Mare Nostrum [ 36 ]

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Una sensación de frío recorrió mi espina dorsal apenas senti la sangre derramarse entre mis manos. Al levantar mi mirada, el rostro de mi enemigo, aquel hombre a quien había jurado destruir se había esfumado en medio de la niebla espesa que nos rodeaba mientras que el golpe de realidad se estrellaba frente a mi como una ola furiosa.

Y solo vi, a Orion...

—N-no... No puede ser...

Suelto en un susurro, el aire se me queda atascado en la garganta. El peso de mi reciente acción me derrumbó por completo, y solté la daga al ver que me había manchado las manos con su sangre.

—¡Orion! ¡Hermano! —oí la voz de Isabella detrás de mí, sin embargo, sus palabras eran nada más que un murmullo confuso.

Cuando me di la vuelta, pude ver que el resto me miraba con un miedo que no sabría describir, sus rostros se veían borrosos y sin una forma definida. Algunos intentaban sacudirme, otros trataban de apartarme del cuerpo del chico peliblanco que yacía en el suelo, pero sus manos se sentían etéreas, como si estuvieran hechas de humo. Sus intentos de llamar mi atención eran inútiles; estaba atrapada en mi propia cabeza.

—¡No dejen que la niebla les afecte, vayan a la bodega, ahora! ¡Rápido!

¿Esa fue Smith?

Parpadeé varias veces, senti un suave toque en mi hombro, y la vi ahí, de pie, detrás de mí, esa piel pálida con unas grandes ojeras, su cabello largo y de un rojizo oscuro caía en delicadas ondas sobre sus hombros.

—Madre...

Solté, su agarre en mi hombro fue más fuerte ahora, y sentí como si me estuviese queriendo hacer daño. ¿Cómo podría, si es mi querida madre?

—¿Qué demonios estás haciendo, Gallagher?

La escucho decir, sus palabras resuenan en mi cabeza repetidas veces, como un sonido casi irreal. Oí detrás de mí al peliblanco quejarse de dolor, intentó jalarme del brazo, pero evité que me tocara poniéndome de pie para acercarme a mi difunta madre.

—Perdiste completamente el rumbo...

Intenté tocarla, pero mis manos atravesaron el aire vacío. Sentí unos cuantos empujones que me pasaron a llevar, cuando volteé por algunos segundos, noté que eran un par de criaturas extrañas que se llevaban el cuerpo del peliblanco. Sin embargo, no llegué a procesarlo del todo, porque mi madre volvió a hablar y mi concentración se perdió por completo.

—Estás... Tan llena odio... Ni si quiera te reconozco.

Sus palabras fueron como cuchillas que se clavaron directamente en mi pecho, intentando llegar hasta mi corazón mientras mi respiración se volvía más desesperada.

—Eso no es cierto —me las arreglo para lograr decirle algo, pero ella me mira con un vacío oscuro que parecen querer consumirme.

—¿De qué está sirviendo tu odio, Darelis? ¿Tus luchas? Todo este viaje, todo este esfuerzo, ¿vale la pena que lo estés llevando todo por la borda? ¿Enamorándote de él?

Me reclama con la voz desgarrada, mi pecho se contrajo con fuerza y la culpa comenzó a envolverme de pies a cabeza mientras un montón de recuerdos de mi niñez se hicieron presente en mi cabeza, recordando por qué estaba aquí.

—No...

Susurré, ella se acerca más a mí, la veo deslizarse como si fuese un espíritu hasta llegar ante mi cuerpo.

—Cada paso que estás dando, te está alejando de lo importante, dime... ¿No es este viaje para acabar con él? ¿¡Con su sangre!?

—¡Lo es!

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora