Capítulo 16: Del Tamaño de un Pulgar

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— ¿Saben si falta mucho?—preguntó Arthur exhausto, cada paso que daba era un sufrimiento absoluto

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— ¿Saben si falta mucho?—preguntó Arthur exhausto, cada paso que daba era un sufrimiento absoluto.

—Mis pies no fueron hechos para caminar tanto—se quejó Francis, también exhausto.

—No te hagas el elegante, bola de pelos.

—Tus cejas son más peludas que todo mi cuerpo.

Arthur y Francis parecían estar a punto de iniciar una pelea, pero Alfred los interrumpió.

—Yo podría caminar por el resto del día—dijo Alfred, quien extrañamente no sentía ni una gota de cansancio—. Pero si quieren podemos detenernos a descansar.

—Yo opino igual—dijo Michelle asomándose del bolsillo del jardinero de Alfred.

— ¡Al fin!—festejaron Arthur y Francis antes de caer al suelo exhaustos.

Cerca de donde se encontraban había un árbol caído cuyo tronco podría servir para sentarse. Allí, los tres muchachos y la pequeña Michelle, la cual Alfred sacó de su bolsillo para sentarla en su hombro, decidieron entretenerse con una conversación. Alfred fue el que la inició.

—Hey, creo que ya llevamos mucho tiempo juntos y no nos conocemos muy bien. Tal vez deberíamos hablar un poco de dónde venimos. Empezaré yo; solía vivir en Kansas con mi madre y mi gemelo Matthew, pero un día un tornado apareció en nuestra granja y me arrastró junto a mi casa hasta aquí.

— ¿Kansas? ¿Dónde queda eso?—preguntó Francis.

—Él es de otro mundo, al igual que yo—respondió Arthur—. Sé que suena un poco extraño, pero es la única explicación que me resulta posible.

Francis no dijo nada. Con todo lo que le había ocurrido ya nada le parecía imposible.

—Como decía—siguió Alfred—. El tornado arrastró mi casa y cuando la tormenta se detuvo cayó sobre una bruja. Ella era la dueña de estos zapatos mágicos—dijo mostrando sus pies—. Luego una bruja buena y unos enanos que no me acuerdo como se llamaban me dijeron que fuera a buscar al Mago de Oz en la Ciudad Esmeralda para volver a mi casa.

—Mi historia es similar—comenzó Arthur—. Yo vivía con mis padres y mis cin... cuatro hermanos, hasta que un día por seguir a un conejo color menta con alas caí en una madriguera que me trajo hasta este mundo. Luego encontré el camino amarillo y lo seguí hasta cruzarme con Alfred.

—Un conejo color menta... un ser así solo puede venir del País de las Maravillas—pensó Francis en voz alta. A Arthur le llamaba la atención lo normales que eran esas cosas en ese mundo—. Bueno, entonces supongo que es mi turno de contar mi historia—comenzó a relatar—. Soy el hijo mayor de la reina Gabrielle y el rey Auguste, heredero al trono del reino vecino de Avilliers...

—Ya ve al grano—se quejó el inglés.

—Y tengo una hermana menor, también. Se llama Mélanie—dijo viendo molesto a Arthur—. Y vivía bastante bien hasta que una bruja me maldijo para verme así. Según esa perra yo era un narcisista o algo por el estilo—suspiró. Parecía sentirse mal al recordarlo—. La maldición solo puede romperse si una mujer se enamora de mí, lo cual no es para nada fácil. Desde ese día no salí más de mi habitación. Nadie aparte de mi familia y nuestros sirvientes sabía de mi situación, y yo no quería que me vieran como el monstruo en el que me habían convertido, en especial mi hermana. Así que hace unas semanas me escapé durante la noche para que nadie me viera. Desde entonces he estado vagando por el bosque. Hasta que los conocí.

[Hetalia] Cuento de Luz y SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora