Capítulo 13

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—¡Eres un idiota! ¡Un bueno para nada! —La voz del hombre era severa, de ese modo descargaba toda su colera en su hijo mayor—. Dime Minho ¿Podrías pensar correctamente por una vez en tu vida?

El pelinegro ahora mismo mantenía los ojos cerrados debido al dolor de la bofetada que acababa de recibir por parte de su padre. Su mirada cargada de enojo era lo único que podía recibir de él.

—No pienso irme, ya te lo dije. —Defendió su postura ante el mayor, mirando de reojo a su madre que solo observaba la situación con una enorme decepción en su interior—. ¿Crees que es correcto? Es inhumano dejarla sola en estos momentos donde más necesita a alguien.

—Tú lo que quieres es arruinar tu vida ¿Verdad? No le veo otra respuesta a las estupideces que pasan por tu cabeza—Escupió sus palabras con odio—. No estás en una película Minho, este es el mundo real y lo que acabas de hacer ha sido el peor error de todos.

Supo que por el momento era mejor no responder, de todas maneras, discutir con ellos en esas condiciones era imposible.

—¿Qué se te pasó por la cabeza? Te dimos todo Minho, nunca has tenido limitaciones y ahora vienes con esto. ¿A qué planeas jugar? ¿A la familia feliz? Ni siquiera has ingresado a la universidad. —Las palabras de su madre eran frías, viéndolo desde unos metros de distancia sin intenciones de acercarse a consolarlo—. Tú papá te está ofreciendo una muy buena solución, deberías sentirte agradecido.

—¿Huir es la solución? ¿Abandonarla con el problema que fue responsabilidad de ambos es la solución, mamá?

La mujer suspiró frustrada, llevando una de sus manos a la cruz que colgaba en su pecho para después observar nuevamente al menor.

—Realidades Minho, no eres un niño y el mundo no va a ser amable contigo.

En ese momento quería romper en llanto, su cabeza dolía con todas las punzadas que recibía y comenzaba a sentirse mareado dentro de ese lugar. Un lugar al que probablemente nunca más volvería a llamar hogar.

—Ya dijiste lo que tenías que decir y ya escuchaste lo que opinamos tu madre y yo. —Habló con seriedad hacia su hijo—. La próxima semana te irás del país y nosotros nos encargamos de darle algún dinero a la hija de los Kim.

—¿Estás hablando en serio, papá?

La mirada del hombre de cabellos blancos era dura, sin ni una pizca de compasión o empatía. Minho sabía la complicada personalidad de su padre, pero jamás esperó que llegara a ese punto. No reconocía a las personas que ahora eran sus padres.

—Es nuestra última oferta, Minho, lo aceptas o entonces te olvidas de mí, de tu madre y de tu hermano.

Con eso dicho vio a ambos adultos retirarse del lugar sin dedicarse a volver a verlo.

Felix, que hasta el momento se había mantenido tras la pared que llevaba a las escaleras, se acercó hacia el mayor que ahora lloraba temblando en el piso de la enorme sala. Desconsolado, incomprendido y abandonado por las personas que algún momento lo sostuvieron entre sus brazos y prometieron cuidarlo en todas las circunstancias.

—Minho...

—Tengo miedo Lix, tengo demasiado miedo y no sé qué hacer.

El castaño lo miró una última vez antes de envolverlo en un fuerte abrazo, convirtiéndose en su único apoyo.

—Cual sea tu decisión te apoyaré Min, siempre en las buenas, en las malas y en las peores. —Repitió aquella frase que hace tiempo le había dicho su hermano cuando eran unos niños—. Ellos pueden dejarte atrás, pero yo no lo haré.

Ese no era el plan | MinsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora