Dies Irae [ 16 ]

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RONALD

Me encontraba realmente irritado por la actitud de mi hermana. No obstante, no era responsable de su resistencia a ser sincera acerca de lo que el Rey había hecho a nuestra familia. Si no era capaz de revelarme un secreto tan crucial, ¿cómo esperaba que yo juzgara a los príncipes como culpables cuando ni siquiera los conocíamos?

—Hey, Ronald... —Oí la voz de la princesa detrás de mi cuando subí al timón. Ella tenía una tierna sonrisa en su rostro.

A regañadientes, me vi forzado a acatar las reglas impuestas por mi hermana mayor y decidí ignorarla.

—¿Ronald? —preguntó ella con desconcierto en su tono— ¿Me escuchaste?

Deslizó su mano frente a mi rostro con la clara intención de captar mi atención. Odiaba la necesidad de ignorar a alguien tan entusiasmado por hablarme. Isabella destacaba como la única persona en el barco interesada genuinamente en mis relatos, escuchando con atención cada pensamiento absurdo que cruzaba mi mente. Quizás nuestra conexión se debía a que éramos los más jóvenes en el barco, y a pesar de nuestras diferencias, compartíamos la experiencia de crecer apartados de nuestros hermanos mayores durante la infancia.

—Bien, si estás enojado entonces no pienso hablarte nunca más.

Mencionó frunciendo el ceño y girándose para alejarse.

—No estoy enojado —expresé finalmente, sintiendo la tentación de dirigirle la palabra. En respuesta, ella se volvió para mirarme.

—¿Entonces por qué haces como si no estuviera aquí? —preguntó ella con una expresión algo triste y confusa.

—Porque no soy tu amigo —respondí— Creo que sería más apropiado que solo nos comuniquemos para asuntos necesarios. Parece que estamos interpretando mal la dinámica entre prisionero y secuestrador.

Ella guardó silencio, apartando la mirada y abrazándose a sí misma. Me invadió un profundo sentimiento de culpabilidad al alejar a la única persona en el barco que me hablaba sin juzgarme ni burlarse de mí.

—¿Qué es necesario para ti? —preguntó ella, con una expresion mucho más seria.

—Sólo cuando la Capitana nos lo permita —respondí y ella soltó un suspiro.

—Bien, como tú quieras. —dijo en voz baja y se alejó de mi para bajar de la popa hasta donde estaba su hermano amarrado en el mástil.

Apenas Darelis salió de su despacho, ordenó que volvieran a amarrarla también y luego ella subió hasta donde estaba yo, cumpliendo con mi deber en el timón.

—¿Ves esas rocas que están un poco más allá? —me preguntó.

Yo asentí, pero en realidad no veía nada.

—Necesito que posiciones la nave detrás de alguna de esas rocas inmensas. No pasará mucho tiempo antes de que atravesemos el triángulo de Astaroth, y es crucial que los príncipes estén resguardados y alejados de cualquier caos.

Habló ella y yo volví a asentir, captando la información.

—Tú permanecerás en la cubierta supervisando a los príncipes, mientras la tripulación y yo nos ocupamos de distanciar al kraken.

—¿No me consideras parte de tu tripulación, hermana? —dije yo mirándola con atención.

—Claro que lo eres, Ronald. —respondió ella mirándome con extrañeza.

—¿Entonces por qué debo permanecer en la cubierta como si fuese uno de tus prisioneros? —cuestioné.

—¿Quién se asegurará de que el albino no intente algo insensato frente a un pulpo gigante, eh? —inquirió mi hermana, y yo simplemente me encogí de hombros.

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora