Mejor morir con orgullo [ 13 ]

38 9 193
                                    

DARELIS

El albino tenía una expresión de incredulidad en su rostro angelical, sus ojos podían expresar por completo el que realmente no lograba procesar mis palabras; claro estaba que no eran fáciles de digerir, después de todo, él era solo un niño cuando la cadena de sucesos comenzó a ocurrir. Por lo que fue más sencillo para Stephen manipularle como quisiese para que apoyara el lado incorrecto.

El lado del verdadero enemigo.

—No tienes idea de lo que hablas. —dijo él en un pequeño murmuro, pero él no se veía molesto esta vez, al contrario, podía notar la confusión que le invadía completamente.

—No hagas preguntas tontas si no van a gustarte mis respuestas. —respondí yo— Largo de aquí.

Pero el albino ni si quiera se movió de su lugar.

—¿Quieres que te hable con el acento francés y todo? ¿Sólo así me entiendes? —pregunté con ironía al ver que no se movía.

—Tu tripulación quiere apresarme. —dijo él mirándome fijamente y yo suspiré, mirando como su mejilla volvía a sangrar un poco.

—Le'Grant, ¿sabes lo que es estar prisionero en un barco junto a piratas? —pregunté yo tomándolo de la muñeca para llevarlo afuera de mi habitación.

—No, porque no es algo que acostumbremos a vivir los príncipes. —respondió él deteniéndose antes de abrir la puerta que separaba mi habitación de mi despacho.

—Pues, si estás como prisionero, actúa como tal. —le dije yo cruzándome de brazos.

—Pero eso hago. —dijo él y yo negué.

—Sólo te ves como si quisieras sacarme de quicio. —y él soltó una pequeña sonrisa, como si se le hubiese escapado.

Quizás fue inconscientemente, que tomó mi mano y la volteó para ver la herida que aún sangraba.

—Eso es poco para lo que de verdad quiero. —habló— Si pudiera ser capaz de yo mismo matarte, créeme que lo haría.

—No lo hiciste. No eres capaz y aunque lo fueras, tampoco podrías vencerme.

—Me subestimas demasiado. —comentó manteniendo su mirada fulminante sobre la mía.

Competitivo, eso me gusta.

—Eres un príncipe, no hay mucho que puedas hacer. Dudo que al menos sepas como manejar una espada. —dije después de él y este frunció el ceño; probablemente ofendido por mi comentario.

—Ojalá pudiera tener una espada ahora mismo y demostrarte cuanto te equivocas. —dijo él y yo negué con una sonrisa.

¿Realmente estábamos hablando tranquilamente después de atacarnos el uno al otro?

Que manera de querer llamar mi atención llevándome la contraria, o eso fue lo que pensé en aquel momento sobre su comportamiento tan terco con absolutamente todo lo que salía de mi boca.

—¿Por qué no estás en el mástil? —pregunté desviando el tema, él parpadeó confundido ante mi cambio repentino. Me solté de su agarre y él dejó de mirarme.

—Porque soltaron a mi hermana —respondió.

—Ajá —dije yo tomandolo con mi otra mano por la muñeca— A Isabella la soltaron porque así lo ordené yo. Pero jamás ordené que te soltaran a ti.

—Eso es para que veas que sobre mi no tienes poder, pirata.

Respondió él, y sentí unas inmensas ganas de lanzarlo por la borda yo misma. ¿Por qué el maldito albino tenía que darle a mi orgullo de esa manera? Jamás en los años que llevaba siendo Capitana de mi navío una persona me había faltado el respeto de esa manera, mucho menos un prisionero. Tardé más de lo habitual en poder darle una respuesta al heredero quien no quitó su mirada de mi en ningún momento esta vez, la mantuvo tan firme como la firmeza con la que me había dicho esas palabras que de alguna forma, aceleraron mi corazón de tan solo ira.

La Venganza De GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora