Capítulo 4

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Lo primero que sintió Jisung con una de sus manos fue el vacío espacio a su lado al despertar, lo cual no debería ser extraño ya que estaba acostumbrado a dormir solo, sin embargo, el problema radicaba en que él recordaba que tan solo el día anterior se había recostado en esa misma cama en compañía de alguien.

Ocultó su rostro en la almohada cuando escuchó su alarma de las diez de la mañana sonar, odiando un poco el sonido que le indicaba que debía ponerse de pie e iniciar con sus deberes del día. Además de que obviamente estaba en una casa ajena y no podía darse esas libertades de envolverse entre las sábanas nuevamente.

Tomó asiento en la cama para que su mente terminara de procesar que estaba despierto y vio en el mueble de la habitación que una toalla limpia yacía encima, recordando que antes de dormirse Minho le había avisado sobre eso. Y fue justo cuando pensó en él que escuchó el sonido de cosas moverse en el piso de abajo y música sonar a un considerable volumen. Quizá el mayor ya había iniciado con su rutina del día así que decidió apresurarse en volver a su casa para ya no molestarlo.

Mientras tanto, en el primer piso Minho estaba preparando un desayuno simple, al mismo tiempo que revisaba de reojo los mensajes que su hermano enviaba al avisarle que estaba en camino a su casa, decidiendo mejor concentrarse en su tarea de agregar un poco de mantequilla a los panes. Aunque su concentración no duró mucho cuando escuchó el ruido de la puerta de su habitación ser cerrada y entonces sus pupilas se dilataron al ver a cierto peliazul bajar las escaleras con el cabello húmedo y pegado ligeramente a su frente, puesta la misma camisa que llevaba la noche anterior solo que ahora apenas abotonada hasta el pecho y cargando en la otra mano su saco gris, ahora siendo no tan necesario por el clima cálido a esa hora del día.

Una vez en la planta baja, pudo divisar al pelinegro en una de las esquinas de la mesa, vestido casualmente y usando unos anteojos de borde plateado que le daban un aspecto más serio o más atractivo, según Jisung.

—Buenos días. —Saludó cordialmente una vez ingresó a la blanca habitación, asomándose un poco hacia donde estaba Minho para fijarse que era lo que hacía. Discretamente también provocándolo pues había notado como su mirada lo había recorrido de pies a cabeza cuando apareció en su campo de visión—. ¿Preparas el desayuno para diez personas?

—Mi hermano llegará en un rato. —Comentó sin apartar su vista del chico, dejando la tarea de freír aquellos panes como tostada a un lado y en cambio colocar sus dedos en la barbilla del más bajo y rozar sus labios con el pulgar—. ¿Quieres un poco?

Lo cierto es que había otra cosa que Jisung quería y lo supo desde que vio a Minho con ese look tan serio, sin embargo, pedir por ello era totalmente distinto, en especial en la situación en la que se encontraban.

—¿Seguimos hablando de comida? —Preguntó en son de broma, ocasionando una pequeña risa en el contrario y que se acercara más hacia él—. No quiero incomodarte, además no puedo quedarme mucho tiempo.

Pero Minho no escuchó lo último, todo su enfoque dirigido a los brillosos labios del peliazul por lo que acortó la distancia al no resistir más la tentación. Un acto que Jisung correspondió al instante, rodeando el cuello del mayor con sus brazos y sintiendo como era cargado hábilmente desde sus piernas para ser colocado sobre la encimera de la cocina. Había otra cosa que Minho deseaba desde que vio el pecho color canela expuesto, por lo que descendió su rastro de besos húmedos hasta ese lugar.

Tal vez se debía al hecho de saber lo solicitado que era Jisung o la gran atracción hacia cada parte del cuerpo del menor, pero una de sus actividades favoritas era dejar leves marcas visibles por esa zona, quizá un acto posesivo en mostrarle al resto que había estado con él. Por parte de Jisung, no le molestaba y es tal vez por ese motivo que siempre se dejaba hacer cuando de Minho se trataba.

Ese no era el plan | MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora