: ¿a dónde vas...?

E: es mejor que trabaje... Y que tú descanses... (Inclinándose a besarle la frente)

M: ya sé lo que sucede...

E: ¿qué...? (A punto de abrir la puerta)

M: ya no te gusto...

E: María...

M: es eso... Sabía que tarde o temprano pasaría...

E: no es así.

Con pasos agigantados, el príncipe volvió hasta su mujer y la tomó por la cintura.

E: llevo semanas deseando tocarte... Y besarte... No ha pasado un día en que dejes de atraerme... Ni de excitarme...

M: no quiero palabras... Sino hechos...

Esteban volvió a recostarla, besándola con intensidad... No tenía problemas en demostrárselo... La deseaba y mucho...

Al tenerla casi desnuda, le cubrió ambos senos... Y nunca podía contenerse para poner su boca sobre ellos...

Empezaban a crecer y sin saberlo, María los sentía más sensibles...

E: me gustas tanto... (Bajando con sus labios entreabiertos por el vientre de María)

Besó cada centímetro de piel y siguió por sus muslos... Y además de su lengua, la acariciaba con sus palmas...

Al momento de embestirla, Esteban fue sutil y cauteloso... Entró despacio... Y parcialmente...

Otro cambio sería la posición... Porque no quería aplastarla con su metro noventa...

Lo que deseaba era satisfacerla... Causarle el mayor de los placeres eróticos y él sabía hacerlo con paciencia y ternura... También eso le inspiraba su mujer... Deseo, amor, ternura...

Apoyó su peso sobre sus manos, a los costados de María... Ella se aferró a sus hombros y de esa forma movieron sus caderas... La una contra la otra... Logrando la chispa que surgía del roce... La rigidez masculina y la suavidad femenina... Una combinación perfecta...

Él se dejó llevar hacia ella, cuando le abrazó el cuello y quiso besarlo...

>>>

Media hora después, las asistentes esperaban entre expectantes y preocupadas.

Asis1: Su Alteza, ¿la princesa está bien...?

E: la princesa está muy bien... Duerme un poco... Tenemos algo pendiente, ¿no?

Asis2: revisar su agenda... Tiene una reunión con el ministro de defensa...

E: bien, vamos a ver eso...


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A pesar de ahora ser una San Román, María conservaba su título como una princesa Fernández-Acuña. De hecho, su padre les concedió a ella y a Esteban otro principado y un ducado como regalo de bodas.

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