El brindis de la libertad [ 1 ]

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Sobrevive o muere.

1871, nueva era.

Mirabillia, conocido como el reino de todos los reinos, se gestó una era de transformaciones bajo el gobierno de Stephen Le'Grant, un monarca que desafiaba las tradiciones al no poseer sangre real.

Tras el doloroso fallecimiento de la amada Reina Borealis, la luminosa trayectoria de Mirabillia se vio ensombrecida por la ausencia de aquella mujer cuya benevolencia y elegancia eran tan delicadas como la porcelana, tan radiantes como la nieve y tan reconfortantes como el abrazo del fuego en medio de una revolución.

Los años posteriores a su partida marcaron un período de profundos cambios y reconstrucciones en la nueva Francia, donde el legado de la Reina Borealis perduraba en el corazón del pueblo, como una luz guía en tiempos de incertidumbre.

Larga vida a la reina Borealis, y que en paz descanse, la luz de Mirabillia.

En el suntuoso gran salón, la mesa principal se desplegaba majestuosa, adornada con una profusión de decoraciones que intentaban llenar el vacío palpable que reinaba en el ambiente. A lo largo de la mesa se acomodaban los príncipes de Mirabillia, frente a frente, mientras que en el extremo opuesto, en el asiento de honor, se erguía el imponente rey Stephen. El único sonido que cortaba el aire era el tintineo de los cubiertos al chocar contra la fina porcelana, mientras cada comensal deleitaba su paladar con el exquisito manjar servido ante ellos.

El primogénito, futuro gobernador, destacaba por su imponente presencia y su semblante sereno, heredero de la belleza inmaculada de su difunta madre. Cada rasgo, desde su piel pálida como la porcelana con su cabello de un tono blanco grisáceo, hasta sus ojos de un celeste claro, profundos como pozos de sabiduría, parecía haber sido esculpido con una perfección sobrenatural. Orion era la viva imagen de su madre, la amada soberana que gobernó con sabiduría y compasión, y cuyo legado seguía vivo en los corazones de su pueblo.

En el silencio que envolvía la sala, el tintineo de los cubiertos al rozar los platos resonaba como un eco melancólico. Era como si cada bocado fuera una pálida sombra de los gloriosos banquetes que una vez celebraron bajo el reinado de la reina Borealis.

En cambio, su hermana menor es un contrapunto completo a su hermano, con una tez clara que resalta un lunar singular sobre su ceja ligeramente arqueada. Sus rasgos, igualmente delicados, evocan una belleza exótica más cercana a la de su padre. El tono castaño claro de su cabello y los ojos de color pardo crean un contraste fascinante con la imagen del príncipe heredero.

Aunque comparten la misma sangre real, son dos personalidades completamente distintas. Mientras que Orion destaca por su valentía y carácter, siempre acaparando la atención en cualquier situación, Isabella prefiere mantenerse en un segundo plano, mostrando una timidez que contrasta con la seguridad de su hermano. A pesar de ello, ambos son igualmente importantes en la corte real, aunque las conversaciones parecen girar siempre en torno al príncipe varón, relegando a la dama a un segundo plano en la mente de todos.

En el profundo silencio que envolvía la mesa desde el fallecimiento de la Reina Borealis, cada sonido se amplificaba, resonando con un peso inmenso. Isabella, apenas podía contener los sollozos mientras llevaba la copa a sus labios en busca de un consuelo efímero, sus lágrimas apenas audibles entre el tintineo de cristal.

El rey Stephen, en su majestuosa serenidad, continuaba su cena con una calma que ocultaba el tormento interior, aunque sus ojos mostraban una tristeza profunda y callada. Por su parte, Orion, jugueteaba con la comida en su plato con una indiferencia fingida, su apetito eclipsado por el duelo que envolvía la mesa y su mente perdida en pensamientos turbulentos.

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora