Capítulo 26: A través del espejo

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Era un día lluvioso y nublado. La poca luz que había se iba desvaneciendo mientras atardecía. Para la mayoría de habitantes de Londres, ese era un día cualquiera. Para Dylan, sin embargo, era un día más sin ver a su hermano.

Era como si la tierra se lo hubiese tragado. Un día, cuando ellos estaban de vacaciones, Arthur había salido con su hermano Alistair. En un momento, se levantó porque creyó haber visto algo. Alistair lo ignoró. Y esa fue la última vez que lo vieron.

Dylan llegó hasta una tienda. En un cartel se leía Sombreros Kirkland. Debajo de él había otro cartel que indicaba que habían cerrado. Dylan golpeó la puerta. Segundos más tarde, alguien abrió la puerta. Él pasó y se encontró con su hermano, Brian.

—¿Encontraron algo?—le preguntó Brian.

Dylan negó con la cabeza.

—Nada—le respondió—. Como siempre.

Los dos fueron hacia una habitación que funcionaba como comedor donde se encontraban sus demás hermanos. Alistair, el mayor, se sentaba en la punta de la mesa. Ciarán, el gemelo de Brian, estaba en un rincón, leyendo un libro. Sombre la mesa había una tetera y varias tasas de té.

—¿Otro día sin novedades?—le preguntó Alistair.

—Exacto—le respondió Dylan.

—Bueno, no hay nada que podamos hacer por ahora—dijo el mayor—. Además, es hora del té.

Los hermanos se sentaron alrededor de la mesa. Cada uno se sirvió una taza de té.

Cualquiera que viese a los hermanos Kirkland no dudaría de su parentesco. Eran muy parecidos, todos con unos ojos verdes y unas muy tupidas cejas sobre ellos. Quizás la única diferencia notoria era su color de cabello. Alistair tenía el cabello marrón. Luego, los gemelos, que lo seguían, tenían el cabello pelirrojo. Dylan lo tenía de un rubio claro. Y Arthur, que era el menor, lo tenía de un rubio más oscuro.

La tienda en la que se encontraban le pertenecía a Alistair. Él trabajaba como sombrerero, y había tenido bastante éxito en los últimos años. En cuanto a los oficios del resto de sus hermanos, variaban un poco. Brian era comerciante. Dylan, por su amor a los animales, era veterinario. Y Ciarán era un escritor con una fascinación por la fantasía.

Todos los Kirkland siempre compartieron un fuerte interés por lo sobrenatural y la magia. Pero en Ciarán, esa pasión era mucho más fuerte. Le encantaba leer sobre mitos y leyendas. Las novelas que escribía siempre contenían elementos fantásticos, de tierras lejanas e imaginarias. Durante ese siglo se habían popularizado las historias con hadas, y Ciarán era un gran fanático de estas. En su familia solían decir que él tenía la cabeza en otro mundo, o lo que sea que eso significase.

— ¿Y qué tal te fue a ti, Alistair?— preguntó Dylan— ¿Pasó alguien por aquí a decirte algo?

Alistair negó con la cabeza. Luego de la desaparición de su hermano, habían hecho un montón de panfletos con una ilustración de él y dando la dirección de la sombrerería para que, si alguien sabía algo sobre él, pudiese informarles. Con el pasar de los días, se iban poniendo cada vez más nerviosos, especialmente Dylan, quien siempre tuvo una actitud sobreprotectora con su hermano menor.

—Cálmate, Dylan—le dijo Brian—. Arthur va a estar bien. Él ya es mayor, sabe cuidarse por cuenta propia. Seguramente anda por ahí.

— ¡¿Que me calme?! No he visto a mi hermano en semanas. Podría haberle pasado lo que sea, estaba al lado de un río ¿Qué pasa si se cayó? ¡Artie no sabe nadar!—se levantó de su silla y comenzó a dar vueltas en círculos, intentando tranquilizarse.

[Hetalia] Cuento de Luz y SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora