Capítulo 15: El Don de las Hadas

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— ¿Falta mucho para llegar?—se quejó Lovino

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— ¿Falta mucho para llegar?—se quejó Lovino.

—Llegaremos antes del atardecer—aseguró el príncipe.

— ¿Y eso cuando es?

El grupo llevaba varios días viajando, en los cuales habían acampado en el bosque para descansar. Ese día decidieron ir hasta un pueblito para buscar un lugar donde hospedarse. Un cartel rústico de madera gastado por el paso del tiempo indicaba el nombre de la localidad, el cual era "Erding". La mayoría de las casas eran de madera y se notaba que sus habitantes eran de origen humilde. Su llegada llamó la atención de la gente, que no estaba muy acostumbrada a recibir visitantes.

Como no conocían el lugar, Ludwig creyó que lo mejor sería preguntarle a alguien donde podrían pasar la noche. Se acercó hacia un hombre mayor, quien estaba cargando una bolsa con leña. El príncipe bajó de su caballo para dirigirse a él.

—Disculpe señor.

— ¿Si?—le respondió volteándose.

—Me gustaría saber si conoce algún lugar donde pasar la noche aquí. Mis compañeros y yo estamos estuvimos viajando todo el día y necesitamos descansar.

—Lamento informarte jovencito, pero Erding no cuenta con ninguna posada o algo parecido. Sin embargo, vivo cerca y podrían quedarse en mi casa.

—Oh, no se moleste. De seguro encontraremos la forma de...—quiso decir antes de ser interrumpido por el hombre.

"Ya acepta, tengo sueño" pensó Lovino.

—No, no, no. No me molesta para nada. Arreglé mi casa hace poco y tenemos espacio para varios invitados.

—Le pagaré si es necesario.

— ¡Por supuesto que no! Mis hijos y yo estaremos muy felices de recibirlos.

Entonces Ludwig aceptó. Le resultaba un poco extraño el como un leñador podía albergar a tantas personas en su casa, pero era tan amable que decidió ignorar ese pensamiento. Le dijo a los otros que se bajaran de sus caballos y juntos los llevaron mientras seguían al hombre.

—Por cierto, ¿Cuál es su nombre?—preguntó el rubio.

—Hans. Y por favor, no me trate de usted. Eres demasiado educado para tu edad. Podrías enseñarle algo a mi hijo.

Ludwig fingió una risa. Realmente no estaba acostumbrado a las charlas informales y se sentía incómodo.

— ¿Y cómo es tu hijo?—preguntó Feliciano para salvar a su amigo de la situación.

—Oh, él parece malhumorado, pero es porque no sabe hablar bien con la gente. Se llama Vash, por cierto, y también tengo una hija.

— ¿Ah sí?—dijo Feliciano con curiosidad para que siga hablando.

—Sí, su nombre es Elise, pero todos le decimos Lily.

En ese momento, llegaron a la casa, la cual era más grande que las otras casas del pueblo. En el jardín vieron a un joven rubio con el cabello por los hombros llevándoles agua a unas cabras. Supieron al instante que ese era su hijo.

[Hetalia] Cuento de Luz y SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora