En medio de un frío invierno, los copos de nieve caían como blancas plumas. La reina cosía junto a la ventana, cuyo marco era del ébano más oscuro. Al distraerse y ver los copos de nieve, se pinchó un dedo con la aguja. Tres gotas de sangre cayeron sobre la ventana, y al ver como el rojo destacaba sobre el fondo blanco, pensó "Ojalá tuviese un hijo blanco como la nieve y rojo como la sangre"
No mucho después nació su primer hijo, con cabello y piel blancos como la nieve y ojos rojos como la sangre. Todo el reino lo apodaba "Blanco Nieves, el príncipe albino", pero su verdadero nombre era...
— ¡Gilbert!
El fuerte llamado de su padre lo hizo sacudirse en la silla. Él estaba enfrente suyo, mirándolo fijamente, se notaba su enojo. A su lado, su hermano menor, Ludwig, estaba sentado en otra silla y tenía su mano en su frente. Él también parecía estar algo irritado.
—Su alteza...—volvió a hablar al sirviente enfrente suyo, que sostenía dos telas, una blanca y otra azul— ¿Qué tela prefiere para los manteles?
—La azul...—contestó sin pensarlo mucho.
Dentro de unos días se realizaría el baile anual, donde tanto nobles como plebeyos podrían asistir. Se trataba de una fiesta de tres noches, y en esta se suponía que los príncipes debían elegir a su futura esposa. Por este motivo, se encuentran realizando los preparativos. Y como podrán observar a Gilbert no le gustaba.
— ¿Ya me puedo ir?—preguntó el albino.
—No—respondió firmemente su padre.
—Pero papáaaa.
El rey Alaric ya estaba harto del comportamiento de su hijo mayor. Realmente no comprendía como Ludwig, su hijo menor, podía ser cinco años más joven y a la vez mucho más maduro.
Lo normal sería que la reina se ocupe de los preparativos para las fiestas, pero ella había fallecido hace mucho tiempo. Había sido una mujer amable y bondadosa que amaba mucho a sus hijos, pero amaba mucho más la cerveza y el vino. Alaric se arrepentía de haberle dejado participar de tantas fiestas...
—Su alteza, no se preocupe—intentó calmarlo el sirviente—Tan solo nos queda elegir la comida que se servirá.
Gilbert suspiró aliviado. Al fin podría irse después de seis horas permaneciendo sentado en una silla. El sirviente le acercó una hoja de papel con varios nombres de comida escritos.
—Estas son las doscientas opciones para la cena.
Parece que tendría que permanecer otro buen rato allí.
El sol se ocultaba en el horizonte, finalizando aquel cansador día. Los príncipes caminaban por los extensos jardines del palacio, mirando el atardecer. Ambos recordaban como hace algunos años corrían en él y se trepaban a los árboles. Pero era hora de dejar esos tiempos atrás y cumplir con su responsabilidad.
El albino estaba jugando con Gilbird, un pájaro amarillo que encontró hace poco y no tuvo mejor idea que nombrarlo en su propio honor. Ludwig no comprendía como su hermano podía estar tan calmado en esa situación, ambos deberían casarse en unos días con alguien a quien apenas podrían conocer.
—Gil, ¿Crees en el amor a primera vista?—preguntó Ludwig.
— ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno, solo tendremos tres días para elegir una esposa. Con tan poco tiempo, apenas podremos conocerlas.
El mayor dejó de jugar con su mascota y cambió su expresión por una más seria. Su hermanito apenas tenía diecisiete años y tenía que afrontar una decisión difícil. A pesar de su comportamiento más infantil, comprendía perfectamente cómo se sentía.
—Lud, eres mil veces más maduro que yo. Eres inteligente, amable, trabajador, educado, entre muchas otras cosas. Cualquier mujer se enamoraría de ti.
Ludwig sonrió incómodo. No estaba acostumbrado a que le hablen de esa manera, mucho menos tratándose de su hermano.
— ¿Y cómo sé que yo voy a enamorarme de alguna de ellas?
—Para eso tienes que usar tu imaginación. Piensa como sería una vida con esa mujer. Imagínate dentro de veinte años y si lo que ves es un cadáver colgado del armario ella no es para ti.
Ludwig emitió una pequeña risa, algo que no era común de él.
La verdad es que Gilbert también estaba nervioso, e incluso más que el rubio. Él, además de tener la obligación de casarse, debía convertirse en el futuro rey. Sentía que no era lo suficientemente capaz para aquello. El creía que su hermano era el indicado para el puesto, no él.
— ¡Gil! ¡Lud!
Ambos se voltearon a ver al que los estaba llamando. Se trataba de Antonio, un empleado del palacio y amigo de la infancia de Gilbert. Se encargaba de cuidar del jardín, además de dedicarse a la caza. Él era el único que llamaba a los hermanos por sus apodos.
— ¡Tony! ¿Ya terminaste con el trabajo de hoy?—le preguntó el albino.
—Por supuesto—dijo con un tono que hacía evidente que mentía— ¿Hablando del baile?
—Sí, es lo único en lo que podemos pensar últimamente después de que nuestro padre nos encerrara todo el día.
Mientras el mayor comenzaba a entablar una conversación con su amigo, el menor se quedó pensando en lo que habló con su hermano. Tal vez el destino tenga una sorpresa preparada para él en el baile y pueda conocer a una persona indicada para él. Tendría que esperar para saberlo.
En esos mismos momentos, en la otra punta de la capital, un comerciante cenaba con sus dos nietos y hablaban de lo mismo que todos en aquel reino.
—Si los príncipes planean casarse, de seguro habrán muchas mujeres en ese baile—habló Romulus, el abuelo.
—No entiendo que les ven a esos dos. Dicen que el mayor es un idiota y el menor un amargado que nunca sonríe—cuestionó Lovino, el nieto mayor—De seguro solo los quieren por el título.
— ¡Espero que sirvan pasta!—dijo Feliciano, el nieto menor.
Para los plebeyos, los bailes que organizaban en el palacio eran imperdibles. Era el único momento del año en el que se vestían con sus mejores ropas y bailaban en aquel entorno elegante. O, en el caso de los Vargas, aprovechaban la comida gratis y coqueteaban con las mujeres que iban. El matrimonio de los príncipes no les afectaba más que para hacer apuestas de quien se casaría con ellos. Para ellos era como cualquier otro año. Poco sabían de que el destino planeaba algo importante para ellos, tan solo tenían que esperar para verlo...
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[Hetalia] Cuento de Luz y Sombra
FanficÉrase una vez en un reino muy lejano, un rey viudo que tenía dos hijos. El mayor, Gilbert, era apodado Blanco Nieves por su albinismo, el menor, Ludwig, era erróneamente conocido como un amargado. Ambos son obligados a elegir esposa en el próximo ba...